Andamos en mercados financieros altamente volátiles, con noticias encontradas cada día, y una gran incertidumbre de los participantes que no saben qué camino tomar. Es un momento en el cual cualquier decisión tiene una alta probabilidad de ser errada, por lo que las mismas deben ser altamente pensadas.
Quiero detenerme sobre la última palabra: pensadas. Como sabemos, más del 85% de las decisiones del ser humano son impulsivas, no tienen un componente de racionalidad detrás. En las decisiones financieras es algo similar: decidimos vender ante el pánico que producen ver retornos bajos, quizá pensando que con nuestra habilidad natural podemos obtener mejores retornos financieros. Eso les pasa a todos, incluso a los grandes ‘traders’ de instrumentos financieros avanzados como derivados.
Así, empezamos a mezclar “peras con manzanas”, no diferenciando si estamos hablando de un portafolio de mediano o largo plazo con objetivos definidos, frente a una inversión de corto plazo. Tendemos a compararlas, olvidando que son dos cosas que siguen ciclos diferentes. Claro, nuestra habilidad natural, esa a la que recurrimos tanto, nos dirá cuando es el momento perfecto para dejar la inversión de corto plazo y nuevamente pasar a la de largo plazo. Pero eso no funciona así. De hecho, puede ser mayor el costo de tratar de cambiar, solo por cambiar, que de sentarse a pensar racionalmente.
Es más, aunque el concepto se entiende, y muchas personas saben que este sería un momento maravilloso para comprar activos desvalorizados, muy pocas lo hacen. Y siempre me ha causado curiosidad la razón por la que no actúan, aún si entienden que todo está desvalorizado y podrían comprar (a la vez de vender lo que ya se ha valorizado sustancialmente). Explicaciones hay muchas, pero una me ha llamado la atención poderosamente, que se llama el “sesgo de la inacción”. Para no entrar en detalles de los mercados financieros, voy a utilizar un ejemplo clásico para que se entienda (ustedes lo ajustan a lo que sucede en mercados financieros): usted tomó la decisión de inscribirse a un gimnasio cuya mensualidad plena es de 100 dólares, y el gimnasio hace un descuento a 50 dólares. Usted pasa por el frente y mira y dice “la próxima semana me inscribo”. Cuando va la otra semana, el precio es 80 dólares; y existe una amplia posibilidad de que no se inscriba, pues piensa que “es muy costoso, porque la semana pasada valía 50 dólares”, sin embargo, olvida que, realmente, el precio es de 100 dólares. Y así, como dije, no se inscribe. Eso es inacción. Así que, no deje que los movimientos de corto plazo de los mercados lo desvíen de los objetivos…
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la visión de Old Mutual sobre los temas tratados.
Opinión de Manuel García Ospina, gerente de la Escuela de Planeación financiera y comercial de Old Mutual.