M&G y bondvigilantes.com se enorgullecen en presentarles los gráficos más terroríficos sobre la economía mundial. Algunos les harán reír, otros les harán llorar. Quedarán asombrados, quedarán encantados, quedarán desconcertados y se divertirán. Obviamente, lo que sigue no es para pusilánimes. Están advertidos.
1.- A las empresas les asusta el riesgo
Desde la crisis financiera, las compañías han emitido una enorme cantidad de deuda con objeto de financiarse a unos tipos de interés bajos. ¿Qué han hecho las empresas con todo el dinero que han captado en los mercados de capitales? En su gran mayoría, las compañías estadounidenses se han embarcado en recompras de acciones propias y en fusiones y adquisiciones, lo cual ha dado impulso a los mercados de renta variable. Solo una pequeña cantidad del dinero captado por las compañías americanas se ha destinado a gasto de capital. Esto sugiere que las compañías siguen siendo reticentes a asumir riesgos, incluso en un entorno en el que muchos piensan que la economía estadounidense está lista para soportar unos tipos de interés más altos.
2.- Los inversores no tienen dónde esconderse
Antiguamente, un inversor podía esperar que los bonos de su cartera de inversión mostraran fortaleza cuando caía la renta variable, y viceversa. Eso se acabó. Análisis del Fondo Monetario Internacional muestran que las clases de activos se mueven cada vez más en la misma dirección, lo cual implica que la famosa regla de la inversión –la diversificación– ya no es aplicable en la misma medida que antes. Un aspecto preocupante es que la tendencia que muestran los precios de los activos globales de moverse al unísono se halla en un máximo histórico, y las correlaciones han seguido siendo elevadas incluso en periodos de baja volatilidad. Un buen susto en los mercados de inversión, que provoque caídas generalizadas del valor de los activos, podría poner verdaderamente a prueba la fragilidad del sistema financiero.
3.- Predicciones terribles
Tal como demuestra el mercado de futuros de petróleo, los precios de las materias primas son de lo más volátil e impredecible. Esto plantea un desafío importante para las autoridades de los países ricos en recursos, en los que las materias primas representan una parte preponderante de los ingresos estatales. El desplome sufrido por los precios de las materias primas podría presionar gravemente los balances públicos, especialmente en focos de tensión geopolítica como Oriente Medio, Rusia, Nigeria y Venezuela. Quienes pronostican (esperanzados) un repunte de los recursos podrían quedar decepcionados.
4.- Una exposición monstruosa a los derivados
El valor nocional de los instrumentos derivados en el sistema financiero global ronda los 630 billones de dólares. Para que nos hagamos una idea de su envergadura, el valor del PIB global es de 77,3 billones de dólares. 630 billones es una cifra enorme, pero exagera los peligros que acechan en el mercado mundial de derivados. La cantidad nocional no refleja los activos en riesgo en una operación con un contrato de derivados. Según el BPI, el valor bruto del mercado mundial de derivados OTC es de 20,9 billones de dólares (cerca de una tercera parte del PIB mundial).
5.- No se hace lo suficiente para impedir el calentamiento global
Y, por último, el gráfico más aterrador de todos. Las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentado, lo cual eleva más si cabe la presión sobre el medio ambiente. La OCDE estima que estas emisiones aumentarán más de un 50% de cara a 2050, impulsadas por una subida del 70% en las emisiones de dióxido de carbono debidas a la utilización de energía. Su expectativa es que la demanda de energía habrá aumentado un 80% en 2050. Si estas previsiones resultan ser acertadas, es de esperar que las temperaturas globales suban entre 3 y 6 grados Celsius. Un cambio de esta magnitud podría alterar los regímenes pluviométricos, fundir glaciares, provocar la subida del nivel del mar e intensificar los fenómenos meteorológicos extremos hasta niveles nunca vistos. Esto podría causar cambios naturales radicales que tendrían efectos catastróficos o irreversibles en el medio ambiente y la sociedad.
Desde un punto de vista económico, el problema principal de intentar reducir las emisiones de carbono es que el mundo desarrollado debe encontrar una manera de subvencionar a los países en vías de desarrollo para que adopten tecnologías de energía renovable (más caras). Esto podría costar centenares de miles de millones de dólares. Los países en vías de desarrollo sostienen que el mundo desarrollado debería ser quien soportara el grueso de los recortes en las emisiones, ya que las emisiones per cápita en los países más ricos son más altas.
Por suerte, ya se están tomando medidas para intentar limitar el aumento de emisiones de gases de efecto invernadero. Ochenta y una compañías mundiales han firmado un compromiso auspiciado por la Casa Blanca para tomar medidas más agresivas para combatir el cambio climático. A finales de este año, Francia acogerá la «COP21/CMP11», una conferencia de las Naciones Unidas con el objeto de conseguir un nuevo acuerdo internacional sobre el clima y mantener el calentamiento global por debajo de los 2º C. Y para los innovadores, hay un premio de 20 millones de dólares sobre la mesa para quien sea capaz de desarrollar una tecnología que convierta las emisiones de dióxido de carbono de las centrales eléctricas y de las instalaciones industriales en productos valiosos, como materiales para la construcción, combustibles alternativos y otros objetos cotidianos.
Columna de opinión por Anthony Doyle, M&G y bondvigilantes.com