El interés por el control de los riesgos es creciente, ya que pueden provocar pérdidas financieras que contrarresten los beneficios. En este sentido, para poder realizar una adecuada gestión del riesgo, es esencial conocer la evolución y contexto actual al que se enfrenta el sector asegurador.
En las últimas décadas la industria aseguradora se ha enfrentado a turbulencias financieras que supusieron una prueba a su capacidad de resistencia. A pesar de una perceptible recuperación económica, el entorno prolongado de bajos tipos de interés supone un reto para la actividad aseguradora en la gestión de sus activos financieros.
En este sentido, la evolución de los tipos de interés registrada con el cambio de siglo ha puesto de manifiesto un notable estrechamiento en la rentabilidad. Así, los tipos de interés bajos disminuyen el rendimiento de los activos en los que están invertidas las primas captadas, y afectan principalmente a los productos con elevadas tasas de interés garantizado.
La evolución de los tipos de interés es uno de los principales elementos de vigilancia del sector, que está propiciando un cambio en la composición de su cartera de inversión hacia activos con mayor riesgo (acciones, renta fija de menor calidad crediticia, etc.) que permitan obtener mayores rendimientos. Todo ello sin olvidar la adecuada gestión de los riesgos inherentes al activo, como el riesgo de mercado (volatilidad de los mercados de instrumentos financieros) y el riesgo de crédito (cambios de rating y spreads).
Este proceso de adaptación motiva que las aseguradoras adecuen su oferta de productos así como las estrategias de pricing, potenciando la comercialización de productos unit-linked para el ahorro a largo plazo (en los que el ahorrador asume el riesgo de inversión de forma total o parcial), productos sin riesgo de tipo de interés (como vida riesgo o No Vida), o reduciendo la rentabilidad garantizada.
La creciente longevidad
A más largo plazo, la creciente longevidad constituye un elemento de presión de especial impacto en la modelización de productos y riesgo técnico en compañías de vida. En efecto, los avances del sector sanitario y farmacéutico, unidos a la mejora en la calidad de vida, han propiciado una progresiva extensión de la esperanza de vida. Es quizás sorprendente constatar cómo la esperanza de vida al nacimiento en España (que a principios del siglo XX era de 38 años) alcanzó los 83,1 años en 2016.
Esta cifra situaba a España en el exclusivo grupo de países más longevos del mundo junto con Japón, Suiza y Singapur
Por si fuera poco, España es y será cada vez más longeva, manteniendo la tendencia en las próximas décadas. El porcentaje de población de 65 años y más, que actualmente se sitúa en el 19% del total de la población, pasará a ser del 26% en 2031, y del 35% en 2066 según las proyecciones del INE; conformando un verdadero desafío para el sector.
La digitalización y las tecnologías Big Data
Por otro lado, la incipiente digitalización que atraviesa el sector está contribuyendo a mejorar la personalización de la oferta de productos. También, permite ofrecer soluciones multiacceso que implican que un cliente pueda optar por la vía contacto que estime más oportuna: oficina, teléfono, Internet…
Tal vez una de las implementaciones que está generando más impacto en el sector es el empleo de tecnologías disruptivas como el Data Science y Big Data. Es decir, la recolección de grandes conjuntos de datos procedentes de múltiples fuentes. El tratamiento y análisis de éstos permite extraer patrones y correlaciones que posibilitan, por ejemplo, segmentar mejor a los clientes. En este contexto, el InsurTech, entendido como la aplicación de la tecnología e innovación a la industria aseguradora, se advierte como una importante fuente de transformación del sector.
Sin embargo, el ecosistema InsurTech no queda acotado a las grandes compañías aseguradoras, sino que también entran en juego otros actores: las startups (que ofrecen nuevos productos digitales, e incluso aportan valor añadido a los ya existentes), o los gigantes tecnológicos (que están aprovechando su liderazgo tecnológico para diversificar su actividad). En definitiva, se trata de nuevos competidores en un sector donde la fuerte presión regulatoria todavía adolece de incertidumbre con respecto al fenómeno InsurTech.
Directiva Solvencia II
Con independencia de que la regulación tenga que evolucionar, el marco regulatorio a día de hoy está presidido por normas de gran impacto como la directiva Solvencia II. Esta otorga una mayor sensibilidad al riesgo asumido por las compañías y homogeneiza el cálculo de provisiones, capital y reporting a reguladores / mercado, entre otros aspectos.
Como se indicaba al comienzo del artículo, el interés por el control de los riesgos es creciente, ya que pueden provocar pérdidas financieras que contrarresten los beneficios. En este sentido, la concepción del riesgo ha experimentado un gran desarrollo y, en la medida en la que este ha evolucionado, lo ha hecho también la forma de entender su gestión y administración.
El negocio asegurador avanza a través del adecuado tratamiento de riesgos y para ello demanda profesionales con una visión certera de estos. Dicha necesidad ha generado que entidades como Afi Escuela de Finanzas promuevan formaciones como el Programa de Desarrollo Directivo en Gestión de Riesgos en Seguros.
Las entidades han de conocer y gestionar adecuadamente sus propios riesgos; una responsabilidad de todos y cada uno de los niveles de la entidad y de los individuos que en ella trabajan.
Tribuna de Pablo Aumente Gómez, del área de seguros de Analistas Financieros Internacionales (Afi)