“He llegado a creer que el mundo entero es un enigma, un enigma inofensivo que se hace terrible por nuestro enloquecido intento de interpretarlo como si contuviese una verdad subyacente”. ― Umberto Eco, El péndulo de Foucault
En aquellos días en que aún pensaba que los mercados eran impulsados por los llamados fundamentales, era un gran seguidor de los comentarios mensuales de Don Coxe.
Don Coxe se encontraba en el epicentro de la narrativa de los commodities y los países BRIC, y sus comentarios abundaban en contexto histórico, citas concisas y análisis convincentes. Fue el creador del concepto “desplome triple en cascada”, cuyo prototipo fue el prolongado mercado de renta variable bajista japonés. También estableció la regla de que los inversionistas deberían centrarse en las áreas del mercado en las que “que mejor conocen”, las aman menos, porque se han decepcionado más.
Para mí, Don era el “guardián de la tendencia” en medio de la nada, y yo era miembro activo y portador de la tarjeta de socio de ese culto.
Cultos seculares
La gente busca tantos hechos como sea posible para respaldar su narrativa, y creen que una mayor cantidad de información aumenta la precisión de sus pronósticos. Es decir, me convertí en un experto en campos que sustentaban mi visión del mundo.
Podía citar todas las estadísticas pertinentes de los campos de petróleo de Arabia Saudita y decir por qué no debemos creerles. Conocía el valor actual neto (VAN) de las principales empresas de arenas bituminosas canadienses con base en las reservas en el subsuelo, en un rango de pronósticos del precio del petróleo a largo plazo. Daba seguimiento a la curva de costos de la perforación de pozos en tierra frente a la perforación de pozos en aguas profundas, así como a los precios de arrendamiento de las diferentes clases de plataformas de exploración y producción. Veía índices y la estructura a plazo de los futuros del crudo. Veía a los certificados de seguro de deuda (CDS) saudíes como un indicador rector de las fluctuaciones de los precios del petróleo.
Pero esos son solo datos, y los datos no hacen más que sustentar la narrativa; no tienen poder en sí mismos. La narración se basa en la fe, y toda la nueva información se filtra a través del prisma de la fe. Fe en el pico del precio del petróleo. Fe en la necesidad de carne e infraestructura de la clase media emergente de China. Fe en la escasez. Fe en el despilfarro monetario y en la inevitabilidad de la inflación. ¡Fe, fe, fe!
Fantasmas de burbujas, pasados y presentes
En cada ciclo, hay un puñado de “flautistas de Hamelín” ocupando diligentemente sus puestos como “guardianes de la tendencia”, asegurándonos que la narrativa es una realidad. En la era de la “avaricia es buena” de la década de 1980, la narración fue alimentada por personajes como Martin Zweig, Michael Milken e Ivan Boesky, con el ficticio “Gordon Gekko”, como arquetipo. En la burbuja tecnológica, por personajes como Henry Blodgett, Mary Meeker, Jack Grumman y Frank Quattrone. Durante la burbuja de los mercados emergentes y los commodities, la narrativa estuvo dirigida por Jim O’Neil (quien difundió el término BRIC), Jim Rogers, Marc Faber, Peter Schiff, T. Boone Pickens y Eric Sprott. La narrativa más reciente, de la omnipotencia del banco central, tiene su propio elenco de “guardianes”. Los principales miembros del elenco son Paul Krugman, Ben Bernanke, Janet Yellen, Shinzo Abe, Mario Draghi y, tal vez, Mark Carney. David Tepper y sus secuaces son acólitos celosos. O tal vez la narrativa actual sea realmente “la verdad”. Ya no me importa de cualquier manera.
En nuestro siguiente articulo hablare de como “rompí el hechizo” de la narrativa después notar que mis capacidades para predecir los mercados basándome en un conocimiento y compresión plena de estos no funciono durante la última crisis financiera.