A principios de febrero conocíamos que la inflación se aceleró en Brasil en enero hasta un 1,27% frente a 0,96% en diciembre y no lejos del 1,24% de hace un año. Este dato entraña dos récords: el mayor crecimiento de los precios en un mes de enero desde 2003 y un récord en su evolución anual que alcanza ahora niveles de 10,71%.
Inflación alta (y al alza), recesión económica, tensión política y desconfianza social y financiera, ¿cómo se ha llegado a este punto?. Voy a ceder la respuesta a esta cuestión al BCE. En su último Boletín Mensual analiza la situación de Brasil. Con todo, les anticipo la conclusión de la nota: “de cara al futuro, los riesgos a los que se enfrenta Brasil continúan situados a la baja, en un entorno de incertidumbre en materia fiscal y dificultades políticas que podrían seguir mermando la confianza”.
Tras el rápido crecimiento económico registrado en los años anteriores a la reciente crisis financiera mundial, Brasil se encontraba en una posición sólida para hacer frente a la Gran Recesión. Y sin embargo:
La fase bajista del ciclo de precios de las materias primas no energéticas puso de manifiesto las deficiencias estructurales subyacentes de la economía brasileña. Además, aumentaron los desequilibrios en un contexto de políticas expansivas y cuantiosas entradas de capital.
El cambio en el sentimiento de los mercados financieros mundiales ante el anuncio de la Reserva Federal de Estados Unidos, en mayo de 2013, de su intención de reducir las compras de activos (lo que se conoce en inglés como “taper tantrum”), tuvo un impacto significativo en la economía brasileña.
Las estimaciones del modelo indican que la reciente desaceleración brasileña está determinada, en gran medida, por la combinación de factores internos y el descenso de los precios de las materias primas.
Opinión de José Luis Martínez Campuzano, economista y estratega de Citi.