Nunca se debe desperdiciar una crisis y si hay una región en el mundo que ha seguido este consejo al pie de la letra, ha sido Asia emergente. Tras dos décadas de su crisis cambiaria, estas economías han prosperado, beneficiándose de reformas institucionales, regulatorias y de mercados de capitales, que han impulsado su competitividad internacional. Es ya la región de más rápido crecimiento del PIB del mundo, superior al 6% anual. Además de este crecimiento vigoroso disfruta de una baja inflación, 2,4%, inferior a la de sus equivalentes de Latinoamérica y Europa Oriental y por debajo del resto de emergentes.
Con estos fundamentales los flujos transfronterizos de inversión en sus bonos, más amplios y diversos, se han quintuplicado hasta 1,6 billones de dólares en 15 años hasta 2016 y todo apunta a que pueden ser mayores a largo plazo. Merecen una posición estratégica para quienes deseen ingresos aceptables para diversificar carteras de renta fija global o emergente, así como inversiones en multiactivos. Efectivamente, a medida que más inversores internacionales se familiarizan con el papel de los bonos asiáticos en una cartera diversificada, por rentabilidad y baja volatilidad, su asignación, todavía muy inferior a la de otras regiones emergentes, debe aumentar.
Mientras el mercado de bonos de Asia se beneficia de una base de inversores nacionales numerosa y estable, principalmente instituciones, que tienen mayor horizonte temporal y tolerancia a las fluctuaciones de las divisas. En China los inversores extranjeros representan 2% del mercado de bonos en renminbi y más del 70% de nuevas emisiones en el mercado crediticio asiático es de inversores de la región -más del 80% de las carteras de inversores en Asia está bonos de su país o región según el Banco Asiático de Desarrollo-.
Además la inversión intrarregional en estos bonos se ha multiplicado por nueve en 15 años hasta 2016, habiendo llegado a 461.000 millones de dólares. Este sesgo regional puede aumentar, pues los bancos centrales asiáticos, que albergan las mayores reservas de divisas del mundo, pretenden reinvertir en la región billones de dólares de ahorro acumulado.
A ello se añade que las autoridades monetarias asiáticas tienen gran interés en desarrollar sus mercados de renta fija para reducir dependencia de préstamos bancarios a corto plazo y afianzar la resistencia del sistema financiero, con proyectos como la Iniciativa para mercados de bonos asiáticos.
Hay que tener en cuenta que los bonos del Estado en moneda local o dólares, crédito y deuda “onshore” china en renminbi muestran rentabilidades ajustadas a volatilidad mejores que muchos equivalentes de emergentes y desarrollados. Los bonos chinos en renminbi, por ejemplo, se han comportado mejor que la media en todas las ventas masivas importantes de emergentes la última década. Además los bonos asiáticos rara vez fluctúan al unísono con activos tradicionales como la deuda desarrollada, renta variable y materias primas -no son especialmente sensibles a dichos precios, sobre todo su crédito, cuya exposición a petróleo, gas, metales y minería es menor que en otras regiones-.
En especial los bonos en moneda local deben beneficiarse del fortalecimiento de estas divisas a medio plazo -ha sido históricamente una fuente clave de rentabilidad, hasta una cuarta parte del total-. Actualmente las divisas asiáticas, según nuestros economistas, se cambian a mínimos desde la crisis financiera de 1997-1998, difícil de justificar dado el rápido aumento de la productividad en la región, especialmente en el caso del renminbi, cuyo proceso de internacionalización debe atraer mayor afluencia de inversión extranjera.
Nuestros economistas prevén un cambio de a seis renminbi por dólar los próximos cinco años, más si el crecimiento económico y la productividad sorprenden al alza.
Tribuna de Raymond Sagayam, CFA, director de inversiones en renta fija de Pictet AM.