En 2018, el ciclo de crecimiento mundial cumplirá 10 años. Incluso para aquellos inversores con buenos recuerdos de las expansiones de las décadas de 1990 y 2000, esta está comenzando a hacérseles excesivamente larga.
Sin embargo, creemos que gracias a la ampliación del crecimiento por sectores y regiones, los riesgos de recesión a escala mundial están reduciéndose. De hecho, la mayoría de los principales países del mundo han superado las previsiones que se lanzaron sobre ellos al comienzo del ejercicio.
En el mundo desarrollado, los bajos niveles de desempleo, el abaratamiento y la abundancia de crédito y la baja inflación continúan alimentando un gasto moderado por parte de los consumidores. Es más, las empresas de un gran número de sectores muestran ahora más confianza en la expansión. Según datos recientes del FMI, en 2017 la inversión empresarial en los países desarrollados no solo se amplió al ritmo más rápido registrado tras la crisis financiera mundial, sino que además los volúmenes de expansión de las naciones del G7 se sincronizaron por primera vez desde dicho periodo.
Como consecuencia de la persistencia de las presiones de los movimientos populistas en las economías desarrolladas, los gobiernos están viéndose obligados a incrementar el gasto para mejorar su popularidad. De hecho, en las últimas semanas, el gobierno estadounidense ha avanzado considerablemente en sus planes de reforma fiscal, hecho que debería imprimir impulso a los beneficios corporativos y los salarios netos de los hogares de bajo y medio poder adquisitivo. No obstante, aún está por ver si estas rebajas fiscales comienzan en 2018 o si finalmente se retrasan hasta 2019.
Por otra parte, es probable que veamos también políticas cada vez más generosas en Europa. Buen ejemplo de ello es el recién publicado presupuesto británico, que incluye una serie de áreas de gasto adicionales ahora que la necesidad de equilibrar las cuentas va perdiendo puestos en la lista de prioridades políticas.
En términos generales, las perspectivas de los países desarrollados continúan siendo sólidas, aunque naturalmente determinadas economías se encuentran en una fase más avanzada del ciclo que otras. Tras haber sufrido la recaída de la crisis de la deuda soberana de 2012, la zona euro se encuentra como mínimo dos años por detrás en el ciclo económico con respecto a EE. UU.
En este contexto, a países como Francia, Italia y España les separa aún un enorme trecho de sus tendencias previas a la crisis. Aún hoy, los efectos de las políticas monetarias ultra flexibles siguen filtrándose hasta los tipos de préstamos de los grandes bancos, lo cual debía contribuir a la recuperación de la actividad.
Alemania, tras haber evitado acumular deuda durante el repunte de 2000, está disfrutando de un momento especialmente dulce. De hecho, la encuesta al sector empresarial del IFO germano se dispara hasta nuevos máximos prácticamente todos los meses. No obstante, aunque el euro viene revalorizándose en los últimos tiempos, su mayor fortaleza no constituye en este momento un obstáculo de importancia para el crecimiento o los beneficios corporativos.
Karen Ward es managing director y estratega jefe de mercados para Reino Unido y Europa en JP Morgan AM.