Todos nos hemos quedado hasta muy tarde el día martes (y la madrugada del miércoles), desvelando cómo se definirían las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Particularmente, yo estaba a la expectativa de cuál sería la reacción de la bolsa: ganó Trump, y pasó justamente lo contrario a lo que todos presagiaban: subió el mercado.
Con la elección presidencial atrás en el tiempo, ya ni Donald Trump ni Hillary Clinton podrán ser la excusa para culpar por los malos rendimientos de las recomendaciones. Ellos son parte del pasado y los mercados miran al futuro.
Y ahora es tiempo de enfocarnos en estrategias de mediano plazo, al menos para aquellas tenencias del portafolio de cada uno que están más alineadas a los fundamentos económicos de las empresas.
Como inversores, cada uno de nosotros compramos empresas, no políticos. Y más allá que si una determinada política económica aplicada por el gobernante de turno (en este caso Trump) puede ser nociva en el corto plazo, si tenemos en nuestra cartera de inversiones las compañías correctas, serán lo suficientemente capaces para tener éxito aun en contextos de descalabros políticos.
En este sentido, tenemos que buscar firmas que estén baratas respecto a sus competidoras y que muestren un crecimiento de sus ganancias y ventas en el tiempo. Tan simple como eso para tener mayor probabilidad de éxito. Y esto lo podemos lograr independientemente de Trump, Hillary o cualquiera que hubiese ganado.
Adicionalmente, la buena noticia es que los mercados bursátiles suelen hacer más fácil esta tarea tras las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Al menos, así lo muestran las estadísticas.
Una vez descomprimida la tensión, el nerviosismo y el miedo que producen las elecciones presidenciales en la principal economía del mundo, las bolsas se encaminan. Desde 1984 a la fecha, el año posterior a las elecciones presidenciales (del 1 de enero al 31 de diciembre), el S&P 500 ha tenido un rendimiento asombroso en comparación a su historia:
Se trata de un gráfico que habla por sí solo. Durante las últimas ocho elecciones, el año siguiente a este evento el S&P 500 terminó en verde. Y el rendimiento promedio anual fue del 19,4% contra el 10% histórico. Esto implica que el principal índice bursátil casi duplicó su performance promedio anual en el año siguiente a las últimas ocho elecciones. Sólo verificó un rojo, que fue en 2001, influenciado por algo que estaba fuera de la agenda como los atentados a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de ese año.
Un dato optimista adicional es que la mejora del índice no se circunscribe a las compañías más grandes, integrantes del S&P 500, sino que también hay un efecto derrame a las tecnológicas y a las “más pequeñas” (medidas por el índice Russell 2000).
Como observamos, el tecnológico Nasdaq promedió un alza del 19,36% anual en el año posterior a las Elecciones en los últimos 8 eventos políticos de esta naturaleza, mientras que el Russell 2000 (acciones más pequeñas por capitalización bursátil) hizo lo propio en un 20,2% anual.
En el año 1993 y el 2001, las acciones más “chicas” no solo que subieron, sino que tuvieron una performance relativa superior al Nasdaq y al S&P 500. Y creo que esto puede repetirse en 2017 ya que la economía estadounidense podría recuperar dinamismo, removida la incertidumbre política, favoreciendo a este tipo de compañías. Nuevamente es necesario recordar que compramos e invertimos en compañías, no en políticos.
Opinión de Diego Martínez Burzaco, economista jefe de Inversor Global