Cuando Lehman Brothers colapsó yo ya estaba trabajando en Edimburgo para el equipo de renta fija de Standard Life Investments. La noticia se produjo un domingo de madrugada, pero hubo que esperar al día siguiente para sentir el impacto total de aquel dramático evento que nadie esperaba. El ruido que hizo la noticia fue tan intenso que, en comparación, todo lo que ocurría al mismo tiempo parecía no tener importancia, sobre todo porque las implicaciones de la quiebra del banco de inversión estadounidense iban a ser inmensas.
Sin embargo, en nuestro equipo la sensación fue contradictoria y se vivió con cierto alivio, ya que no teníamos bonos de Lehman Brothers en cartera. Aunque en aquel momento no éramos conscientes de la crisis que se avecinaba, habíamos infraponderado los bonos estadounidenses y los de sus bancos. En aquellas circunstancias de mercado éramos bastante recelosos de los altos ratings de la banca de inversión y aunque no sabíamos qué iba a pasar con Bearn Sterns o Lehman Brothers, podíamos ver que las dos entidades eran los eslabones más débiles de la cadena. Desde luego nadie nunca pudo imaginar cuáles serían las ondas expansivas de la crisis.
Los diez años que han transcurrido tras la quiebra del banco de inversión nos ha hecho aprender algunas lecciones importantes. La principal y más evidente es que cuando Estados Unidos estornuda, el mundo se resfría. No hay escapatoria, ya sea en Estados Unidos, Europa o los mercados emergentes. Y esto mismo volvería a tener validez.
De lo que estamos casi seguros es que la próxima crisis no se desencadenará en los bancos. Aunque las entidades financieras no están exentas de riesgo en la actualidad, el mercado bancario ha mejorado en muchos aspectos, sobre todo en cuando a endeudamiento se refiere. Hace 10 años los bancos estaban apalancados hasta 30 veces, hoy esa cifra es mucho menor.
Lehman Brothers y la opacidad de los activos subprime en su balance provocó que la incertidumbre se cerniera sobre el sector al completo. Una vez que el banco de inversión se quebró, la preocupación era que el mercado debía centrarse en el siguiente en la lista –Morgan Stanley y Wachovia–. Pero ellos estaban en una mejor posición que los eslabones más débiles y, con la ayuda de la intervención regulatoria, lograron sobrevivir. Porque, de hecho, la intervención de los reguladores fue crucial para evitar una crisis aún peor, aunque se podrían haber extralimitado. El nivel de regulación del sistema bancario estadounidense es tan alto que, probablemente, el péndulo se haya balanceado demasiado. Una consecuencia adversa es que las compañías de pequeña y mediana capitalización, en muchos sentidos el corazón de la economía estadounidense, tuvieron dificultades para acceder a la financiación. Sólo hace un par de años han empezado a respirar de nuevo, conforme la regulación ha comenzado a relajarse.
También hemos visto una reacción popular. Los ciudadanos ahora confían menos y se ha impuesto una sensación de injusticia ante el rescate a los banqueros, incluso ante aquellos rescates que lograron salvar los trabajos de la gente y sus ahorros. Con todo, es comprensible que exista mucho enfado y esto podría hacer que la respuesta regulatoria a la próxima crisis sea mucho más difícil.
En el mercado hemos aprendido otras lecciones más aplicables a nuestro día en los mercados financieros. Por ejemplo, que las correlaciones entre activos siempre aumentan en periodos de risk-on y risk-off. La crisis señaló la importancia de saber diferenciar en el momento de tomar decisiones. Por ejemplo, elegir aquellas compañías que podrían sobrevivir durante la próxima tormenta.
A pesar de todo, todavía nos quedan muchas lecciones por aprender. Aunque el mundo está menos apalancado, es cierto que aún queda mucho endeudamiento en los balances de las empresas. Vemos cómo está creciendo también el apalancamiento en los mercados privados y eso debe ser gestionado con cuidado.
Otra lección que deberíamos haber aprendido es que aunque la sofisticación puede ayudar a diseminar el riesgo, no compensa los malos activos o la deuda excesiva. Una gran parte del problema hace diez años fue un exceso de complejidad y esto es algo a tener en cuenta en el futuro.
Tribuna de Craig MacDonald, head of credit en Standard Life Investments.