Los bonos verdes siguen siendo objeto de un gran debate, pero ahora las oportunidades permiten que los inversores se muestren más activos que nunca. Aunque el mercado de los bonos verdes ya cuenta con más de 10 años de existencia, sigue generando un gran debate. Algunas de las preguntas están totalmente justificadas, mientras que otras parece que ya han encontrado respuesta.
Este es el caso de la definición de los bonos verdes y, de un modo más amplio, qué es lo que define a un proyecto o empresa “verde”. Como cabía esperar, actualmente se está creando una definición de carácter normativo. Se espera que la definición final se acerque mucho a las prácticas actuales de los mercados, es decir, que incluya los productos que cumplan los principios de los bonos verdes y que se consideren elegibles basándose en una clasificación relativamente consensuada similar a las existentes en la actualidad.
La nueva definición normativa dará respuesta a varias preguntas y debería, por encima de cualquier otra consideración, abrir nuevas oportunidades de desarrollo en este mercado. En primer lugar, habrá oportunidades para los inversores, que verán cómo las posibilidades de asignación de sus inversiones se amplían para incluir las soluciones verdes. En segundo lugar, las autoridades tendrán un instrumento financiero claramente definido a su disposición, que podrán asociar a los mecanismos diseñados para incentivar a los emisores.
Por último, y lo más importante, será más fácil para los emisores identificar proyectos adecuados para una financiación de naturaleza ecológica. Esto ayudará a las empresas y, de forma más específica, a los grupos industriales, que se muestran menos activos en este sentido. Esto les permitirá acceder a este mercado de un modo más sencillo, sin el miedo a una reacción negativa debido a la selección de un proyecto sin el consenso del mercado. Debido al gran impacto medioambiental de las industrias en general, esto permitirá dar un paso clave hacia el cumplimiento del objetivo de que la temperatura del planeta no suba otros dos grados centígrados.
Este punto genera preguntas: ¿qué emisores estarán legitimados para utilizar el mercado de bonos verdes para obtener financiación? ¿Hay industrias o sectores que quedarán excluidos de forma automática? ¿Solo las empresas con los mejores historiales medioambientales podrán emitir bonos verdes?
Si el objetivo es recompensar las mejores prácticas, sí, no hay duda de que se dará esta situación. Sin embargo, si el objetivo es promover una transición hacia modelos con menos emisiones de carbono, el acceso a este mercado debería estar abierto al mayor número posible de emisores. Aunque el acceso no se debe otorgar a cualquier precio o sin condiciones, si una empresa con una fuerte huella medioambiental se está esforzando por seguir una estrategia de transición creíble y ambiciosa para reducir su impacto ambiental debe recibir ánimos y apoyo.
Tener fe en una empresa que muestra este tipo de ambición no es diferente a aceptar la palabra de un equipo de dirección en relación con su trabajo en términos de crecimiento de ingresos, desapalancamiento u objetivos de mejora de márgenes. La observación a lo largo del tiempo permitirá distinguir a los emisores fiables de aquellos que no lo son. La exclusión automática de una serie de industrias en función de su impacto negativo actual, sin aceptar que pueden ser capaces de reducir de forma significativa dicho impacto, elimina cualquier posibilidad de transición hacia una economía con menores emisiones de carbono.
Medir el impacto medioambiental es otra área clave que se debe desarrollar partiendo prácticamente de cero. Afirmar que una inversión determinada tendrá un impacto positivo en la transición energética y climática no es suficiente. El impacto se debe demostrar, o mejor aún, cuantificar. Aunque existe un amplio consenso acerca de los indicadores más relevantes, especialmente el cálculo de las emisiones de CO₂ evitadas, no parece haber un indicador único aplicable a todos los tipos de proyectos y en todos los contextos.
Por lo tanto, se requiere una evaluación de impacto multidimensional, lo cual no resulta tan complicado. No obstante, aunque se requieren indicadores detallados, el hecho de centrarse en los datos no debe eclipsar el fundamento básico de la inversión, es decir, la participación en la financiación de la transición hacia modelos con menores emisiones de carbono. Por lo tanto, en algunos casos, la evaluación cualitativa de una inversión puede que sea más relevante que la definición de un indicador estandarizado. La importancia de una inversión que busca preservar y restaurar la biosfera de los océanos, que son sumideros de carbono, o el valor de un proyecto de reforestación en una región sobreexplotada, no se puede negar. ¿Cuántas toneladas de emisiones de CO₂ se han evitado? ¿Es eso realmente lo que cuenta?
No todos los ejemplos son tan fáciles de medir y, aunque el impacto de algunas industrias se puede determinar de forma sencilla, es necesario utilizar un razonamiento diferente para analizar las elecciones de inversión necesarias cuyo impacto puede que no sea cuantificable. Las inversiones en soluciones de desarrollo, especialmente en proyectos industriales, son un buen ejemplo. Algunos proyectos, sin que necesariamente tengan un impacto positivo directo, o incluso negativo, fomentan la transición hacia un modelo con menos emisiones de carbono y, por lo tanto, no se deben ignorar. No debemos perder de vista nuestro objetivo inicial: promover un futuro sostenible para nuestra economía.
Tribuna de Julien Bras, gestor del fondo Allianz Green Bond de Allianz Global Investors.