Hay pocas dudas sobre el resultado de las elecciones generales del Reino Unido previstas para el próximo 8 de junio. Aunque las recientes encuestas han mostrado que la campaña se ha endurecido ligeramente, se espera que el Partido Conservador, que gobierna el país liderado por la primera ministra Theresa May, aumente su mayoría en la Cámara de los Comunes, quizás incluso de forma sustancial. Lo que está en duda es el impacto que las elecciones tendrán en las negociaciones de Brexit, que comenzarán en serio 11 días después de la cita electoral.
Según las encuestas, la cuestión más importante para los votantes en el momento en que se convocó elecciones era quién debía dirigir las negociaciones del Brexit. En ese sentido, May tiene actualmente un gran apoyo público, superando a Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista, en aproximadamente tres a uno. Los conservadores han hecho campaña en torno a la idea de que una May “fuerte y estable» está mejor equipada que Corbyn para la tarea de negociar el Brexit y que con una estrecha ventana de negociación por delante, no es oportuno cambiar el gobierno.
Para los conservadores, un posible beneficio de estas elecciones anticipadas es que empezará una nueva legislatura con cinco años seguros por delante. Suponiendo que las negociaciones del Brexit se extiendan durante dos años, el partido de May tendría tres años para finalizar un acuerdo comercial y adaptar el marco a la nueva relación entre el Reino Unido y la UE antes de tener que enfrentarse a las urnas nuevamente.
No es el momento para matices
En esta fase, en la que las negociaciones con la UE empezarán a mediados de junio y unas elecciones generales por delante, no se debe esperar muchos matices a ningún lado de la mesa de negociación. Al principio de cualquier negociación, las posiciones tienden a estar en su extremo más extremo. Por ejemplo, por un lado, la UE dice que el Reino Unido le debe hasta 100.000 millones de euros hasta el Brexit, y por otro lado Reino Unido dice que no debe nada y que se saldrá de las conversaciones si la UE exige demasiado. La principal probabilidad es que habrá un acuerdo que fije términos en alguna parte entre estas dos posiciones extremas.
Del mismo modo, Reino Unido estima que los términos del Brexit se pueden negociar al mismo tiempo que se elaboran los futuros acuerdos comerciales con la UE. Sin embargo, la Unión Europea cree que las discusiones sobre el futuro comercio de servicios no deben empezar hasta que se hayan hecho progresos en las contribuciones financieras de Reino Unido a la UE, en el tema de la frontera entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte y los derechos de los ciudadanos de la UE residentes en el Reino Unido así como de los ciudadanos británicos que viven en la UE.
Entonces, ¿qué tipo de Brexit será? Después de todo, a la Unión Europea no le interesa un proceso suave ya que podría alentar a otros Estados miembros a abandonar la UE. Para ilustrar este punto, un funcionario del Bundesbank dijo recientemente que Gran Bretaña se enfrenta «a un Brexit duro o a un Brexit muy duro». La cuestión fundamental para la UE será fijar términos que no alienten a otras naciones a seguir los pasos de Reino Unido, pero sin crear un entorno que interfiera significativamente con el comercio europeo con destino a las islas británicas.
Al comienzo de las negociaciones, el acuerdo parece estar muy lejos. Pero no olvidemos que la UE ha logrado forjar acuerdos durante los períodos de crisis a lo largo de su historia, incluso cuando el consenso parecía poco probable. La historia sugiere que será capaz de hacerlo al final, pero también sugiere que cualquier acuerdo llegará en el último momento.
¿Cuáles son las mejores bazas para la negociación de las dos partes? Para Bruselas, es el desequilibrio comercial significativo entre la UE y el Reino Unido. De los países miembros, Reino Unido sólo tiene un superávit comercial con Irlanda. Para Londres, su mejor carta es que puede hacer un pago de salida significativo para aliviar la pérdida que supone para Bruselas perder sus aportaciones. También hay una amenaza implícita de reducir la participación de Reino Unido en los acuerdos de seguridad europeos, aunque esto tiene poco sentido para Reino Unido y deja un sabor desagradable en la boca, especialmente después del reciente ataque terrorista en Manchester.
Ganadores y perdedores
Con las posturas públicas tan distantes entre sí, y las emociones en lo más alto, es difícil predecir quién va a ganar o perder más en estas negociaciones. Hay un intenso interés mediático en cómo cambiará el papel de Londres como capital financiera de Europa. Dublín, Luxemburgo y Fráncfort podrían ser destino de algunos de los puestos de trabajo que abandonen la capital británica, pero nos preguntamos si alguna ciudad o país querría asumir el papel de Londres como capital financiera, dada la enorme infraestructura reguladora y riesgos que vienen con ello. Irónicamente, Nueva York puede acabar beneficiándose más que ninguna de las alternativas europeas, ya que los bancos de inversión estadounidenses volverán a sus oficinas centrales en Londres.
Ben Kottler es portfolio manager de renta variable institucional de MFS.