“Los bonos high yield deberían ser considerados como una alternativa a la renta variable, pero con una volatilidad menor”, asegura Carl Whitbeck, director de high yield y renta fija estadounidense en AXA Investment Management. Analizando sus características de riesgo-rendimiento, estos activos son mucho más similares entre sí de lo que se podría imaginar y, según el gestor, “podrían ser vistos como clases de activos que compiten entre sí”.
Entre la renta variable estadounidense y los bonos high yield, por ejemplo, existen muchas similitudes en sus características, pero también hay claras diferencias, principalmente la distinción por clase de activo. “Y dentro del mundo de la inversión, las cestas de clases de activos tienden a ser inflexibles”, subraya Whitbeck.
En 2019, los bonos high yield estadounidenses obtuvieron una rentabilidad del 14,41%. En comparación, el S&P 500 obtuvo una rentabilidad del 31,48% durante el mismo período, según datos de Morningstar. Sin embargo, analizando un horizonte temporal mayor, los bonos high yield estadounidenses mantuvieron en gran medida el mismo ritmo que la renta variable, mientras que obtuvieron menores caídas durante períodos de volatilidad. Por ejemplo, durante la crisis financiera de 2007-2008, la mayor caída del índice de bonos high yield estadounidense, el ICE BofA ML High Yield fue de -33,23% frente al -50,95% del S&P 500.
Pese a que la renta variable estadounidense batió al mercado de high yield en 2019, el gestor subraya que, durante los último 20 años, los bonos high yield estadounidenses batieron al S&P 500 con un 7,01% frente al 6,33% anualizado. Además, existen diferencias significativas en las volatilidades subyacentes de ambas (un 8,96 en comparación con el 14,53 de la renta variable) que hacen de los bonos activos notablemente menos volátiles.
“Para generar retornos con la renta variable, se necesita un crecimiento de beneficios o una expansión del múltiplo”, remarca Whitbeck. Sin embargo, destaca que, para los inversores en bonos high yield, el retorno será más fiable ya que proviene del pago del cupón. Puesto que las tasas de impago no se acercan al pico que vivieron en 2009, donde llegaron a ser del 12,1%, las expectativas para 2020 son de un aumento esperado del 3,0%, por debajo de la media a largo plazo del 3,4%.
Asimismo, Whitbeck advierte de que existen numerosos motivos para esperar mayor incertidumbre en 2020. Por un lado, las elecciones estadounidenses crearán algunas turbulencias a lo largo del año, lo que podría generar un impacto negativo en la relación comercial entre China y Estados Unidos. Además, “el Brexit no está aún resuelto y de acuerdo con nuestras perspectivas económicas mundiales de 2020 en la mayoría de las economías desarrolladas y Asia está previsto que el producto interior bruto crezca a un ritmo menor que en 2019”, afirma el gestor.
Por ello, Whitbeck subraya que generar retornos con la renta variable a partir de la expansión del múltiplo y el crecimiento de los beneficios parece ser más difícil que conseguir cobrar los cupones de los bonos de alto rendimiento. “Por lo tanto, debemos considerar los bonos high yield como una alternativa a la renta variable para su cartera a lo largo de 2020, para obtener retornos similares a la renta variable con una volatilidad significativamente más baja”, destaca el gestor.