La reciente decisión del Banco Nacional de Suiza de penalizar los depósitos bancarios al 0,75% y liberar al franco del tipo mínimo de 1,2 unidades por euro es el último sobresalto para unos mercados particularmente nerviosos ante los numerosos frentes abiertos: depreciación del euro (contra el dólar); amenaza generalizada de deflación; desplome del precio del petróleo, debilidad global del crecimiento económico, según acaba de certificar el Banco Mundial; intenso año electoral en Europa, empezando por Grecia y, por si todo esto fuera poco, el temor a una nueva oleada de terrorismo islámico. Ante esta situación, ¿cuál es el panorama para las empresas españolas que calificamos? Sin minusvalorar la volatilidad a la que se verán sometidos los mercados, nuestra visión es positiva.
Analizando en conjunto todos los grandes focos de inestabilidad, no anticipamos impactos significativos para las empresas españolas en materia de calificación crediticia, ni para el conjunto de la UE. Estamos convencidos de que los peores escenarios con los que se especula en los mercados no llegarán a producirse y, en todo caso, pasarán sin tener consecuencias negativas de calado. Las empresas calificadas están siendo capaces de ejecutar exitosamente sus planes de negocio, creciendo principalmente vía negocio exterior, adaptándose de esta forma a la baja demanda doméstica de estos últimos años, al tiempo que percibimos que la crisis de su negocio en la eurozona ya ha tocado fondo. En este sentido, confiamos además en el impulso positivo que proporcionarán la puesta en marcha del programa de expansión cuantitativa del BCE, al que las bajas presiones inflacionarias dotan de una mayor flexibilidad para ser más agresivo, y el plan promovido por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, que pretende movilizar 315.000 millones de euros en tres años para diversos proyectos, si bien es fundamental que la selección de estas inversiones se haga de forma adecuada para que tengan un efecto permanente en las zonas donde se lleven a cabo y sirvan para generar un efecto sostenido y recurrente en el conjunto de la UE.
Respecto a Grecia, no creemos que lo que ocurra tras las elecciones del próximo día 25 vaya a tener un efecto relevante en materia de calificación. En nuestra opinión, en el mercado se han exagerado los riesgos derivados de una eventual victoria electoral del partido izquierdista Syriza. Nuestro escenario base es que Grecia no saldrá del euro, ya que ésa es la voluntad de la mayoría de los griegos. Si Syriza es finalmente el partido vencedor, estamos convencidos de que se esforzará por tratar de llegar a un acuerdo para la continuidad del país dentro de la eurozona. Pero incluso en el peor escenario, el de ruptura con el euro, que no contemplamos a priori, la mejor situación macroeconómica y la mayor fortaleza de capital actual de los bancos europeos harían asumible ese hipotético abandono de la moneda única por parte de Grecia y amortiguarían notablemente un posible efecto contagio. Teniendo en cuenta el bajo peso que tiene Grecia en el conjunto de la UE, es infinitamente más importante para las empresas españolas las amenazas latentes sobre el crecimiento y el tipo de cambio presentes en algunos países de América Latina, con un especial foco en el mercado brasileño.
Por otra parte, consideramos que la caída del precio del petróleo es, al menos en el corto plazo, beneficiosa para el conjunto de las empresas españolas, ya que el desembolso en hidrocarburos constituye uno de los principales gastos de explotación de algunos de los sectores más estratégicos de la economía. La debilidad de la cotización del petróleo facilitará un aumento de la rentabilidad y generación de caja, lo que permitirá una mayor flexibilidad financiera. De igual modo, la reciente aceleración de la depreciación del euro proporciona un impulso adicional a la actividad exportadora, esencial para el caso de España (las exportaciones están un 15% más baratas que hace seis meses en USD). Adicionalmente, las exportaciones que ya se hacían se traducen a una mayor rentabilidad por diferencias de cambio positivas, mejorando la cobertura de intereses a las empresas que se financian en euros para invertir en el extranjero.
Una de las lecciones extraídas de la crisis ha sido el proceso forzoso de reestructuración y desapalancamiento, que ha permitido a las empresas reforzarse, orientándose hacia una visión global de mercado. Las empresas españolas están ahora llamadas a protagonizar la consolidación de sus respectivos sectores a nivel europeo y en algunos sectores, incluso a nivel mundial, apoyadas por un sistema financiero saneado y beneficiándose de una nueva cultura de diversificación de fuentes de financiación, gestión profesionalizada del riesgo de crédito y mayor disciplina financiera.
Existen todavía factores a nivel macro que se deben corregir, que afectan y continuarán afectando a las empresas más dependientes del mercado doméstico: la tasa de paro sigue siendo extraordinariamente elevada en España, lo que sin duda incidirá negativamente en el consumo y la inversión, junto con la elevada carga de deuda pública española, que ya ronda el 100% del PIB, así como la fuerte dependencia de la financiación exterior y la volatilidad será persistente en los mercados, dada la elevada incertidumbre. Pero, pese a todo ello, el análisis global de todos los diferentes factores que pueden afectar al sector empresarial nos lleva a considerar que se dan las condiciones para que 2015 sea, desde un punto de vista de la estabilidad de las calificaciones crediticias, un buen año.
Columna de opinión de Adolfo Estévez, director de Axesor Rating