Muchos analistas han evaluado las consecuencias que ha tenido la tensión comercial entre Estados Unidos y China para el crecimiento global, para la propia China y para Estados Unidos. Ahora toca el momento de examinar los términos acordados en la fase I del acuerdo, que esta semana finalmente se firmó, y lo que se puede esperar de la fase II que aún queda por acordar y firmar.
El acuerdo, un documento de casi 90 páginas, recoge el compromiso de China de comprar bienes estadounidenses por valor de 200.000 millones de dólares, y la promesa de cambiar sus polémicas prácticas en el ámbito de la propiedad intelectual. También incluye un apartado de dos páginas por el que ambas partes se comprometen a informar sobre sus reservas de divisas, e incluye algunos mecanismos para garantizar su cumplimiento. También contiene otros aspectos como la mayor apertura del mercado chino a las empresas estadounidenses, pero mantiene en vigor los aranceles a productos chinos, por un valor de 360.000 millones de dólares.
Pese a que el acuerdo fue muy bien recibido por los mercados y supone el primer paso para poner fin a la temida guerra comercial, algunos analistas son prudentes y quieren esperar a ver el acuerdo complemente cerrado cuando se apruebe su segunda fase. “En este momento queda abierto a la opinión de cada uno pensar si el acuerdo de ayer representaba la primera fase de un acuerdo comercial mayor o si se trataba únicamente de una tregua en la batalla comercial iniciada por la administración de Trump, pero el documento que se firmó en la Casa Blanca ha tenido un impacto mínimo en los mercados. Se desconocen los posibles efectos de esta tregua, aunque sí incrementa la importancia de las elecciones presidenciales estadounidenses de este año, puesto que es posible que Trump retome las hostilidades en caso de ser reelegido”, señalan los analistas de Monex Europe.
Según Mathilde Lemoine, economista jefe del Grupo de Edmond de Rothschild, “la firma del acuerdo entre China y EE.UU. de la fase I no bastará, lamentablemente, para restaurar la visibilidad en el comercio mundial. La batalla por el liderazgo mundial entre los dos gigantes es uno de los acontecimientos más impactantes de esta nueva década». En su opinión, este acuerdo parcial entre corre el riesgo de “reforzar el deseo de Donald Trump de aumentar los derechos de aduana con respecto a la Unión Europea y los suizos. Ya ha obtenido concesiones de los japoneses en cuanto al comercio de automóviles, y los europeos son los siguientes en la lista. Además, al haber puesto a Suiza de nuevo en la lista de países que hay que vigilar de cerca en el informe del Tesoro al Congreso publicado el lunes 13 de enero de 2020, el presidente estadounidense está demostrando que un acuerdo con China no es el final de la historia. En Suiza son las compañías farmacéuticas las que podrían ser las primeras víctimas”.
Ante la fase II
Lemoine señala que si se detiene la escalada arancelaria, el 69% de las importaciones estadounidenses procedentes de China y el 58% de las importaciones chinas procedentes de Estados Unidos seguirán enfrentándose a aranceles más altos, según las estimaciones de Edmond de Rothschild. “Esto influye sobre el crecimiento de EE.UU. en 0,4 puntos de crecimiento y sobre el crecimiento de China en 1,1 puntos. Pero, sobre todo, habría que esperar a la fase 2 para la transposición de este acuerdo a la legislación nacional. Esta fase II es hipotética ya que Trump ha comenzado su campaña”, añade.
Para Esty Dwek, Head of Global Market Strategy en Natixis IM Solutions, el acuerdo es “ilusionante” a día de hoy. “Un acuerdo global resulta ilusorio a día de hoy aunque, ambas partes tienen importantes motivos para evitar una escalada de las tensiones, especialmente Trump en el que podría ser el año de su reelección como presidente. Por parte del gigante asiático, la tregua comercial, junto con la reciente flexibilización monetaria del PBoC, ayudaría a respaldar un crecimiento superior al 6%”, afirma Dwek.
La evolución de toda esta guerra comercial ha puesto el foco en los activos estadounidenses. “Independientemente de lo que ocurra con el proceso, creemos que hay razones para permanecer invertidos en los mercados emergentes, siguiendo un enfoque cauteloso y selectivo”, apunta Jin Zhang, gestor de carteras en Vontobel Asset Management. Según su análisis, resulta llamativo que aunque los mercados bursátiles han tenido un buen desempeño y parecen estar ignorando la evolución de las negociaciones entre ambos países, ambas economías siguen soportando aranceles y la situación sigue siendo un riesgo potencial.
“Las negociaciones de la fase dos también continuarán, ya que el acuerdo de la fase uno allana el camino. La fase dos será difícil, pero hay posibilidades de llegar a acuerdos sobre una serie de cuestiones como la protección de la propiedad intelectual y la transferencia de tecnología. En el proceso, no podemos descartar las posibilidades de que las negociaciones se atasquen o que se aumenten los aranceles, pero creemos que serán retrocesos temporales. Las dos economías están muy entrelazadas entre sí. Eso produce fuertes incentivos para gestionar las diferencias y resolver problemas. China necesita su entorno externo para dejar de deteriorarse y para los Estados Unidos, es importante mostrar un progreso periódico en un año electoral en lugar de presionar por un costoso «desacoplamiento» demasiado rápido.
En opinión de Serge Pizem, Global Head of Multi-Asset Investments de AXA Investment Managers, existe el peligro de que este enfrentamiento se transforme en una “guerra fría» económica. “En el caso de que ocurra, esto jugará indudablemente un papel determinante en la trayectoria de la economía global a medio plazo. El presidente Trump podría buscar una tregua temporal, incluso haciendo concesiones, ante la inminencia de las elecciones. Pero no estamos cerca de una verdadera resolución y esperamos un periodo de incertidumbre que potencialmente impactará negativamente en el crecimiento de EE.UU., China y el resto del mundo”, afirma Pizem.
Efecto sobre los activos
A pesar de ello, se considera “razonablemente optimista” sobre la renta variable, con una aproximación táctica hacia los sectores cíclicos, que han permanecido notablemente rezagados. “Hay margen para algunas revisiones al alza para el crecimiento, particularmente en el caso de Alemania y China si la actividad manufacturera repunta, y de Reino Unido, si es capaz de alcanzar un acuerdo factible con la UE, lo que podría llevar a una mejora del desempeño de los mercados. Posiblemente los últimos años hayan roto todas las reglas en cuanto a expectativas de mercado. Pero una cosa es segura, la volatilidad no permanecerá dormida indefinidamente. Por eso, una estrategia diversificada entre distintas clases de activos podría ser la mejor forma para los inversores de prepararse para afrontar la volatilidad cuando ésta vuelva”, añade.
Tanto Zhang como Pizem coinciden en destacar que el punto de conflicto entre Estados Unidos y China radica en el liderazgo mundial y no se limita a lo comercial. Y también en que no por ello los inversores deban “esconderse” en lugares o activos tradicionalmente más seguros.
“Creemos que las empresas de alta calidad son la mejor manera de preservar la riqueza en un mundo de bonos cada vez más rentables. El rendimiento negativo es un reflejo de las dificultades para lograr el crecimiento, y solo las mejores empresas tienen la fortaleza para lograr el crecimiento en entornos difíciles. Nuestro objetivo es elegir carteras de grandes empresas, sin importar dónde se encuentren, para nuestros clientes. Eso incluye los mercados emergentes. El crecimiento en esta región es, en general, aún mayor que el de los mercados desarrollados. Hay muchas franquicias fuertes que son competitivas a nivel mundial y solo se pueden encontrar en mercados emergentes”, concluye Zhang.