Con los tipos de interés en niveles históricamente bajos, la deuda inmobiliaria comercial, la deuda de infraestructuras y la deuda corporativa son cada vez más atractivas, pero no solo porque sus yields sean potencialmente más altos. En este artículo, comparamos la deuda privada con la pública y resaltamos algunos beneficios de invertir en la primera.
Acceso a motores únicos
Una de las ventajas de la deuda privada es que permite invertir en mercados que de otra forma no serían accesibles. Por ejemplo, en infraestructuras, puede ofrecer acceso a segmentos como las energías renovables. En Reino Unido y Europa, los proyectos de renovables suelen estar respaldados por subsidios gubernamentales que los salvaguardan frente a las fluctuaciones en los precios de la energía. Y lo que es más importante: la compañía puede utilizar los pagos por la energía que ofrece para crear un flujo de caja estable para los inversores.
Algunas empresas de servicios públicos cotizadas también cuentan con proyectos de renovables, pero sus negocios son tan extensos que exponen a los inversores a fluctuaciones en el precio de la energía y a los cambios en los precios minoristas. Al incluir proyectos renovables en sus carteras, los inversores pueden obtener exposición potencial a motores que son más idiosincráticos y que están menos ligados al ciclo económico, para diversificar así las fuentes de rentabilidad. Los retornos no se ven influenciados por los cambios en los precios, sino por factores ambientales y riesgos tecnológicos específicos del proyecto.
Acceso a emisores más pequeños
La deuda inmobiliaria comercial en los mercados privados suele englobar uno o algunos activos en diferentes regiones en Reino Unido. Los motores subyacentes del mercado varían en función del sector y de la localización. Una oficina en una ubicación prime en Londres tiene motores económicos diferentes a un parque industrial en el norte de Inglaterra. La deuda comercial inmobiliaria nos permite invertir en emisores pequeños o menos comunes con activos únicos. Estas compañías no suelen buscar financiación en el mercado público de bonos.
Influencia directa
Los inversores en deuda privada pueden tener una influencia mucho mayor en la negociación y estructuración de la deuda, ya que esas inversiones suelen hacerse a la medida de las necesidades específicas del activo o de la compañía que está siendo financiada. Además, suelen tener algún tipo de cláusula financiera, como puede ser un determinado nivel de deuda o de rentabilidad que, si se incumple, alertaría a los inversores y les permitiría intervenir para evitar problemas.
Estructura de la deuda y valores de recuperación
Cerca del 95% de las emisiones del mercado público de bonos no están aseguradas por activos que podrían ser vendidos para repagar a los inversores en el caso de que se produjese un impago. En los mercados privados de deuda, casi todas las emisiones están aseguradas, por lo que se reduce el riesgo para los inversores.
Si se produce un impago, los valores de recuperación para los activos privados suelen ser mucho más elevados que los de los mercados públicos. Concretamente, un bono corporativo privado tiene un valor de recuperación de cerca del 80%, mientras que el de uno público no asegurado es del 50%.
Flexibilidad en la negociación
Un bono puede ser vendido a muchos participantes en el mercado. Las operaciones privadas implican a muchas menos partes –normalmente el prestatario y/o un pequeño número de inversores-, lo que aporta un margen considerable en las negociaciones. Por tanto, si un inversor tiene un determinado requisito, puede trabajar con el prestatario para gestionarlo.
Ratings
Los bonos públicos suelen contar con el rating de agencias de calificación, lo que da a los inversores una idea de su calidad y su riesgo. Por el contrario, la mayoría de la deuda privada carece de dichos ratings: corresponde al inversor o al gestor llevar a cabo el análisis dentro de la valoración del crédito. Pero eso también significa que menos inversores podrán participar en la deuda, por lo que hay menos competencia. Además, esta realidad alienta un enfoque más prudente respecto a la gestión del riesgo, que depende de un análisis robusto de la deuda, lo que contrasta con los mercados públicos de bonos, que suelen depender de las agencias.
Compensación por la iliquidez
Los bonos públicos se negocian de forma activa, lo que hace que los precios de mercado estén disponibles inmediatamente; mientras que los activos privados no suelen negociarse de manera regular, por lo que no existen precios de mercado inmediatos para ellos. En cambio, se valoran a un “coste amortizado” o mediante el cálculo de su “valor justo”.
La deuda privada y otros tipos de activos ilíquidos suelen pagar yields más elevados para compensar a los inversores el hecho de que no puedan liquidar de forma inmediata una posición. Este potencial retorno extra frente a los bonos públicos comparables se conoce como “prima de iliquidez”.
Conclusión
La inversión en deuda privada ofrece muchas potenciales ventajas: yields más elevados, seguridad, flexibilidad e influencia sobre la estructura del activo, y el derecho a intervenir si surgen problemas. También puede mejorar la diversificación de la cartera, al ofrecer exposición a motores idiosincráticos diferentes.
Estas ventajas conllevan un pero. La falta de un mercado en el que operar de forma inmediata limita la capacidad de los inversores para cambiar las posiciones rápidamente. Por tanto, es fundamental invertir solo en activos bien estructurados que estén gestionados de forma profesional y que hayan pasado por un proceso de valoración crediticia.
Tribuna de Marianne Zangerl, directora de inversiones de Aberdeen Standard Investments