Tras los sucedido estos días en los mercados, creo que tenemos que reconocer que, a diferencia de algunas de las crisis previas vividas en años recientes, ésta tiene su origen en el mundo emergente.
País tras país, los emergentes han ido devaluando su moneda contra el dólar en respuesta a un crecimiento económico más débil en estos mercados. Lo hemos visto en Brasil, Indonesia, Rusia y Malasia, por ejemplo. Ahora los mercados de renta variable a nivel global están asimilando realmente ese mensaje de un menor crecimiento económico en dichos mercados.
Estamos asistiendo a una tercera ola de deflación: la primera se produjo con el estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera de 2009, la segunda ha tenido como protagonista la crisis de la eurozona entre 2011 y 2012 y esta tercera ola de deflación se debe a las turbulencias en los mercados emergentes en 2015.
En lo que respecta a la economía de Reino Unido, por ejemplo, esto va a tener dos efectos claros: por un lado, una oleada de precios bajos. Lo estamos viendo en la cotización de las materias primas y en especial en el petróleo. Uno va a la gasolinera cada fin de semana, y cada vez cuesta menos llenar el depósito del coche. Esto es bueno. Sin embargo, por otro lado, como el PIB mundial depende cada vez más de la aportación de los emergentes, el crecimiento económico a nivel global va a ser como resultado, más débil.
Es cierto que la economía de Reino Unido y la de Estados Unidos están en mejores condiciones ahora que en crisis pasadas y los bancos centrales de ambos países han reconocido recientemente que ya están pensando en cómo y cuándo normalizar los tipos de interés. Es normal que el mercado ya especule con esto porque ambas economías están fuertes y los datos del mercado laboral son buenos, pero estoy seguro que esta tercera ola de deflación va a posponer la decisión una vez más.
Para tomar la decisión, los bancos centrales tienen que fijarse en lo que va a pasar con la inflación de cara al futuro. Si miramos lo que puede suceder de aquí a unos meses y recordamos que los precios están cayendo, las previsiones de inflación en Estados Unidos y en Reino Unido para los próximos de 6 a 12 meses no están presionando a ninguno de los dos organismos para subir los tipos de interés.
La volatilidad que vemos ahora en los mercados va a continuar este mes de septiembre, sobre todo hasta que no tengamos algunas pistas de la Reserva Federal sobre la dirección de los tipos de interés.
Sospecho que ya estamos a mitad de camino de esta venta masiva. Definitivamente no es un buen momento para vender y, en mi opinión, a finales de año estaremos posiblemente en niveles más altos que los actuales. Estos son momentos para controlar los nervios.
Dominic Rossi, Fidelity