El electorado argentino se ha pronunciado y el mensaje que ha dado el domingo 11 de agosto es contundente, si no ocurre un milagro para el oficialismo, Alberto Fernández va a ser el próximo presidente de Argentina.
Ni los políticos más optimistas del Frente de Todos (agrupación a la cual pertenece Alberto Fernández) esperaban un resultado con una diferencia de tal magnitud (más de 15%). Las encuestas, cuya credibilidad ha quedado por el piso, tenían proyecciones que iban desde el empate, las más favorables al oficialismo, hasta una victoria por 7 u 8 puntos por parte del peronismo.
La derrota fue aun peor en la Provincia de Buenos Aires, donde Juntos por el Cambio presentaba su candidato con mejor imagen, María Eugenia Vidal. El oficialismo se vio derrotado en todas las provincias con excepción de Córdoba y la Ciudad de Buenos Aires, pero
aún en estos casos la diferencia fue menor a la esperada.
El efecto de este acontecimiento en los activos argentinos ya es conocido por todos: i) Depreciación de casi 30% para el peso argentino; ii) ADRs con caídas de más del 50%; iii) Bonos
cotizando con paridades cercanas al 50% para casi toda la curva soberana, empinando aún más una curva ya empinada; iv) CDS de 5 años arriba de los 2000 bps.
Es claro que las cotizaciones de bonos argentinos que antes reflejaban una reestructura amigable (estiramiento de plazos principalmente, al estilo Uruguay en 2003), hoy ya reflejan un potencial recorte en el valor nominal de los bonos (más similar a la reestructura Argentina
2005).
El salto del tipo de cambio, con la mayor parte de la deuda denominada en dólares, provoca que una situación de problemas de liquidez se pueda ir transformando en un caso de insolvencia.
La incertidumbre de los inversores en este momento es mayúscula. Se hace un examen minucioso de todo aquello que dice, o deja de decir, Alberto Fernández, buscando pistas de si el próximo gobierno va a ser similar al último del periodo Kirchnerista (2011-2015) o si
veremos una versión más amigable con los mercados.
Su discurso al momento es de una ambivalencia que parece perfectamente estudiada.
Tomemos por ejemplo sus declaraciones con respecto a que piensa hacer con la deuda argentina. Por un lado, declara que bajo ningún contexto Argentina va a ir al default, pero al mismo tiempo critica al gobierno por haber llevado la deuda a niveles insostenibles.
Algo similar ocurre con la Política Monetaria, haciendo mención que hoy el tipo de cambio parecería estar en valores de equilibrio y que el Banco Central no debería usar reservas para sostener el dólar artificialmente, pero al mismo tiempo Sergio Massa (primer candidato a Diputados por la Provincia de Buenos Aires) cuestionando al Banco Central por la devaluación excesiva del dólar.
Parecería que la estrategia de la oposición es de ayudar lo mínimo indispensable para que la situación no se convierta en un caos, pero nada más allá de eso.
También es una incógnita quienes van a ser los principales referentes en materia económica en un futuro gobierno de Alberto Fernández. Se especula que Guillermo Nielsen (Subsecretario de Finanzas durante la gestión de Roberto Lavagna) y Matias Kulfas (ocupó la Gerencia del BCRA cuando Mercedes Marcó del Pont era presidenta), son los principales candidatos, pero nada se sabe a ciencia cierta.
Por otro el Gobierno está atrapado en el dilema entre seguir en modo campaña electoral hasta octubre o aceptar que la probabilidad de mantener el gobierno es casi nula y por lo tanto comenzar una especie de transición.
Es cierto que el gobierno no puede abandonar la carrera electoral ya que en Octubre no solo se elige presidente y gobernadores, sino que también se renueva una parte significativa del poder legislativo, y con una votación similar, el peronismo está muy cercano a conseguir la mayoría absoluta. Pero también es cierto que lo que se necesita en este momento es actuar de la mejor forma posible para frenar este temporal.
La conferencia de prensa de Mauricio Macri del día Lunes 12 tampoco ayudo en los más mínimo para tranquilizar a los mercados. El presidente mencionó que los movimientos de los activos eran producto que el Kirchnerismo no es creíble y que la oposición debe hacer algo para ganar la credibilidad. Si bien esto probablemente sea cierto, manteniendo este discurso el presidente no es consciente que sigue alimentando una suerte de profecía autocumplida donde la más perjudicada va a ser la actual administración.
Se esperaba otro mensaje por parte del presidente argentino, donde comunicara medidas en materia económica o cambios en el gabinete (principalmente los elementos más “políticos” como Marcos Peña, fefe de gabinete), pero nada de ello ocurrió. Prevaleció en el gobierno la idea de luchar hasta el final evadiendo la realidad a toda costa.
Argentina no solo no tiene un sistema parlamentario, como la mayor parte de los países europeos, que permitiría una transición rápida en casos como este, sino que la problemática se ve agravada por un sistema de relección donde el presidente es al mismo tiempo candidato.
¿Cuál sería el mensaje ideal por parte de los dos frentes?
Por el lado de la oposición, Alberto Fernández debería emular a su amigo Lula da Silva, y tomar como ejemplo su “Carta al Pueblo Brasileño” del 2002, donde Lula, por aquel momento candidato a presidente, expresó su voluntad de cumplir los contratos firmados por su país, aumentando la tranquilidad del mercado.
El gobierno también debe colaborar, no solo utilizando todas las herramientas que estén a su alcance para contener la situación, sino también teniendo un discurso menos confrontativo e ir generando espacios donde se pueda empezar a conversar con la oposición. Si no es entre Fernández y Macri, por lo menos que sea entre los referentes de cada espacio.
La clase política Argentina tiene que superar su historial de autodestrucción y tratar de estar a la altura de esta encrucijada histórica.
Juan Manuel Lissignoli, CFA, es Portfolio Manager Cono Sur de QUEST ANDBANK/Wealth Managers