Tradicionalmente, los fondos diversificados de renta fija han desempeñado una doble función dentro de las carteras de los inversores. Si bien, por un lado, los inversores quieren obtener de estos unos niveles de rentabilidad razonables, también se esperan de ellos que proporcionen un determinado nivel de cobertura cuando los activos de riesgo y, más concretamente, la renta variable, atraviesan dificultades.
Estos fondos diversificados de renta fija cuentan con la suficiente flexibilidad para invertir en una amplia gama de subclases de activos de renta fija, como la deuda pública, los bonos de titulización hipotecaria (MBS) y los bonos corporativos Investment Grade. Además, estos pueden acceder a otros segmentos que ofrecen mayores rendimientos, como los bonos corporativos de alto rendimiento (HY) y los bonos emergentes (EM). Por lo general, este tipo de activos presenta unos niveles de riesgo y volatilidad más elevados y, por tanto, requiere un tratamiento diferente desde el punto de vista de la construcción de carteras.
En los últimos años, a medida que los rendimientos han caído hasta los mínimos históricos actuales y los inversores han seguido buscando rentabilidad casi a cualquier precio, las subclases de activos más conservadoras han quedado relegadas a un discreto segundo plano en la mayoría de los fondos diversificados de renta fija. Entretanto, los bonos corporativos de alto rendimiento y los bonos emergentes más interesantes—aquellos que, por sus características, pueden incluirse en la categoría de deuda corporativa de alto rendimiento— han dominado la asignación de activos de estos productos.
Gracias al apoyo de las autoridades monetarias a través de la inyección de liquidez en los mercados, los activos de riesgo se han beneficiado de una tendencia alcista prácticamente ininterrumpida en los mercados desde el final de la gran crisis financiera de 2008. Este contexto ha resultado propicio para muchos gestores que, por el mero hecho de orientar sus carteras hacia los activos de deuda corporativa de alto rendimiento, han logrado generar rentabilidades muy atractivas, tanto en términos absolutos como ajustados al riesgo.
No obstante, si desglosamos los factores responsables de este comportamiento tan positivo, la realidad subyacente queda patente. Los activos de deuda corporativa de alto rendimiento guardan, por naturaleza, una mayor correlación con el ciclo económico, como es el caso de la renta variable. Por tanto, tienden a arrojar unas rentabilidades en línea con la renta variable, en especial cuando la volatilidad repunta y los inversores se deshacen de sus activos de riesgo y recurren a activos refugio. Esto implica que, si bien la mayor parte de los fondos diversificados de renta fija se dedica, como su propio nombre indica, a invertir exclusivamente en activos de renta fija, su comportamiento es cada vez más parecido al de la renta variable.
Este hecho plantea, al menos, dos cuestiones relevantes que los inversores deberían tener muy presente. En primer lugar, la diversificación de estos fondos es actualmente significativamente menor, dado que han dejado de lado activos tradicionalmente defensivos —como la deuda pública con una calificación crediticia elevada—, debido a sus reducidas expectativas de rentabilidad, y se han centrado principalmente en acumular activos de deuda corporativa de alto rendimiento muy correlacionados entre sí. En segundo lugar, la diversificación que estos fondos han brindado al conjunto de las carteras de los inversores también se ha visto notablemente reducida, ya que la deuda corporativa de alto rendimiento y otras clases de activos similares guardan una elevada correlación con la renta variable: el otro gran componente de casi todas las carteras de los inversores.
En Nordea, adoptamos un enfoque diferente a la hora de construir carteras diversificadas de renta fija. Desde hace ya más de una década, el Multi Assets Team de Nordea ha construido carteras según lo que nosotros denominamos la “filosofía del equilibrio del riesgo”. Nuestro enfoque persigue encontrar las fuentes de retorno más interesantes en dos familias de primas de riesgo: aquellas que muestran una gran correlación con la renta variable y aquellas que guardan una correlación negativa con la misma. La idea que sustenta este razonamiento es asegurarnos de que construimos carteras, independientemente de la clasificación de la clase de activos, estructuralmente equilibradas entre los dos tipos de primas para ser capaces de generar los resultados perseguidos en todo el ciclo de inversión, sin depender necesariamente de tomar la decisión adecuada en base a un enfoque macro ”top-down”.
Si bien se trata de una postura que tal vez no haya contado con un gran número de adeptos durante los últimos años de mercados alcistas, los inversores harían bien en ponderar el nivel de preparación de sus carteras en caso de que la renta variable —y los activos de deuda corporativa de alto rendimiento con un comportamiento similar— sufriese una corrección desde los elevados niveles de valoración que presentan actualmente.
Tribuna de Cristian Balteo, especialista senior de producto de Nordea Asset Management.