Ayer Wall Street volvió a detener su actividad durante 15 minutos, la tercera vez en apenas dos semanas, después de que el Dow Jones y el S&P iniciaran la sesión con caídas del 9% y del 7%, respectivamente. A estas caídas les acompañó, durante todo el día, las diferentes bolsas europeas y la debilidad de las asiáticas, en lo que es un claro contagio por la crisis del coronavirus.
En este contexto se han escuchado las palabras de Yves Bonzon, CIO de Julius Baer, sugiriendo que “podría haber un cierre global de los mercados financieros en unas pocas semanas, para que reabran una vez que la epidemia esté bajo control. La situación es tan extrema que ni siquiera ese escenario se puede descartar”.
El experto explica que «las decisiones tomadas por los gobiernos americanos y europeos se encadenan a un ritmo frenético. Por un lado, las medidas de contención para frenar la curva del virus COVID-19 han hundido las economías desarrolladas en una recesión inevitable”. Ante todo, el CIO de Julius Baer insiste en que la política monetaria moderna está obligada a que la política fiscal funcione. “Se sabe que las tasas negativas dañan el sistema bancario. No debemos agregar un problema de oferta de crédito cuando la demanda de crédito se contrae rápidamente. Para los inversores, esto significa centrarse en la respuesta de política fiscal que se necesita con urgencia”, insiste.
Tomando como referencia la historia. Yves Bonzon añade que “incluso durante la II Guerra Mundial las fábricas no cerraron y las tiendas permanecieron abiertas, por lo menos parcialmente”. Ahora bien, explica que hay una gran diferencia entre aquella época y la nuestra: la economía mundial no estaba tan globalizada como lo está hoy, y sobre todo, el sistema financiero era mucho más rudimentario y, por lo tanto, más fácil de estabilizar.
“El sistema financiero de aquel momento no estaba tan apalancado como lo está hoy. Vivimos en un mundo donde hay demasiados reclamos monetarios después de tres décadas de implacable financiación. Esto nos hace vulnerables cada vez que un choque deflacionario amenaza con desencadenar un efecto dominó que conduce a una reacción en cadena de fallas en la economía y una liquidación de deuda desordenada”, señala como otra de las principales diferencias frente a la II Guerra Mundial.
En su opinión, “el shock externo del COVID-19 resulta mucho más contagioso para la economía global, especialmente por las medidas administrativas que los gobiernos tienen que tomar para impedir que los sistemas de salud colapsen”.