Se suele decir que una semana es mucho tiempo en política: Ahora bien, en los mercados financieros, una semana puede parecer una eternidad. Tras el desplome de los mercados de renta variable el 24 de agosto y el leve repunte del día después, los mercados se mantienen volátiles, y la volatilidad permanece en cotas elevadas desde una perspectiva histórica, tal y como lo ilustra el VIX (conocido como el «índice del pánico» de Wall Street) en el siguiente gráfico.
Como se puede observar más arriba, la volatilidad se sitúa ahora en niveles que no se habían registrado desde el año 2011, en plena crisis de la deuda soberana. La pregunta que cabe plantearse en estos momentos es si los recientes acontecimientos representan una mera corrección tras la prolongada trayectoria alcista experimentada por los activos de riesgo o si nos encontramos ante una situación más siniestra. Cabe recordar que el repunte de la renta variable se ha debido al aumento de las valoraciones, y no al crecimiento de los beneficios; y, por esta precisa razón, los mercados se muestran particularmente vulnerables a las noticias procedentes de China.
En nuestra opinión, los mercados de renta variable se han beneficiado de las inyecciones de liquidez proporcionadas por los programas de expansión cuantitativa de los últimos años, si bien los inversores se enfrentan ahora a la cruda realidad: el crecimiento económico del universo desarrollado, siete años después del estallido de la crisis, sigue siendo deslucido.
Los responsables políticos de Estados Unidos y el Reino Unido desean subir los tipos de interés, pero no pueden acometer dichas medidas en la actualidad. En otras palabras, los mercados esperaban que los países desarrollados regresaran a una especie de «normalidad» económica este mismo año y, en tal escenario, cualquier desaceleración de China podría contenerse o abordarse con mayor facilidad.
Por desgracia, la única economía desarrollada de relativa significancia que ha experimentado un crecimiento sólido tras la crisis –Estados Unidos– ha tenido que capear las dificultades derivadas de la apreciación del dólar y de un mercado laboral tensionado (con problemas para cubrir las vacantes), y el gasto de capital se ha visto perjudicado por el desplome de los precios del petróleo a escala mundial. Si la economía estadounidense comenzara a ralentizarse y si la desaceleración china se acelerara o agravara, las perspectivas para el crecimiento mundial serían desalentadoras.
Además, pese a toda la batería de iniciativas políticas implementadas para impulsar el crecimiento (como los programas de expansión cuantitativa y unos tipos de interés del 0%), no existe ninguna economía que espere entre bastidores para asumir la batuta del crecimiento económico. En este sentido, si bien el gigante asiático ha sido el catalizador del reciente desplome de los mercados de renta variable, no es el único responsable de los problemas que atenazan el crecimiento económico mundial en la actualidad, ni tampoco se le puede atribuir que el arsenal político del universo desarrollado se encuentre vacío.
¿Qué significa todo esto para los inversores? Si el reciente declive del mercado bursátil constituye una mera corrección, surgirán interesantes oportunidades para los inversores a largo plazo, y todos mis compañeros de renta variable han venido ampliando sus posiciones preferidas a valoraciones interesantes. No obstante, esto se ha realizado con sumo cuidado, ya que los picos de algunos movimientos han sido de magnitudes considerable.
En cuanto a los mercados de renta fija, nos sorprendió la escasa diversificación aportada por la deuda pública de los países centrales: los títulos mostraron cierta resistencia, pero se desmoronaron enseguida. Los lectores asiduos de mis columnas sabrán que mantenemos una posición infraponderada en deuda pública de los países centrales, y no tenemos intención de modificar este posicionamiento teniendo en cuenta el comportamiento de dicha clase de activos.
En el plano político, creemos que ahora resulta poco probable que el Banco de Inglaterra suba los tipos de interés este año. Al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, los precios del mercado apuntan a una probabilidad del 50% de que la Fed normalice su política monetaria este año, si bien pensamos que esta posibilidad se está desvaneciendo a pasos agigantados. Así pues, con independencia de lo que acontezca en China, el entorno de tipos de interés «más bajos durante más tiempo» parece ahora bastante probable.
Si tomamos todo esto en consideración, nuestra hipótesis inicial apunta a que estamos siendo testigos de una corrección, en lugar del comienzo de algo más significativo, aunque esto dependerá en gran medida de lo que ocurra en China en lo que resta de año y a principios de 2016. Por esta razón, estamos dedicando grandes esfuerzos y recursos a la previsión de cuál sería el impacto mundial de las diferentes tasas de crecimiento económico chino. Si las autoridades logran «salir del paso», existiría una buena probabilidad de que también lo hiciera el mundo desarrollado y, en tal caso, el actual desplome podría convertirse en una oportunidad de compra. Por el contrario, si las autoridades chinas no logran mantenerse a flote, las perspectivas para el crecimiento mundial se revelarían desalentadoras.
El aplazamiento del ciclo de subidas de los tipos de interés resultaría favorable para la renta variable (y los mercados emergentes) a corto plazo, y contribuiría a apuntalar los mercados de renta fija. No obstante, a más largo plazo, la incapacidad de los bancos centrales para aumentar los tipos de manera modesta reflejaría una extrema debilidad del entorno de crecimiento, lo que, en última instancia, perjudicaría a la renta variable. Un mundo en el que China exporta deflación sería un mundo muy complicado para los beneficios corporativos a escala internacional, pues la capacidad de fijación de precios se vería probablemente mermada. En tal escenario, tendríamos que centrarnos en el crecimiento secular (dondequiera que se encuentre), sectores con altas barreras de entrada y empresas que han adoptado satisfactoriamente medidas de «autoayuda».
Mark Burgess es director de inversiones de Threadneedle.