El cambio climático es una de las principales megatendencias de inversión. Muestra de ello es el gran número de productos que las gestoras han lanzado durante el último año como consecuencia del mayor interés que despierta entre los inversores finales e institucionales la inversión responsable, y en particular todo lo que tiene que ver con el clima, el cambio climático o el calentamiento global.
La gran pregunta es cómo abordar este campo de inversión y para lo cual cada gestora tiene sus propias ideas de inversión. DWS, por ejemplo, entre otros aspectos, apuesta por las infraestructuras resistentes al clima. “Los criterios ESG y la sostenibilidad en el sentido más amplio son fundamentales para DWS como gestor fiduciario de activos. La firma se ha dedicado durante mucho tiempo a asegurar que sus clientes puedan tomar decisiones sostenibles: DWS integra los criterios ESG y cuestiones sociales como el riesgo climático en su estrategia de inversión, la gestión de riesgos, la asignación de activos, la gobernanza y las actividades de stewardship”, explican.
La mayoría de las gestoras están alineadas con las consecuencias del calentamiento global. “Somos tanto responsables como perjudicados ante este impacto medioambiental. Como inversores comprometidos y con fuertes convicciones, queremos participar activamente en la transición energética y ecológica necesaria para conservar nuestro planeta tal y como lo conocemos. Nuestro objetivo es dirigir los activos bajo gestión hacia las oportunidades que presentan esta transformación, protegiéndolos al mismo tiempo de los riesgos relacionado como por ejemplo el aumento de la temperatura de la Tierra”, sostiene Marie Lassegnore, gestora de fondos de La Française AM.
Como ejemplo de la implicación que tiene para las inversiones, Lassegnore explica que la prima de riesgo de la renta fija apenas integra actualmente el riesgo climático. “Este riesgo varía en función del sector. Para la industria petrolera, por ejemplo, un gran riesgo es el de los activos en desuso o bloqueados. Un estudio de Carbon Tracker analiza el gasto de inversión (CAPEX) de 72 compañías de exploración y producción petrolífera y demuestra que, si la demanda mundial descendiera en línea con un escenario de + 1,75°C, se podrían economizar 1,6 trillones de dólares en activos, con la consiguiente desaparición de su valor en los balances de las empresas que los poseen”.
En este sentido, tanto los inversores como los gestores de fondos, necesitan entender cómo estos cambios afectarán al valor de sus activos. “La evaluación de los riesgos y oportunidades del cambio climático debería constituir un componente central en los análisis de inversión que se realizan, así como la integración de los factores de medio ambiente, la sociedad y la gobernanza (ESG)”, defiende Eva Cairns, analista de ESG de Aberdeen Standard Investments, en su último artículo de opinión publicado en nuestra web.
Como consecuencia, y ante la necesidad de acelerar la financiación de la transición en muchos sectores, hemos visto surgir el mercado de los bonos verdes. Según Lassegnore, “este mercado ha crecido exponencialmente en los últimos cuatro años, después de que emisores industriales y financieros adoptaran dicho concepto. La emisión de estos bonos está vinculada a proyectos de inversión en energías renovables, real estate de alta calidad medioambiental y la financiación de proyectos verdes por parte de los bancos”.
Desde la óptica del inversor, y en opinión de Simon Webber, gestor del Fondo Schroder ISF Global Climate Change de Schroders, hay tres razones principales que explican por qué el cambio climático se ha convertido en un tema acuciante hoy para los inversores. “Las tecnologías más importantes para el cambio climático, como las energías renovables y los vehículos eléctricos, han alcanzado la madurez en términos de coste y eficiencia. El coste de estas tecnologías se ha reducido hasta el punto de que son competitivas y ya no requieren financiación por parte de los contribuyentes. Y, a día de hoy, son las formas más baratas de generación de energía. En el caso de los vehículos eléctricos, serán la forma más barata de movilidad”, argumenta Webber.