En Europa y en China, se han lanzado bastantes planes en los últimos meses para reducir estructuralmente la emisión de gases de efecto invernadero. A principios de julio, China propuso un ambicioso plan de acción para conseguir un aire más limpio para 2020, al que puso el original nombre de «plan de guerra para recuperar un cielo azul». Desde luego, es algo que hace falta en China, porque no sé si habrán estado recientemente en Beijing, pero allí el aire está verdaderamente contaminado. Un paseo de media hora por la capital china basta para tener que echar a lavar una camisa blanca y te hace sentir como si acabases de fumarte un paquete de cigarrillos, envase incluido. En los Países Bajos, también se están elaborando nuevos planes de emisiones. Aquí, el objetivo principal es limitar las emisiones de CO2. Los planes todavía tienen algunos cabos sueltos aquí y allá, pero se retomarán después de un caluroso (demasiado) verano en la tierra del pólder.
En el Reino Unido, por el contrario, tienen unos problemas totalmente distintos, y es que a ellos les falta CO2. Sí, de verdad; la primera vez que lo leí, tampoco me lo creí, pero los británicos tienen una necesidad imperiosa de CO2 este verano. Este gas de efecto invernadero se usa en las burbujas de la cerveza británica y de los refrescos y, con este clima tan cálido, hay una gran demanda de estas bebidas. Tanto Heineken como Coca-Cola han tenido que parar algunas de sus fábricas, lo que ha dado lugar a que los pubs de JD Wetherspoon se quedasen sin cerveza durante los últimos partidos del Mundial. Además de en la cerveza, el CO2 se usa para mantener los alimentos frescos en el envase y para aturdir al ganado antes de sacrificarlo. Por ejemplo, un matadero de Escocia ha cerrado debido al déficit de CO2.
Pese a que está disponible libremente y en cantidades cada vez mayores en nuestra atmósfera, el CO2 en el Reino Unido solo se obtiene como subproducto de la industria química. Sobre todo en la producción de amoniaco y dihidrógeno, el CO2 se recupera y se vende a la industria alimentaria. Y este verano, gran parte de la industria química en Inglaterra está inactiva. Por ejemplo, tres de las cinco fábricas de amoniaco británicas están paradas para realizar el mantenimiento estival. La demanda de amoniaco como componente de fertilizantes suele ser baja en verano. Además, el gas natural, de donde se obtiene el amoniaco, también se ha encarecido considerablemente en los últimos meses, lo que pone aún más presión sobre la demanda de amoniaco.
Dado que el coste de almacenar y transportar el CO2 es mucho mayor que el precio del CO2 en sí, importar CO2 desde el continente no parece ser una solución para los británicos en este momento. Parece incluso más barato importar la propia cerveza o, simplemente, dejar la cerveza más burbujeante y pasarse a la clásica ale británica. Se trata de elegir entre decir adiós a la cerveza o volver al sacrificio de animales sin anestesia. Hoy día, esta segunda opción no está permitida por la legislación europea, aunque podría quedar abolida con el Brexit en el Reino Unido, pero me parece poco probable esta cuestión esté ya en la agenda política de Downing Street. Por supuesto, el CO2 también puede obtenerse del aire. En un artículo reciente publicado en la revista MIT Technology Review, se explica que, con las últimas tecnologías, debería ser posible obtener CO2 de la atmósfera a un coste de 100 dólares por tonelada de CO2, lo que comienza a ser interesante desde el punto de vista del precio, pero aún no es viable.
Yo creo que aún podría ser más barato si lo recuperásemos de las numerosas centrales térmicas de carbón y de gas todavía en funcionamiento. Esta idea no es nueva y ya se ha probado muchas veces en el mundo con ayuda de subvenciones. En los Países Bajos, también se ha probado con la central térmica de carbón más nueva, ubicada en la llanura del Mosa, pero el año pasado se puso fin al proyecto porque, según los operadores, sería demasiado costoso almacenar el gas de efecto invernadero en un campo de gas vacío bajo el mar del Norte. Y esto a pesar de las subvenciones millonarias recibidas y a pesar del hecho de que el permiso para la central térmica se otorgó con la condición de que se recuperase y se almacenase el CO2. Originalmente, la idea era almacenarlo en un campo de gas agotado en el subsuelo de Barendrecht, lo que habría sido más barato, pero los habitantes de este municipio no se mostraron precisamente partidarios de este plan. Al contrario.
Pero si el almacenamiento del CO2 es un problema tan grande, ya sea en el mar del Norte o en nuestro subsuelo, ¿por qué no se lo damos a los ingleses? Seguro que se beberían a gusto una parte de nuestras emisiones.
Por Henk Grootveld, responsable del Equipo de Inversión en Tendencias Globales de Robeco