El término “guerra de divisas” puede sonar sensacionalista, pero la serie de devaluaciones competitivas vistas en los mercados mundiales durante los últimos años ha dado continuidad a esta batalla.
La Reserva Federal disparó primero
Fue Estados Unidos quien realizó el primer disparo en 2008 cuando la Reserva Federal introdujo el programa de expansión cuantitativa en medio de la crisis financiera mundial. Siguió con el refuerzo de posteriores QE en 2010, que acabó en una protesta de los bancos centrales de los mercados emergentes, que temían una oleada de flujos de capital en sus economías. Ese era un peligroso efecto secundario que tenía el potencial de desestabilizar estas economías a largo plazo fomentando la mala asignación de capital, un crecimiento de crédito excesivo, una inflación del precio de activos y unos valores de moneda inflados.
Cuando observo el panorama económico mundial cinco años más tarde, parece que los temores de aquellos banqueros de los mercados emergentes estaban bien fundados. Tras años de entrada de capitales a las economías emergentes, los flujos están ahora revirtiéndose rápidamente, a menudo dejando una ola de volatilidad a su paso. El resultado ha sido una fuerte depreciación del tipo de cambio para las economías emergentes más débiles, junto a un aumento de los costes por intereses del dólar estadounidense. En muchos casos, la depreciación de la moneda ha llevado a presiones de inflación importada, que, en combinación con el débil crecimiento a causa de los reducidos flujos de crédito, ha creado condiciones económicas estanflacionarias.
¿Qué debe hacer el banquero?
Esto ha puesto a muchos banqueros centrales de los mercados emergentes en un apuro extremadamente difícil. No pueden flexibilizar la política monetaria para estimular el crecimiento como harían normalmente en una situación así, pues eso posiblemente empeoraría las cosas para ellos con respecto a las salidas de capital. Pero tampoco pueden permitirse correr el riesgo de avivar las presiones de inflación todavía más. Este fundamental y desfavorable telón de fondo que actualmente caracteriza a las economías de Brasil, Turquía y Sudáfrica, tiende a crear un bucle de reacciones negativas, que comienza con un débil crecimiento, un aumento de las salidas de capital, unos valores de moneda más bajos, una mayor inflación importada, una política monetaria más restrictiva y al final un crecimiento aún más débil, en respuesta a todos estos acontecimientos; ninguno de los cuales es bueno para los valores de activos, solo complican aún más las cosas.
¿Qué podría romper el círculo?
La buena noticia es que muchas divisas emergentes están infravaloradas en comparación con las medidas a largo plazo del valor razonable. Esto podría ayudar a apoyar la competitividad de sus exportaciones, a pesar de las bajadas de las divisas de otras grandes economías orientadas a la exportación, incluyendo Alemania, Japón y China, donde la depreciación de las divisas ha sido menos grave. La otra variable clave es el crecimiento mundial más fuerte. La mayoría de economías de mercados emergentes dependen en cierta medida de la demanda exterior. Es más, un mejor crecimiento mundial puede subir el ánimo de los inversores y hacer que estén más dispuestos y se sientan más cómodos invirtiendo en economías emergentes atribuladas que necesitan desesperadamente su capital.
Veo bolsas de valor en los activos de mercados emergentes hoy en día. Sin embargo, por ahora, por lo general todavía necesitan urgentemente un catalizador fundamental para ayudarles a desbloquear la oportunidad.