Estados Unidos ha activado otra ronda de medidas proteccionistas contra China. Aunque estas medidas no son precisamente favorables para el comercio mundial, la agitación de las bolsas responde más al miedo a una escalada que a su efecto real sobre los beneficios de las empresas. El juego de los posicionamientos políticos llevará a Trump a mantener su retórica proteccionista, lo que creará más volatilidad, pero tenemos motivos para ser optimistas en torno a China.
La última andanada de medidas proteccionistas del presidente Trump se dirige contra 200.000 millones de dólares de importaciones procedentes de China con un impuesto del 10% y se suma a los aranceles por valor de 34.000 millones de dólares que entraron en vigor el 6 de julio.
Para las próximas semanas están previstos otros 16.000 millones de dólares en lo que está convirtiéndose en una guerra comercial que crece en intensidad. Sin embargo, el efecto real sobre la economía es menor de lo que el tono de las bolsas sugiere.
Los efectos sobre China
Los últimos aranceles tienen dos efectos claros sobre China: el efecto sobre la economía y el efecto sobre las bolsas, que no son necesariamente los mismos. En su magnitud actual, los aranceles tienen un efecto relativamente pequeño sobre la economía. Calculamos que la primera ronda de aranceles podría reducir el crecimiento del PIB de China en 20 puntos básicos o menos.
Si esta trifulca comercial hubiera ocurrido hace cinco o diez años, habría sido mucho más perjudicial por los motores económicos que se daban entonces. Ahora, la economía china está más orientada hacia el mercado interno y ha diversificado sus socios comerciales; la iniciativa Belt and Road es un buen ejemplo de ello.
La confianza lastra las bolsas
Los aranceles están lastrando la confianza en las bolsas, lo que indica que se teme que lo peor podría estar por llegar, pero el efecto real sobre los fundamentales de las empresas no es tan fuerte, ya que el porcentaje de los ingresos que obtienen en EE.UU. las empresas del MSCI China es inferior al 5%.
Sin embargo, algunos sectores están más presionados, sobre todo aquellos con mayor exposición a EE.UU., como el textil, los componentes de automoción y los equipos tecnológicos. Las medidas de Donald Trump también están incidiendo en sectores que contribuyen ostensiblemente al gran superávit comercial de China con EE.UU., como la electrónica de consumo y los equipos tecnológicos, lo que explica parte de la volatilidad que han experimentado estas áreas.
Los aranceles decretados por Trump tienen su origen en gran parte en las próximas elecciones legislativas de noviembre y en el deseo del presidente de seguir controlando las dos cámaras del Congreso. Eso hace probable que mantenga su discurso, al menos hasta después de las elecciones.
Atentos a los riesgos
Hay algo a lo que presto más atención que a los aranceles y es el efecto de la desaceleración económica de China a raíz de la reducción del endeudamiento y las reformas. El crecimiento del crédito está frenándose perceptiblemente y podría suscitar temores deflacionistas.
La última vez que nos preocupamos por eso fue en 2015, cuando se desencadenaron tensiones en la bolsa y oleadas de ventas en los activos de riesgo en todo el mundo. Las buenas noticias son que el índice de precios a la producción de China se mantiene en terreno positivo y se ha estabilizado en torno al 3%-4%, por lo que China ya no está exportando deflación.
El enfriamiento del ciclo comercial mundial es un motivo de inquietud. Se está registrando una desaceleración clara de los volúmenes de mercancías despachadas en Asia debido a la caída de la demanda en Europa, más que en EE.UU. Ese es un factor potencialmente más inquietante, ya que el efecto de las guerras comerciales todavía está gestándose. A pesar de ello, el crecimiento de las exportaciones asiáticas aguanta por el momento.
Razones para ser optimistas sobre China
A pesar de los titulares, existen motivos para ser alcista en China. La tasa de crecimiento de la rentabilidad sobre recursos propios (ROE) es una de las más elevadas de Asia y los pronósticos sugieren que podría mejorar. La rentabilidad sobre recursos propios se apoya principalmente en la expansión de los márgenes, gracias a factores como la mejora de las tendencias del consumo (temática interna de China), la reducción de costes mediante la automatización y la consolidación sectorial.
Hace una década se contaban más de 200 empresas estatales, pero en la actualidad existen menos de la mitad tras la importante actividad de fusiones y adquisiciones de los últimos años. La naturaleza de estas fuerzas favorables apunta a una recuperación duradera de la ROE y los beneficios en los sectores de la nueva China, no solo en la energía al calor de la revalorización del petróleo.
Aunque China está ralentizándose, merece la pena señalar que ello se debe a áreas de la economía donde el gobierno está focalizando sus esfuerzos de desendeudamiento, como las inversiones en activos de infraestructuras. Por su parte, el tejido industrial privado está expandiéndose, sostenido por la determinación del partido gobernante de garantizar una financiación amplia y asequible para las pymes. Esa es un área prioritaria ahora que China está buscando motores de crecimiento para la próxima década.
Los riesgos traen oportunidades
Hace tres años, a los inversores les preocupaba la capacidad de China para actuar, no su disposición a hacerlo. Hoy en día, parece ocurrir lo contrario e indudablemente se trata de una dinámica más favorable. Además, los riesgos están aumentando, pero también los beneficios y las rentabilidades sobre los recursos propios. Todos estos factores deberían dar apoyo a los múltiplos de valoración, que ahora son más atractivos tanto en el mercado bursátil interno como en el externo.
George Efstathopoulos es gestor de fondos del área de Multiactivos de Fidelity.