Enfrentarse al mal del folio en blanco cuando uno tiene que dar su visión de mercado es quizás igual de complejo que empezar con el contador a cero cada comienzo de año para un gestor de fondos, y, más si cabe, si se tiene una gran flexibilidad en la toma de decisiones.
Todo invita a pensar que este año debería ser un buen año para la renta variable europea. Hasta aquí poco valor añadido ya que decir que la bolsa va a caer es poco gratificante. Si echamos la vista atrás, han sucedido cosas positivas en los últimos doce meses: progresiva intervención del BCE guardándose el enésimo as en la manga (QE de bonos soberanos), el precio del petróleo ha caído un 50% desde julio, el euro continúa depreciándose frente a la mayoría de las divisas de nuestros socios comerciales, los costes laborales no suben y los costes financieros a la baja “comienzan” a llegar a la demanda con ganas de invertir o consumir.
Sin embargo, una moneda tiene dos caras, y hay potenciales eventos y alguna matización que no debería sustentar un posicionamiento de la cartera irracionalmente alcista sin reservas. 2015 es un año de elecciones en un gran número de países europeos, con fuerzas emergentes entrando en el panorama político que proponen rupturas con el sistema tal y como lo conocemos, y eso genera incertidumbre.
Pero lo que a mí realmente me preocupa son los números, es decir, la valoración. Si excluimos al sector financiero y no vemos un repunte continuado de los beneficios empresariales en Europa, difícilmente podríamos decir que las bolsas europeas están “baratas”. Yo diría que correctamente valoradas frente a sus múltiplos históricos (siendo Alemania el país con mayor margen de seguridad).
Ahora bien, todo es susceptible de cotizar “caro” o a múltiplos elevados durante mucho tiempo: EE.UU. está sobrevalorado un 30% frente a su media tendencial y los bonos periféricos cotizan a un PER superior a 60 veces.
Javier Alfonso Rillo Sebastián es gestor del fondo Ibercaja Alpha en Ibercaja Gestión