Para muchos profesionales y clientes del mercado financiero, la vuelta de sus vacaciones coincidió con uno de los momentos de pánico bursátil más importantes de los últimos lustros. En un entorno económico claramente escorado hacia el cortoplacismo (no sólo en la política económica, también en los mercados), los agentes del mercado proyectaron, desde el primer momento hacia el futuro, un escenario de caídas de las bolsas y, hasta incluso, una recesión global provocada por la reducción de la tasa de crecimiento de la economía china.
La realidad, sin embargo, dista mucho de ser así. A decir verdad, la situación de las bolsas está claramente distorsionada por dos factores clave: por un lado, el momento en que se han producido las caídas (en la recta final del mes de agosto) y, por otro, una excesiva preocupación por lo que ocurre en China, muchas veces nacida de miedos irracionales derivados de conclusiones apresuradas y con poco fundamento macroeconómico e institucional.
Agosto es el mes del año donde más se reduce el volumen de negociación en las bolsas de todo el mundo. En este sentido, cualquier noticia con cierto calado, sea positiva o negativa, produce un impacto mucho mayor que si este mismo evento se produjera en otra época del año. Menores volúmenes de negociación alimentan la volatilidad ya que el número de operadores se reduce y, por lo tanto, los movimientos en bloque crecen de forma importante.
De forma paralela, la transformación de la economía china preocupa a los inversores, no tanto porque haya un “momento Lehman” en la segunda mayor economía del mundo, sino por el parón en la demanda de materias primas, ya que China hasta ahora ha sido el mayor consumidor de commodities a nivel mundial. Puesto que durante décadas los productores han lanzado al mercado cantidades crecientes de petróleo, gas natural, cobre o mineral de hierro –entre otras– conforme la demanda aumentaba y vaciaba una y otra vez las reservas; en cuanto se ha ralentizado la demanda, los excedentes se van haciendo cada vez mayores y, por tanto, los precios tienden a la baja.
En suma, el mercado se encuentra en una fase de corrección parcial de las ganancias de los últimos meses. A pesar de esto, es ciertamente difícil que pierdan la senda alcista cuando los inversores tienen a un prestamista de última instancia siempre dispuesto a seguir imprimiendo dinero para sostener los mercados: los bancos centrales.
Javier Santacruz es profesor del IEB