Cerrar los ojos ante realidades que nos disgustan o incomodan no hará que éstas desaparezcan, pero sí reducirá nuestras posibilidades de reacción. Y eso es exactamente lo que puede suceder con el cambio climático: debemos adaptarnos, nos guste o no, y cuanto antes lo hagamos, más oportunidades tendremos. Las sequías, las inundaciones y los cambios extremos de temperatura se están haciendo más intensos e imprevisibles, con graves consecuencias sociales y económicas. Contemplar pasivamente cómo evolucionan los acontecimientos no es una opción. Hay que actuar. Y la acción requiere movilizar recursos.
La UE ha puesto cifras a estas necesidades: se precisa invertir al menos 180.000 millones de euros al año en proyectos sostenibles, destinados a sectores como transportes limpios, gestión de residuos, generación y transmisión de energías renovables. Este es el esfuerzo necesario para que Europa pueda cumplir con el objetivo fijado en la cumbre del clima de París, celebrada en 2015 y conocida como COP21, que aspira a reducir en un 40% las emisiones de CO² en todos los sectores económicos, tal y como explicamos en nuestro Anuario Axesor-IEB sobre Renta Fija y Financiación Alternativa. En definitiva, la UE quiere cambiar la huella de carbono por una huella verde. Las célebres tres P (People, Planet, Profit), acuñadas por el científico John Elkington hace ya 25 años, se convierten en el nuevo paradigma de la política económica… y de la inversión.
Los bonos verdes
Y es que buena parte de esta estrategia se está financiando mediante la emisión de los llamados bonos verdes (Green Bonds), que representan para los inversores un mercado con gran variedad de activos y que va al alza. Sirvan varios casos de ejemplo: el Nasdaq’s Sustainable Green Bond Market fue creado hace solo tres años en Estocolmo y ya ha alcanzado su emisión número 100; el Tesoro de Irlanda acaba de confirmar que planea lanzar su primera emisión de este tipo para financiar proyectos con los que hacer más verde su economía, dentro de una estrategia para la que el Gobierno irlandés contempla invertir 39.000 millones de euros; en España, la eléctrica Iberdrola ha asumido el liderazgo de los bonos verdes, con 7.200 millones de euros emitidos desde 2014; SEB, la entidad sueca que ayudó al Banco Mundial a diseñar el concepto de los Green Bonds, estima que el volumen de emisiones alcanzará este año un nivel récord de 185.000 millones de dólares (unos 159.660 millones de euros).
La primera emisión de Green Bonds la llevó a cabo el Banco Europeo de Inversiones (BEI) hace ahora 11 años. Fue un lanzamiento de 600 millones de euros, bajo la etiqueta de Climate Awareness Bond, para financiar 14 proyectos en seis países diferentes. Desde entonces, el BEI ha emitido más de 23.000 millones de euros en Green Bonds con el objetivo de financiar diversos proyectos en casi 50 países y ahora aspira a emitir 100.000 millones más antes del año 2020. Aunque tradicionalmente estaban vinculados a organismos multilaterales, actualmente se han incorporado a esta tendencia emisores públicos, tanto a nivel gubernamental como municipal (caso de la Comunidad de Madrid que ha emitido más de 1.500 millones de euros), y privados, incluidas varias entidades financieras o gigantes tecnológicos como Apple.
La huella verde se expande. Por ejemplo, en América Latina, la Corporación Andina de Fomento (CAF) ha lanzado recientemente desde Colombia su primera emisión de bonos verdes, dentro de un programa que aspira a alcanzar un volumen de 600 millones de dólares para financiar proyectos en toda la región a acelerar la transición de Latinoamérica hacia economía poco intensiva en carbono. En resumidas cuentas, el crecimiento global del mercado es exponencial, partiendo de prácticamente cero hace tan solo unos años, hasta llegar a los 150.000 millones de euros en 2017 y, como hemos visto, la historia continúa.
Los bonos verdes han lidiado desde el comienzo con el conflicto de la necesidad de estandarizar a nivel mundial los requisitos que certifiquen las características que debe cumplir una emisión para ser considerada verde. Se necesita evitar suspicacias a medida que nuevos emisores especialmente en las economías emergentes como China e India, se van sumando a la tendencia. Por otra parte, el volumen, aunque al alza, parece insuficiente para cumplir con los compromisos de lucha contra el Cambio Climático. Al mismo tiempo, estos activos también necesitan ser atractivos para los inversores, en un entorno global en el que la caída generalizada de los tipos de interés y los enormes volúmenes de deuda pública han convertido en un auténtico desafío la obtención de retornos. De hecho, en nuestro Anuario de Renta Fija también destacamos que en 2007 cerca del 80% de la renta fija con grado de inversiones proporcionaba en 2007 unas rentabilidades superiores al 4% (unos 15,8 billones de dólares), mientras que hoy, el umbral del 4% de rendimiento solo lo superan menos de un 5% de las emisiones investment grade (unos 1, 8 billones de dólares). En definitiva, los desafíos están ahí.
Pero no hay dudas sobre la tendencia y el propósito global de hacer el modelo económico global más sostenible, tal y como pone de manifiesto la nueva cruzada de la UE contra el plástico, presente en más de la mitad de los envases de consumo que circulan por el mundo. Y un dato interesante: la última colocación de Iberdrola, de 750 millones de euros con un cupón del 1,25% y una duración de ocho años, fue sobresuscrita tres veces. El camino está claro: seguir las huellas verdes.
Tribuna de Adolfo Estévez, managing director de Axesor Rating