El repunte generalizado del mercado bursátil que caracterizó gran parte del primer trimestre de 2015 perdió fuelle en el mes de marzo. Durante el mes, los inversores se centraron en el deterioro de los datos económicos estadounidenses, las renovadas tensiones geopolíticas en Oriente Próximo y el correspondiente encarecimiento del crudo.
En los mercados de renta fija, los rendimientos de la deuda pública a 10 años de referencia se mantuvieron en niveles extremadamente bajos —los rendimientos del bund alemán cerraron el mes en tan solo un 0,18%. En Estados Unidos y el Reino Unido, los rendimientos a 10 años también retrocedieron, reflejo de unos datos más deslucidos en EE. UU. y del «efecto gravitatorio» del programa de expansión cuantitativa del BCE. En los mercados de crédito, se observaron ciertas señales de «indigestión» tras la abundancia de nuevas emisiones, si bien la situación se calmó en cierto grado por la atonía de la actividad durante Semana Santa.
De cara al segundo trimestre, los inversores deben prestar atención a la evolución de tres factores clave: los tipos de interés, las divisas y el crecimiento económico. En cuanto a los tipos de interés, la decisión de la Fed de omitir la palabra «paciencia» en el comunicado de política monetaria de marzo suscitó un gran revuelo, aunque lo que realmente debemos tener en cuenta es que, siete años después del estallido de la crisis financiera, todavía vivimos tiempos extraordinarios. Los consumidores y los gobiernos del universo desarrollado siguen sobreapalancados y sobreendeudados, y las empresas de algunos sectores experimentan dificultades para mantener su capacidad de fijación de precios.
En mi opinión, no parece necesario subir los tipos de interés de manera agresiva, sobre todo si consideramos el impacto deflacionista que supone la caída de los precios de la energía. En este preciso instante, cuando escribo este documento, los mercados apenas han descontado una subida de los tipos estadounidenses para este año, mientras que los mercados británicos han retrasado la previsión de una primera subida hasta agosto de 2016. Mientras tanto, se prevé que la política monetaria en la zona euro y Japón siga teniendo un sesgo sumamente acomodaticio.
Y de los tipos de interés pasamos directamente al tema de las divisas. Las medidas de expansión cuantitativa en Europa y Japón, aunadas a las expectativas de una subida de tipos en EE. UU. durante el año en curso, han desembocado en un fuerte repunte del índice del dólar en los seis últimos meses. Aunque no creemos que el dólar continúe revalorizándose a este ritmo tan fuerte, el billete verde seguirá representando la divisa de reserva mundial por antonomasia. Tampoco puede descartarse un nuevo episodio de volatilidad a corto plazo en el tipo de cambio euro/dólar, pues el caso griego parece dirigirse hacia su desenlace final. A largo plazo, la salida de Grecia del euro podría resultar beneficiosa para el país, aunque el periodo de transición a corto plazo sería extremadamente doloroso. No obstante, este escenario (conocido como «Grexit») no constituiría un desastre en sí: el verdadero problema radica en lo que ocurriría en el resto de la zona euro, sobre todo si, a la larga, el país heleno logra con éxito mantenerse en pie por sí solo.
Las perspectivas del crecimiento económico mundial parecen sugerir un ligero deterioro. La reciente debilidad de los datos estadounidenses se puede atribuir, casi con certeza, a las perturbaciones causadas por las condiciones meteorológicas y otros acontecimientos aislados, como el conflicto laboral en los puertos de la costa oeste estadounidense, si bien probablemente resultaría poco razonable esperar que EE. UU. siguiera superando con tanta holgura al resto de países desarrollados. En la esfera corporativa, las sociedades estadounidenses están, sin duda alguna, acusando los efectos de la reducción del gasto de capital en el sector de la energía y la apreciación del dólar. En nuestra opinión, la economía estadounidense se encuentra en una fase de desaceleración, y es probable que esto quede patente en el dato del PIB de EE. UU. y, también, en la publicación de beneficios del primer trimestre. No obstante, por lo que respecta a los activos de riesgo y, por supuesto, a la economía mundial en general, resulta vital que este deterioro de los datos estadounidenses no sea más que una mera nota discordante.