Varios días después del Brexit, que nos pilló por sorpresa a la mayoría, creemos que hay dos preguntas fundamentales para los inversores:
- ¿Serán capaces los responsables políticos de estabilizar a corto plazo la violenta y negativa reacción que han tenido los mercados?
- ¿Qué va a ocurrir con la integración europea y con la Unión Europea, tal y como la conocemos hoy en día, a medio y largo plazo?
No cabe duda de que el Brexit abre un nuevo periodo de incertidumbre en torno al futuro de la Unión Europea en su concepción inicial, pero aún resulta extremadamente difícil predecir cuál va a ser el camino que los líderes europeos van a seguir para reparar el daño que ya se le ha hecho a la UE (y que se materializa en la nueva posibilidad de que el proyecto de la integración europea pueda resultar reversible).
En lo que respecta a la primera de las preguntas, la opinión más generalizada es que un largo proceso de salida del Reino Unido podría desencadenar un difícil periodo de dos o más años de negociaciones entre Bruselas y el próximo dirigente del gobierno británico. Este escenario podría aumentar la posibilidad de recesión tanto en Europa como en el Reino Unido. De hecho, la incertidumbre que rodea a las futuras relaciones comerciales del Reino Unido podría afectar a la actividad económica, reducir la inversión y dañar la confianza de los consumidores. La devaluación de la libra podría continuar, ya que la incertidumbre podría provocar una interrupción del flujo de capitales y, en última instancia, una ralentización del crecimiento
La pregunta es: ¿estamos ante una situación de envergadura similar a la quiebra de Lehman Brothers? No pensamos que sea el caso, por una simple razón: el nivel de apalancamiento. En el año 2008, el sector privado había acumulado un nivel ingente de apalancamiento, basándose en la premisa (que más tarde resultó ser falsa) de diversificación de riesgos entre innumerables productos estructurados. Después de la quiebra de Lehman Brothers, se produjo una caótica liquidación de posiciones que provocó la caída del sistema financiero global. En el proyecto de integración europea no ha ocurrido nunca nada así; en todo caso, la exposición a los activos europeos se ha basado en el supuesto de que el euro, en su calidad de divisa común, va a contar siempre con el respaldo del BCE, sobre todo tras el famoso discurso de Mario Draghi, en el que se comprometió a hacer todo lo necesario para salvar la divisa.
Así que la verdadera cuestión es si los mercados financieros, en un entorno de aversión al riesgo como el actual, seguirán contando con el respaldo de los bancos centrales y si los inversores van a seguir confiando en ello. En nuestra opinión, los bancos centrales que han puesto en marcha programas de expansión cuantitativa, como es el caso del BCE, podrían introducir ajustes en dichos programas, mientras que los que han comenzado a normalizar su política monetaria, como es el caso de la Reserva Federal, podrían retrasar sus próximas subidas de tipos de interés.
En otras palabras, es posible que se sigan manteniendo unos tipos de interés negativos o cercanos al cero y que se continúen realizando inyecciones masivas de efectivo a través de la compra de activos financieros.
No obstante, también es posible que los mercados comiencen a cuestionar la eficacia de nuevas medidas de política monetaria, lo que pondría en entredicho la credibilidad de los bancos centrales. Por otro lado, la situación de estancamiento político podría obstaculizar la articulación y aplicación de políticas fiscales eficaces y de los estímulos que necesita la inversión privada en el sector de la economía «real».
Es importante señalar que las políticas que se pusieron en marcha en los años posteriores a la crisis financiera global, aunque resultaron absolutamente necesarias para garantizar el funcionamiento del sistema financiero en el momento inmediatamente posterior a la crisis, han terminado por contribuir a la actual distorsión de la liquidez y las valoraciones en los principales segmentos de los mercados financieros (deuda pública, crédito). Además, han generado nuevas fisuras en las tendencias a largo plazo relativas a la desigualdad en la distribución de la riqueza y a la debilidad del crecimiento económico, que presenta unos datos decepcionantes en materia de empleo; algo que dura ya muchos años y ante lo que empiezan a rebelarse los ciudadanos, no solo en el Reino Unido, sino también en el resto de Europa y Estados Unidos.
El voto a favor del Brexit es más bien un voto contra la exclusión (de las ventajas de la globalización, la financiarización1 de la economía, etc.) que un voto en contra de Europa propiamente dicha.
Desde este punto de vista, la segunda pregunta, que cuestiona el futuro a largo plazo del proyecto de integración europea, no se refiere a los mecanismos institucionales de entrada y salida de Europa. Nos enfrentamos más bien a una cuestión de carácter más existencial sobre las ventajas, en términos económicos y de bienestar social, que obtienen los ciudadanos europeos de una Europa más (o menos, depende de las circunstancias) unida. Esta es la pregunta a la que van a tener que responder en los próximos años los líderes y los ciudadanos europeos, que deberán replantearse cuál es la «razón de ser» de la integración europea, y qué políticas deberán aplicarse en el ámbito económico, sociales y de seguridad (tanto interna como externamente).
No es nuestra intención responder a esta pregunta en estas páginas. Simplemente nos limitamos a señalar que Europa se encuentra actualmente en un punto de inflexión histórico y que, en nuestra opinión, son dos los posibles, aunque opuestos, resultados.
El primero llevaría a una mayor fragmentación de la UE, que acabaría con el mercado de libre comercio y también con el proyecto a largo plazo de unión política. El segundo apuntaría a la aplicación de nuevas medidas destinadas a una mayor integración política, más allá de la integración puramente económica y monetaria. Hasta que no pasen unos meses no sabremos cuál de los dos caminos va a tomar Europa.
En lo que respecta a las consecuencias del Brexit en el sector de la inversión, a corto plazo los líderes políticos (no solo en Europa) han de hacer frente al creciente descontento de su electorado, en el que encuentran sus raíces no solo el aumento del sentimiento antieuropeísta, sino también el auge del populismo, del sentimiento de rechazo ante la inmigración, etc.
Giordano Lombardo es consejero delegado y director de inversiones de Pioneer Investments