Como ciudadano uruguayo y americano que ha trabajado en Brasil, o con personas de origen brasileño desde 1995, nunca había visto al país de esta manera. En 2012, mientras estaba de visita en Brasil, fui una preciosa mañana a correr temprano en la ciudad de Vitória, la capital de Espírito Santo. El estado de Espírito Santo es el mayor productor de petróleo y Vitória es un importante puerto para la exportación de hierro y acero de compañías como Vale o CST. Me paré para hidratarme, ¡entonces me di cuenta que el agua de coco que compré a un vendedor de la calle en esta ciudad secundaria era más cara que un agua de coco Vita Coco en Nueva York o que posiblemente en Tokio!
Había unas claras razones fundamentales por las que BigSur comenzó a tener un sentimiento bajista acerca del crecimiento de la economía, del real brasileño y de todos los activos brasileños. Una década de prosperidad impulsada por el auge de las materias primas, permitió a Brasil esconder problemas en su marco legal y político en lugar de construir instituciones más fuertes durante sus años de bonanza. A las familias brasileñas que eran clientes nuestros en aquel momento, les recomendamos encarecidamente que diversificaran fuera de Brasil. Avanzando cuatro años después hasta el día de hoy, el país se encuentra probablemente en una de sus más profundas crisis. Acabo de regresar de un viaje con un colega especialista en crédito que gestiona unos 23.000 millones de dólares en activos bajo gestión, con más de 26 años invirtiendo en deuda corporativa en todo el mundo; y me gustaría compartir algunas reflexiones sobre lo que está sucediendo en Brasil, mientras pensamos que la crisis brasileña es muy idiosincrática, creemos que podemos arrojar algo de luz desde nuestra reconocida perspectiva de gringo.
Un largo camino para que la economía brasileña mejore
La economía de Brasil se enfrenta a su peor recesión desde 1930. Se espera que su economía se contraiga entre un 4% y un 5% en este año, después de haberse retraído en un 3,8% en 2015 (lo que representó el deterioro más rápido en 35 años). Esto podría traducirse en una pérdida del 8% al 9% del PIB en dos años, lo cual para algunos economistas es considerado una depresión.
Muchos factores han llevado a Brasil a la situación actual. Existían una serie de políticas infundadas, incluyendo un incremento excesivo del consumo a través de líneas de crédito, tipos de interés bajos por debajo del punto de equilibrio o umbral de rentabilidad y un tipo de cambio artificialmente fuerte para controlar la inflación.
Brasil también tenía una falta de acuerdos con los principales bloques económicos globales y muchas entidades públicas utilizaban métodos contables “creativos”. Este tipo de políticas permitieron al país alcanzar en pocos años un crecimiento por encima de su potencial, impulsado por el auge de las materias primas y soportado por una inflación y un desempleo artificialmente bajos y los precios del combustible.
Además del declive de la economía, muchos esperan que la tasa de desempleo se sitúe cerca del 12%, una fuerte caída en el ingreso familiar y un declive en la inversión y el consumo. La deuda del gobierno está ahora creciendo con rapidez, hacia un nivel donde una vuelta atrás es extremadamente difícil y dolorosa de administrar. La deuda soberana de Brasil (que se triplicó en la última década al nivel de US$ 1 Trillon)fue rebajada por todas las agencias de calificación a grado especulativo, tanto en la deuda local como en la deuda extranjera.
Creemos que va a ser un largo camino para que la economía salga de su estado de paralización y el proceso no será ni rápido ni fácil. ¿Por qué? Porque es una economía altamente rígida con una pesada utilización de la indexación. Con fuertes sindicatos, leyes laborales regresivas y un sistema judicial engorroso, junto con una pobre infraestructura. Existen demasiados cuellos de botella en la economía. Escasez de líneas de ferrocarril, puertos amarrados, todo obstaculizando el flujo de productos al mercado. El coste de mover soja, el principal producto exportado en el país, desde la cita transportadora de grano en el interior del estado de Mato Grosso al puerto de Santos en el Estado de Sao Paulo, es casi cuatro veces mayor que lo que cuesta a un granjero de Illinois, llevar su cosecha de soja a Nueva Orleans.
Todo esto también lleva a un altísimo coste a la hora de hacer negocios. El famoso “coste Brasil” tiene muchos componentes, incluyendo altas tasas de impuestos (36% del PIB, muy por encima de la media del 21% para países de renta media-alta), chocantes derechos de importación y rígidas leyes laborales que hacen que sea difícil utilizar a los trabajadores de una forma eficiente. Altos tipos de interés significan que las firmas deben gastar un paquete en financiación; una alta criminalidad añade unos altos costes en seguridad a los costes generales. Según Manpower Group, un terrible sistema de educación hace de Brasil el segundo lugar más difícil del mundo para las compañías para encontrar las habilidades que necesitan.
En el informe “Cost of Doing Business” 2016 del Banco Mundial, Brasil aparece en la posición número 116 en el mundo (bajando desde la posición 111 en 2015). Algunos de los factores del alto coste de hacer negocios, en los que Brasil sale desfavorecido en comparación con otros países de la OCDE e incluso con otros países de la región, incluyen:
- Número de procedimientos y número de días que transcurren para comenzar un negocio.
- Número de horas por año empleadas para pagar impuestos, ¡El sistema fiscal de Brasil ocupa la primera posición en la clasificación mundial por ser el que más tiempo consume!
- El coste de exportar, el coste de importar, tiempo para salir de la insolvencia y tiempo para resolver un litigio
Analizando las perspectivas económicas de los siguientes próximos años, hemos llegado a la conclusión de que el país necesitaría bajas tasas de interés reales para recuperar su capacidad de crecimiento y que la inflación permanezca controlada. No vemos ninguna de esas condiciones presentes en el corto plazo.
Una situación política paralizada con una solución poco clara
Mientras el país está completamente paralizado, está claro que sería necesario un catalizador político. Sin embargo, haya o no haya ‘impeachment’, no vemos un profundo cambio político antes de y probablemente durante las elecciones de 2018. Lo más seguro es que veamos un grupo de granujas siendo remplazado por otro. Con o sin ‘impeachment’ de la presidenta Dilma Rousseff, Brasil se está enfrentando a una multitud de cambios que podrían complicar la capacidad del nuevo gobierno para revivir una economía que se está hundiendo y aliviar el malestar inflamado por meses de un amargo enfrentamiento político. Cualquier alternativa de gobierno será dirigida por políticos que son corruptos y que están envueltos en algún escándalo, en especial el partido centrista PMDB, considerado una ‘partido de alquiler’. Además, con o sin la aprobación del proceso de destitución, vemos la situación política como frágil e inestable. El vicepresidente Michel Temer del partido PMDB, que compartía el poder con el Partido de los Trabajadores de la presidenta (hasta su escisión en el mes de marzo), renunció a ser líder del partido en este mes. Esto sucedió después de la Corte Suprema de Justicia emitió un fallo preliminar en el que el proceso de destitución de Dilma Rousseff se podría extender a Temer, ya que también ha sido investigado por fondear la campaña de reelección de Dilma en 2014 con sobornos. El escándalo no finaliza ahí, en la otra cara de la moneda, el legislador que supervisa el proceso de destitución, Eduardo Cunha, se enfrenta también a cargos y a una acusación que alega que, en 2006, Cunha ayudó a orquestar un soborno de 40 millones de dólares a cambio de dos contratos para construir plataformas flotantes para la extracción de petróleo para la compañía estatal Petrobras. Esto ilustra lo difícil que será para el país reconvertirse, ya que las raíces de la corrupción son profundas. El primer patrocinador político de Eduardo Cunha, el ex-presidente Collor, regreso al gobierno 15 años después de su ‘impeachment’. Fue elegido por el Senado para encargarse de un comité de ética y estará entre los designados para votar sobre el ‘impeachment’ de Dilma Rousseff. ¿Puede haber algo más irónico que esto?
De acuerdo con la organización sin ánimo de lucro “Transparência Brasil”, el 60% de los legisladores federales de Brasil han estado condenados o están bajo investigación por los crímenes que van desde corrupción a fraude electoral, o incluso a asalto.
El partido PMBD puede formar un nuevo gobierno, pero está plagado por rivalidades internas. El mayor desafío para Michel Temer y su nuevo gobierno será apaciguar al enfurecido núcleo duro de seguidores de Dilma Rousseff. El país se verá invadido por movilizaciones sociales, huelgas y ocupaciones de los trabajadores por parte de las personas sin hogar y sin tierra. Después de meses de incertidumbre y sufrimiento, este agotado país se dirige inevitablemente hacía más de lo mismo.
El problema en Brasil es que los legisladores gozan de inmunidad. El principal fiscal del caso Petrobras solicita una revisión de todas estas normas; alegando que la corrupción está tan profundamente arraigada que incluso las docenas de condenas en la investigación de Petrobras no serán suficientes para extirparlo. Para que el país se libere de la corrupción, de la impunidad y cambie su cultura, debe alterar sus instituciones. Y esto ni siquiera está en ninguna mesa por el momento. Los otros factores que complican la situación y añaden inestabilidad es que no existe ningún otro partido político o líder que haya podido capitalizar de la desconfianza de la población y de la complicación de un sistema político con 35 partidos políticos. Mientras no es nuestro escenario base, el peligro de que Brasil siga el camino de Venezuela está latente.
El cambio cultural y las reformas estructurales están muy lejos
El modelo económico capitalista y ‘de amiguismo’ introducido por el Partido de los Trabajadores (PT) generó un crecimiento explosivo en la deuda y una enorme distorsión en la asignación de recursos y crédito a la economía. Algunos analistas estiman que cerca del 50% de los préstamos corporativos fueron subsidiados.
Para revertir este explosivo crecimiento de la deuda, varias reformas estructurales económicas necesitarían ser implementadas. En el presupuesto del gobierno, el énfasis principal debe ponerse en reducir los gastos obligatorios garantizados por la constitución, para proporcionar al gobierno una mayor flexibilidad cuando los ingresos fiscales disminuyen. Esto debe incluir una reforma de la seguridad social, un cambio en el cálculo del ajuste del salario mínimo y pensiones, un mejor desacoplamiento de los ingresos presupuestarios y una mayor flexibilidad en las leyes laborales, sólo por nombrar algunas de las reformas. Pero es demasiado pronto para adivinar cómo será el nuevo modelo económico. No pensamos que existe alguna alternativa política real y que no hay un énfasis en un cambio estructural o institucional. El modelo económico y la cultura cambiaran una vez que nuevos procesos entren en vigor, no sólo porque el juez Sergio Moro esté persiguiendo a políticos corruptos y empresarios. Consideramos que esto es un buen primer paso y uno necesario. Sin embargo, no lo consideramos como suficiente razón para motivar un cambio en el modo en que Brasil opera. En un texto de la publicación Harvard Business Review titulado “La cultura no es culpable” escrito por Jay W. Lorsch y Emily McTague, los autores concluyen que la cultura no es algo que “tenga arreglo”. Por el contrario, en su experiencia, el cambio cultural es lo que se obtiene después de haber implementado nuevos procesos y estructuras para hacer frente a negocios difíciles y a desafíos empresariales (como volver a reelaborar una estrategia o un modelo de negocio obsoleto). La cultura evoluciona a la vez que se realiza ese importante trabajo. Estamos muy lejos de ese punto para el modelo brasileño. Mientras tanto, el escándalo de corrupción está manteniendo los ‘espíritus animales’ deprimidos, ya que la inversión neta es negativa y no existe inversión en infraestructura o en industrias de bienes intensivos en capital. No existe un catalizador para el cambio, al igual que no hay fecha límite para la persecución de los empresarios. Sin embargo, de forma similar a la dinámica que estamos viendo en Estados Unidos y Europa, las fusiones y adquisiciones brasileñas se han beneficiado del interés de compañías internacionales que buscan hacer adquisiciones estratégicas. Son compañías que buscan comprar activos desarrollados y realizados con una fuerte presencia en el país, evitando de esta manera, los riesgos propios de construir un negocio o una infraestructura de activos desde cero.
La actividad en fusiones y adquisiciones es fuerte
Un tema al que estamos poniendo atención es el serio repunte de la actividad en fusiones y adquisiciones (M&A, por sus siglas en inglés) en Brasil. El cuarto trimestre de 2015 fue el tercer mejor trimestre para las actividades de M&A desde 1995, con un volumen de acuerdos llegando a los 22.600 millones de dólares. Esta tendencia ha continuado en el primer trimestre de este año y los banqueros son optimistas con que ésta continuará en el corto plazo. Cerca de un 45% de depreciación del real brasileño frente al dólar desde 2014 ha hecho que los activos brasileños sean más asequibles para los inversores extranjeros, atrayendo compradores de Europa, Estados Unidos y, cada vez más, de Asia. El mercado brasileño, con una población superior a los 200 millones y una gran juventud demográfica (el 25% de la población), es importante para muchos inversores estratégicos en el largo plazo, que, en este punto del ciclo, creen que están accediendo a un mercado en el que necesitan tener presencia por un precio barato. Estamos viendo este tipo de actividad especialmente en infraestructura, bienes de consumo y compañías de bienes discrecionales de consumo.
La agricultura es una industria brillante de Brasil
Parece que los agricultores brasileños van a producir este año cosechas récord de soja, café y azúcar, mientras que los ganaderos de vacuno y los criadores de pollos y cerdos están alcanzando nuevas cuotas de exportación. La agricultura fue el único sector de la economía brasileña que se expandió el año pasado, con un 1,8%, mientras que la totalidad del PIB disminuyó un 3,8%. El mundo entero tiene que comer y Brasil vive de la agricultura. La agricultura brasileña continúa vendiendo a menor precio que sus contrapartidas en Estados Unidos y Europa, siendo el productor más eficiente en el mundo. Esto se debe a dos razones: 1) Brasil se convirtió en una economía mucho más competitiva el año pasado gracias a la depreciación del real; y 2) la agricultura ofrece un raro ejemplo de un sector brasileño que es competitivo a nivel global. El resto de manufacturas del país son mayoritariamente ineficientes por todavía estar fuertemente protegidas por tarifas e impuestos a las importaciones, pero el gobierno tomó un enfoque opuesto con la agricultura. Comenzando en los años noventa, redujo los subsidios y eliminó los impuestos a la exportación a la vez que incrementó la investigación en agricultura. Los agricultores respondieron una rápida expansión de la superficie cultivada y una explosión de la inversión que hizo que se convirtiera en los productores más eficientes y productivos del mundo. Los productos de soja y café son la locomotora del sector agrícola del país. Sólo el valor de las exportaciones de soja y de sus productos derivados fue de 23.900 millones de dólares en 2011 a 31.300 millones en 2014. Incluso cuando las ventas se redujeron a 27.900 el año pasado, la soja sigue destronando al mineral de hierro como la exportación más valorable.
Conclusión
Mientras que buenos tiempos económicos no necesariamente se traducen en políticas afables, las malas políticas suelen ir de la mano con una economía con menor rendimiento. Ciertamente, Brasil necesita resolver su crisis política antes de poder enfrentarse a sus aflicciones económicas. El problema es que un voto favorable al ‘impeachment’ llevara a otro gobierno igual de inestable, con una administración dirigida por el vice-presidente Michel Temer, también perseguido por acusaciones de corrupción y cuestiones de legitimidad, sería casi imposible aprobar las necesarias (pero impopulares) reformas fiscales. La pregunta que nos hacemos es si Brasil se puede convertir en la próxima Venezuela, o si puede seguir el camino de Argentina. Si Brasil no hace los “deberes” e institucionaliza una reforma estructural y un cambio cultural, el país puede acabar en un colapso similar al de Venezuela. Vemos esto como un escenario con remota probabilidad, pero que no puede ser descartado. Si Brasil puede “limpiar su casa”, librarse del mismo viejo tipo de políticos, y conseguir un líder sin ningún vínculo con instituciones corruptas, como Argentina ha hecho con Macri, puede que haya una oportunidad de cambio de tendencia. No está muy claro que camino seguirá Brasil. También es importante mencionar, que las transiciones, incluso las pacíficas, son desordenadas y toman tiempo: es probable que la economía argentina se contraiga este año, antes de que el nuevo gobierno produzca un cambio de tendencia. En Brasil (como irónicamente en Venezuela), incluso si hay un cambio político mañana, tomará mucho tiempo hasta que la economía recupere el equilibrio. Precaución y paciencia son necesarias. El modelo económico brasilero donde el Estado es el gran protagonista y tiende a crear artificialmente grandes compañías campeonas nacionales (protegidas) es historia. Hoy el Estado y su burocracia comprenden un 41% del PBI de Brasil. Se requerirá además un cambio en la Constitución, de forma que cambie un sistema político donde los partidos que no tienen ideología alguna, sino que existen solamente para capturar fondos federales del presupuesto nacional.
Mientras tanto, buscar oportunidades (entre los activos en “distress”) parece el enfoque correcto. Comprar dólares americanos y vender el real brasileño en los “rallies de corto plazo”, como consecuencia del ‘impeachment’ también…
Opinión de Ignacio Pakciarz, CEO y socio fundador del multi familly office BigSur Partners