El arranque de enero pintaba inicialmente un panorama bastante halagüeño para los mercados, ya que los brotes verdes en el ámbito del crecimiento sustentaban el optimismo de los inversores y los bancos centrales mantenían su sesgo expansivo. Entretanto, en la esfera geopolítica, el cambio de año trajo consigo la firma de la primera fase del acuerdo comercial entre EE.UU. y China, reforzando con ello el sentimiento de los inversores. En consecuencia, los activos de riesgo subieron de forma generalizada y los diferenciales de deuda corporativa registraron su mayor compresión en varios años.
No obstante, según indica Fidelity International en su último informe mensual de renta fija, este rally llegó a un abrupto final cuando saltó la noticia de la epidemia de coronavirus en China. Pese a que las autoridades del país hicieron todo lo posible por contener el contagio, los mercados descontaron rápidamente este nuevo e inesperado riesgo bajista.
La huida hacia los activos seguros generó un fuerte repunte de la deuda pública, con la consiguiente caída en sus rendimientos, al buscar cobijo los inversores en los segmentos de mayor calidad del universo de inversión. Otro factor de peso fueron las valoraciones y posicionamientos existentes al inicio del año, que intensificaron los movimientos, dado que en el momento de iniciarse el brote una gran parte de los activos de mayor riesgo parecían estar relativamente caros y masificados. Los bonos del Tesoro de EE.UU. volvieron a ser el refugio predilecto de los inversores. Así, los rendimientos de los bonos a diez años bajaron 44 puntos básicos solo en enero, lo que los convierte en uno de los activos más rentables de todo el sector de la renta fija en lo que llevamos de año. El rendimiento de la deuda pública alemana mostró una evolución similar, al caer 30 puntos básicos durante el mes.
La primera comparación trazada por analistas y observadores ha sido con el brote del síndrome respiratorio agudo y grave (SARS, por sus siglas en inglés) de 2003, aunque la nueva cepa del coronavirus parece ser mucho más contagiosa que su predecesora, si bien hasta el momento presenta, afortunadamente, una tasa de mortalidad inferior. Más allá de su indudable dramatismo desde el punto de vista humano, el impacto último de la situación —aún muy inestable— sobre la economía china y mundial sigue resultando incierto. Gracias a la rápida respuesta de las autoridades chinas a la hora de aislar las zonas más afectadas, la propagación del contagio debería continuar siendo limitada, si bien el número de casos confirmados a escala internacional no se ha estabilizado aún.
Por otra parte, el brote ha dejado prácticamente paralizada tanto a la economía china como a las cadenas de suministro internacionales que dependen del país. Las autoridades respondieron con celeridad mediante recortes en los tipos de interés empleados en las operaciones de mercado abierto e inyecciones de liquidez, y se espera que en las próximas semanas se anuncien más medidas de este tipo.
Con todo, el coronavirus se dejará sentir a buen seguro en los próximos datos publicados; así, las estimaciones de consenso iniciales apuntan a una merma de entre un 0,3% y un 0,5% en el crecimiento chino, en promedio, a lo largo de 2020. No obstante, estas previsiones dependerán del momento en que se reinicie la actividad económica. De producirse nuevas alternaciones en las cadenas de suministro internacionales, las estimaciones se volverán probablemente más pesimistas y asistiremos a un nuevo episodio de aversión al riesgo.
En adelante, el brote del coronavirus continuará siendo una de las principales preocupaciones para los inversores, por lo que en Fidelity International estarán muy pendientes de su evolución. Pese a que no cabe descartar nuevas pérdidas de valor en los activos de riesgo, si se apreciaran señales de que el contagio remite se podría asistir a una recuperación igual de rápida de estos activos.
Entretanto, los bancos centrales mantienen una postura de cautela. Ni la Fed ni el BCE modificaron sus tipos en sus reuniones de enero, pero adoptaron un tono expansivo. Aunque el impacto del coronavirus sobre la economía mundial podría resultar únicamente temporal, los dos bancos centrales están preparados para actuar si la situación continuase empeorando.
No obstante, de los dos, el BCE es el que posiblemente disponga de menor margen de maniobra, por lo que probablemente tenga que ceder el testigo a la política presupuestaria antes que su homólogo estadounidense. A más largo plazo, continuamos prefiriendo la deuda pública de EE.UU. a la de Alemania, aunque por el momento esta visión está más que compensada por los modelos cuantitativos de Fidelity International, que han adoptado una postura más cautelosa sobre la deuda pública estadounidense debido a las señales de valoración y momentum. Por ello, en conjunto, la gestora ha reducido de forma táctica su exposición a duración durante el rally de este mes, si bien no esperan que los rendimientos aumenten de forma significativa desde su nivel actual.
El Banco de Inglaterra (BoE) fue la excepción a la actitud de prudencia adoptada por la mayoría de los bancos centrales ante el aumento de la incertidumbre. En la última reunión de Carney, que los mercados aguardaban con expectativas divergentes (recorte de tipos y sin cambios), el Banco optó por mantenerse a la espera sin variar los tipos, si bien recortó sus previsiones de crecimiento e inflación. Habida cuenta de que la deuda pública británica ofrece un rendimiento de 50 puntos básicos, tan solo 10 puntos básicos por encima de sus mínimos históricos, en Fidelity están tranquilos manteniendo un posicionamiento infraponderado.
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