Los tipos de interés europeos se están adentrando cada vez más en territorio negativo haciendo caer la rentabilidad de la renta fija de modo generalizado. Los retornos de ciertos vencimientos de inversiones son negativos desde los bonos gubernamentales hasta instrumentos de deuda basura. En la Eurozona, la remuneración del tiempo y el riesgo crediticio ya es cosa del pasado.
Los inversores en bonos en euros tienen que lidiar con tratar de capturar algo de ganancia de capital a corto plazo de esta tendencia descendente de los tipos de interés, sabiendo de sobra las pérdidas que afrontan a largo plazo al mantener estos instrumentos hasta el vencimiento.
Mientras el Banco Central Europeo (BCE) espera a su nueva presidenta, Christine Lagarde, la retórica de su actual gestión se centra en una mayor acomodación, a través de tipos de interés más bajos o un regreso a la expansión cuantitativa (Quantitative Easing, QE), puede que ambos. Los tipos de interés negativos en Europa parecen estar preparados para seguir así más allá del mandato de Mario Draghi.
Es difícil comprender la finalidad de este tipo de política. Si esta intervención genera, por un lado, apoyo para los mercados europeos, por el otro, destruye el ahorro generado a través de tipos de interés absolutos y reales negativos. Sin duda, la idea detrás del sistema capitalista es crear riqueza a través de la remuneración de capital, y no absurdas inyecciones artificiales de liquidez, que en última instancia trabajan para perjudicarla.
Entonces, ¿por qué ha elegido el BCE este enfoque? Su objetivo anunciado ha sido el de estabilizar el sistema financiero europeo. La política de intervención de la institución también ha reforzado en gran medida su control monetario directo e indirecto. El BCE supervisa a la industria bancaria europea como su regulador. Influye en el precio de los bonos y de otros activos en los mercados financieros europeos a través de su política monetaria intervencionista, y genera la mayoría de la financiación para los Estados miembros soberanos individuales de la Eurozona.
Sin embargo, el BCE está sujeto ahora a un determinado número de restricciones. Poniéndose a sí mismo en el asiento del conductor financiero, la institución se encuentra en el punto de mira para evitar turbulencias en los mercados financieros europeos (un papel que el Banco de Japón conoce demasiado bien) y al mismo tiempo tiene que hacer frente al resentimiento político interno hacia su paradigma de “control monetario”. Con el tiempo, esta situación podría atrapar al BCE para que genere apoyo acomodaticio sin cesar, condenando a los ahorradores europeos a sufrir los tipos de interés negativos por un periodo de tiempo muy largo.
Tribuna de Steven Groslin, socio e integrante del comité ejecutivo de ASG Capital