En los últimos meses, las medidas de los bancos centrales suscitaron críticas justificadas procedentes de muchos sectores. He sostenido anteriormente que estábamos en una situación en la que los errores de comunicación contribuían innecesariamente al endurecimiento de las condiciones financieras y a la volatilidad del mercado de renta variable. Específicamente, consideraba que la Reserva Federal estadounidense era demasiado vehemente al señalar que los mercados monetarios subestimaban las subidas de tipos de interés en 2016.
La fortaleza del dólar estadounidense ha sido la principal vía para el endurecimiento de las condiciones financieras mundiales en los últimos años. Como los precios de los mercados financieros y de materias primas se expresan en dólares, el movimiento alcista del dólar significó que el valor de esos mismos activos cotizados en dólares más fuertes tenía que caer. Ahora, los motivos de la apreciación del dólar son muchos, y no es algo que pueda atribuirse exclusivamente a la Fed pero, puesto que solo la Fed puede imprimir dólares, sí tiene la responsabilidad última de asegurar que la moneda no se convierte en una limitación para la actividad.
Lamentablemente, mientras el dólar seguía apreciándose atravesamos por un periodo difícil cuando los bancos centrales se centraron en sus propias agendas nacionales. Eso fue un error. Afortunadamente, ahora asistimos al claro reconocimiento de que la consecuencia de las actuaciones independientes fue un nivel del dólar que amenazaba la estabilidad financiera. Las medidas recientes de los bancos centrales apuntan a un nivel de coordinación en relación con las divisas mucho mayor que el observado desde hace algún tiempo. Si bien no estamos hablando de algo similar a los acuerdos formales Plaza o Louvre de la década de 1980, ahora parece que los principales bancos centrales reconocen que nadie saldrá beneficiado si el dólar sigue apreciándose.
El Banco Popular de China ha dejado claro que el yuan no se va a devaluar y su actuación en los mercados de divisas sin duda apoya esa postura. En Europa, la naturaleza de la expansión del programa de QE del Banco Central Europeo sugiere que Mario Draghi se está absteniendo de utilizar el canal de la divisa. Está claro que le preocupa que la postura de relajación y el movimiento hacia unos tipos negativos se consideren como una oportunidad para abrir posiciones cortas en el euro. En consecuencia, utilizó deliberadamente la conferencia de prensa para afirmar que «no habrá más recortes» de tipos. Esta afirmación tuvo el efecto deseado de dar la vuelta a la debilidad del euro.
Por otra parte, la Fed tuvo que retroceder desde su posición excesivamente enérgica en relación con la senda de tipos de interés que había expuesto en diciembre. La posición revisada (pasando de cuatro a dos alzas de tipos durante este año natural, véase el gráfico 1) está en línea con las previsiones del mercado y, como consecuencia de ello, se ha producido un movimiento a la baja del dólar.
No creo que la debilidad del dólar tras la reunión de la Fed sea el inicio de una tendencia de depreciación significativa, pero sí considero que el periodo de apreciación que hemos presenciado durante los últimos años (y sobre todo desde mediados de 2014, véase el Gráfico 2) ha llegado a su fin. Esta evolución suaviza inmediatamente las condiciones financieras y permitirá que remita la elevada volatilidad de los mercados financieros.
Las economías desarrolladas han resistido la ola deflacionista
Al mismo tiempo que se relajan las condiciones financieras, cada vez está más claro que las economías desarrolladas de hecho han capeado bastante bien los efectos de la tercera ola de deflación. Es cierto que se ha producido un shock de volúmenes y precios en el comercio y la producción industrial, pero la economía interna de EE.UU. ha mantenido su buen comportamiento y la eurozona y el Reino Unido también han resistido razonablemente bien. En mi opinión, el temor de hace solo unas semanas a que EE.UU. entrara en recesión era muy exagerado.
Por el contrario, creo que ahora disfrutaremos de un periodo de crecimiento estable con condiciones financieras favorables que será la plataforma para un nuevo tramo alcista de la renta variable, una vez más liderada por la bolsa estadounidense. Una devaluación en China sería un riesgo para esta tesis, pues podría generar una nueva ola deflacionista, pero parece que este riesgo ha disminuido sustancialmente.
El reciente repunte de los mercados emergentes y las materias primas desde niveles muy bajos probablemente se desvanecerá debido a que ambos siguen sufriendo problemas estructurales acuciantes que tardarán años en resolverse. En cambio, considero que el liderazgo volverá a las áreas menos afectadas por los acontecimientos recientes; es decir, a los sectores con altos niveles de activos intangibles y propiedad intelectual, como las tecnologías de la información y la salud.