A pesar de que constantemente el gobierno habla de la disciplina fiscal, en todo lo que va del sexenio ha sido incapaz de controlar su gasto. Desde 2012 y hasta 2016 todos los años invariablemente su gasto ha sido superior a lo que había presupuestado. Por tal motivo, en 2014 fue cuando tuvo que salir a pedir la mayor cantidad de dinero prestado para cubrir sus faltantes, en ese año sus requerimientos financieros representaron el 4,6% del PIB.
En 2016 el gobierno gastó un 12% más de lo planeado y en parte ello se debió a que le aportó recursos a Pemex y a CFE por un total de 321.800 millones de pesos, pero aún si se le descuenta dicha aportación el gasto se desvió enn un 5,4% respecto a lo que se había presupuestado. No se puede justificar esa desviación argumentando que las tasas de interés y el tipo de cambio aumentaron y por lo tanto el costo de la deuda se incrementó por arriba de lo esperado, porque el gasto programable, donde no se incluye el costo de la deuda, también se desvió en un 7,3%.
Lo que si hay que reconocer es que los gastos en servicios de personal estuvieron un 1,3% por debajo de lo que se presupuestó, o sea que la nómina si se comportó conforme a lo programado.
Sin embargo, el gobierno tuvo mucha suerte en 2016. Los ingresos fueron un 16% mayores a los presupuestados, por lo que la diferencia entre los ingresos y gastos que tuvo que salir a financiar pidiendo prestado fue inferior a la de años anteriores, sus requerimientos financieros representaron el 2,9% del PIB. No obstante, al final de 2016 el saldo de la deuda pública fue de 47,9% del PIB, que se compara desfavorablemente con el 33,3% que existía al iniciarse la actual administración, aumentó casi 3 puntos del PIB por año.
Pero además de que existe una falta de disciplina en los gastos, también existe un problema en cuanto a su estructura. La inversión física del sector público cada vez es menor, en 2014 representó el 18% del gasto total y en 2016 solamente el 13,4%, ello porque se invirtió menos que en los tres años anteriores. Reducir el gasto en inversión es un gran error porque es lo que permite ampliar la capacidad productiva del país. Cada peso que se gasta en inversión tiene un mayor impacto sobre la economía que el gasto corriente debido a que implica ampliar carreteras, hospitales, presas, plantas generadoras de luz, etc., elementos que impactan favorablemente en la capacidad productiva del país.
Estamos preocupados por el futuro del país ante la incertidumbre de las negociaciones con Estados Unidos y su política anti migratoria, pero estamos descuidando aspectos que están directamente bajo el control de las autoridades. Es necesario no nada más controlar el gasto público para poder reducir el tamaño de la deuda, pero también es muy importante modificar su composición favoreciendo el gasto en inversión, que es la mejor manera de fomentar el crecimiento.
Columna de Francisco Padilla Catalán