La tercera ola de deflación que afectó a la economía mundial durante el último año está quedando atrás y el daño producido en el mundo desarrollado ha sido limitado. La crisis de los mercados emergentes de 2015 causó tanto una recesión industrial mundial como un ajuste a la baja de las previsiones de inflación en todo el mundo, pero sus efectos se están desvaneciendo. Las economías desarrolladas han mostrado resistencia y las perspectivas apuntan a una reaceleración del crecimiento desde los niveles actuales. En marcado contraste, al mundo en desarrollo le espera un largo periodo de ajustes por el lado de la oferta.
La crisis de los mercados emergentes dio lugar a una crisis de volumen, y no solo de precios, en la economía mundial. En 2015, el comercio mundial disminuyó en términos de volumen y la industria manufacturera sufrió un castigo especialmente duro. En las últimas semanas hemos observado un modesto repunte de los índices de la industria manufacturera en EE. UU. y China. La producción industrial europea ha mostrado una resistencia sorprendente y últimamente se ha acelerado. Pero no todas las regiones se están recuperando. La producción industrial japonesa sigue débil, igual que la de la mayoría de las economías emergentes. No obstante, a medida que avance el año 2016, las comparaciones anualizadas serán progresivamente más fáciles y la incipiente recuperación de la industria manufacturera mundial devendrá mucho más visible y generalizada.
Al mismo tiempo, las pautas de consumo interno se han sostenido bastante bien en el mundo desarrollado. El consumo estadounidense goza de buena salud. El crecimiento del empleo continúa con indicios de mejora gradual de los salarios y los aumentos del salario mínimo en varios estados serán un apoyo adicional para el consumo. La tasa de ahorro personal aún es alta, ya que gran parte del beneficio del precio más bajo del petróleo se ha ahorrado hasta ahora. En Europa, el desempleo está disminuyendo de manera constante y las ventas minoristas, excluidos automóviles, se aceleran.
Las recientes revisiones a la baja del crecimiento mundial por parte del FMI y la OCDE son retrospectivas y probablemente identifiquen el punto más bajo de las previsiones de crecimiento mundial. El crecimiento en el mundo desarrollado se acelerará desde los niveles actuales y el temor a una recesión mundial quedará atrás. Los mercados financieros tampoco deben saltar a la conclusión de que la reaceleración del crecimiento tendrá consecuencias inflacionistas significativas. No será así durante algún tiempo. La tercera ola de deflación castigó duramente a las previsiones de inflación. Aunque lo peor puede haber pasado, la oferta en la mayoría de los mercados es abundante y pocos sectores o empresas muestran alguna capacidad de fijación de precios. La fuerza de trabajo de EE. UU, el mercado con más igualdad entre oferta y demanda, está creciendo al 3% gracias a un aumento bien recibido de la tasa de participación laboral. La utilización de la capacidad industrial de EE. UU. se encuentra en el 75% y el deterioro de su déficit comercial actúa como una válvula de seguridad adicional contra la inflación, al tiempo que extiende las ventajas del consumo estadounidense a todo el mundo.
En este contexto, la Reserva Federal puede adoptar un enfoque de política monetaria bastante expansivo, con posiblemente una o dos alzas de tipos este año, sospecho que a partir del verano. Este enfoque gradualista frenará la reciente debilidad del dólar sin poner en marcha un nuevo tramo de subida que sería muy perjudicial. Como sospechábamos, cuando el dólar dejó de apreciarse las condiciones de los mercados de crédito se relajaron inmediatamente, permitiendo la recuperación de todos los activos de riesgo, incluida la renta variable.
La Fed debe evitar a toda costa una apreciación significativa del dólar, un mensaje que parece haber oído. Para que la renta variable siga subiendo es necesario que el crecimiento de los beneficios sea decididamente mayor. Los beneficios del S&P 500 se han mantenido básicamente planos en los dos últimos años, ya que el sector empresarial estadounidense tuvo que lidiar con la doble dificultad de un dólar fuerte y unas materias primas débiles. Ambos vientos en contra han remitido y posiblemente fomentan unas perspectivas de crecimiento de los beneficios mucho más favorables en 2017.
En Fidelity International, actualmente estimamos que los efectos retardados de la debilidad de las materias primas y la fortaleza del dólar seguirán deprimiendo los beneficios de 2016 en EE. UU., donde estimamos que caerán un -1%. A medida que nos aproximemos a 2017, las comparaciones anualizadas serán más fáciles y, por tanto, estimamos un crecimiento de los beneficios del 12,4% en 2017, con un ROE del 17%. Estas previsiones podrían respaldar un nivel del S&P 500 de 2.250 puntos a lo largo de los próximos 12 meses. El principal riesgo es el ciclo político más que el económico.