El anuncio por el gobierno italiano de un objetivo de déficit del 2,4% del PIB para su presupuesto de 2019 (y los dos años siguientes) ha provocado intranquilidad en los mercados. En efecto, recordemos que el gobierno anterior se había comprometido a mantenerlo en el 0,8%, que el Ministro de Economía deseaba no superar el 1,6% y que el consenso había previsto un déficit en torno al 1,9%. Sin embargo, la situación no es tan sencilla.
Desde un punto de vista estrictamente económico, saber si el coeficiente de déficit/ PIB llegará al 1,9% o al 2,4% apenas tiene importancia. La preocupación reside, más bien, en la constitución de este déficit adicional. Efectivamente, está alimentado por los gastos, especialmente las rentas de la ciudadanía, que sostendrán el consumo, pero no aportarán ninguna solución al principal problema italiano, a saber, la debilidad de su crecimiento potencial (que se apoya, fundamentalmente, en la inversión y la capacidad de producción).
Además, para garantizar que el endeudamiento del país permanezca bajo control, este coeficiente se basa en hipótesis de crecimiento alcanzables (+1,6% en 2019), pero ambiciosas. O, dicho de otro modo, un coeficiente elevado pero debido a un gran programa de inversiones susceptibles de aumentar el crecimiento potencial y basado en hipótesis más prudentes sobre el crecimiento, habría sido -siempre en términos económicos-, mucho más aceptable.
Más allá de estas consideraciones, el problema de fondo es de carácter político. Evidentemente, esta cifra del 2,4% es una piedra lanzada por la coalición populista italiana en el estanque europeo, para provocar negociaciones. Además, desde el miércoles pasado, el Jefe de Gobierno, Giuseppe Conte, ha anunciado que, aunque el déficit será del 2,4% del PIB en 2019, bajaría al 2,1% en 2020 y luego al 1,8% en 2021. La Comisión Europea, a través de su Comisario de Economía, no podía considerar el proyecto italiano más que como un presupuesto “al margen de los límites establecidos”.
No obstante, a pocos meses de las elecciones europeas, la posición de la Comisión es delicada. Por una parte, en un momento en que los movimientos populistas ganan terreno globalmente por toda Europa, el hecho de que una coalición de partidos populistas consiga ponerse de acuerdo en un tema tan crucial como el presupuesto no es nada alentador. Por otra parte, el presupuesto italiano constituye un presupuesto de reactivación. Mientras que el final de las políticas de austeridad constituye la tendencia de fondo en Europa y que uno de los principales retos económicos de la zona euro gira en torno al crecimiento potencial y a la inversión, es complicado que la Comisión Europea se oponga firmemente a una voluntad de recuperación presupuestaria.
Por lo tanto, la institución europea, que recibirá oficialmente el proyecto de presupuesto italiano el 15 de octubre y que debe publicar sus recomendaciones a final de mes, sin duda tendrá que negociar. Esto es probablemente lo que buscan los dirigentes italianos. Hasta entonces, también habrá que vigilar los anuncios de Moody’s y de S&P sobre la calificación de la deuda italiana, el 26 de octubre. Aún quedan tensiones en perspectiva.
Tras una primera estimación decepcionante, los precios mínimos de importación (PMI) finales para el mes de septiembre en la zona euro han resultado estar en línea con las previsiones. Las cifras francesas han sido mejores que lo previsto, mientras que Alemania y España han decepcionado un poco. Igualmente, cabe señalar las cifras italianas, con un PMI manufacturero que -en el 50,0- flirtea con la zona de contracción de la actividad, pero con un PMI de servicios que ha sorprendido al alza (53,3 frente al 52,8 previsto).
Sin grandes sorpresas en la publicación del informe de septiembre sobre el empleo estadounidense. La cifra sobre creación de empleo, que ha resultado ser inferior a las previsiones (121.000 nuevos empleos frente a los 180.000 previstos), se compensan con la revisión al alza de la cifra del mes de agosto (254.000 frente a las 204.000 iniciales). Con el 3,7%, la tasa de desempleo ha alcanzado el mínimo en 48 años, pero la tasa de subempleo se ha recuperado ligeramente (7,5% frente al 7,4% en agosto), lo cual ha contribuido a mantener el crecimiento salarial al nivel previsto (+2,8% en un año).
Columna de Olivier de Berranger, director de gestión de activos en La Financière de l’Echiquier.