Septiembre fue un mes complicado en el ámbito de los activos de riesgo en el que el índice S&P 500 arrojó una rentabilidad total de -1,4% en dólares. La renta variable británica también cedió terreno, debido al lastre en la confianza inversora que supuso la incertidumbre a corto plazo derivada del referéndum escocés por la independencia; el FTSE All-Share registró una rentabilidad total de -2,8% expresada en libras esterlinas. En el transcurso del año, este índice ha obtenido, por el momento, una modesta subida del 0,6% en su rentabilidad total. La rentabilidad en los mercados de renta variable europea fue heterogénea en septiembre; las bolsas italianas y danesas se situaron entre las más sólidas del continente si se miden por el rasero de la moneda local, mientras que las griegas y portuguesas obtuvieron una rentabilidad inferior. Las acciones japonesas revelaron una rentabilidad holgadamente superior, un hecho que nos complace enormemente ya que seguimos favoreciendo la asignación a Japón en nuestras carteras multiactivos. Sin embargo, la renta variable asiática atravesó un mal momento; los mercados de China y Hong Kong se vieron perturbados por las manifestaciones en favor de la democracia en la ex colonia británica, después de que Pekín descartara unas elecciones plenamente democráticas para 2017.
En cuanto a la renta fija, aumentaron los rendimientos del título del Tesoro estadounidense a 10 años, hasta cerrar septiembre con un 2,48%. Hacia finales de mes, se produjeron brotes de volatilidad en los mercados crediticios y del Tesoro estadounidense. La salida de Bill Gross de PIMCO suscitó la preocupación de que el mayor fondo en el mundo de renta fija —el PIMCO Total Return Fund que ronda los 220.000 millones de dólares— pudiera verse obligado a cerrar posiciones para poder hacer frente a los reembolsos por parte de los clientes.
En el momento en el que redactamos este documento, los activos de riesgo no lograban avanzar por la confluencia de unos pobres datos económicos en Europa, los primeros casos confirmados de ébola tanto en Europa como en EE. UU., y los continuos temores por la situación geopolítica en Oriente Próximo, Europa y Hong Kong/China.
Como ya puse de relieve en nuestro reciente boletín sobre la asignación de activos, hemos reducido nuestra posición en high yield (asignando a efectivo los importes resultantes) como medida para mitigar el riesgo; la participación en esta clase de activos es generalizada, si bien la liquidez continúa mostrando indicios de irregularidad. Los rendimientos de la deuda de los países centrales siguen mostrando un escaso valor si se compara con los promedios históricos, aunque el precio de la deuda central debería verse apuntalado por las perspectivas de un menor crecimiento económico en Europa y ciertas señales de que EE.UU. se aproxima a unas tasas de crecimiento discretas, aun cuando existe cierta inquietud sobre los flujos que se mencionan anteriormente.
En cuanto a la política económica, el mercado continúa especulando sobre si el BCE pondrá en marcha una especie de programa de expansión cuantitativa a gran escala, si bien fue interesante observar que Mario Draghi parecía un tanto abatido durante una rueda de prensa reciente de la institución que preside. Queda claro que le gustaría ver cómo los dirigentes europeos implementan algún tipo de estímulo fiscal o estructural (un programa de tipo «plan renove» se vislumbra como una victoria fácil para Europa, especialmente por la posición germana de liderazgo en la producción de automóviles), aunque no hay nada previsto. En cuanto al programa de expansión cuantitativa, sigo cuestionando la eficacia de las compras de deuda soberana con el nivel actual tan ínfimo del rendimiento en la deuda de las principales economías europeas. Una renta fija con unos rendimientos en mínimos históricos no parece que vaya a ser un aliciente para que la banca europea conceda préstamos, cuando la demanda de crédito se muestra discreta y las limitaciones regulatorias imponen a los bancos la salvaguarda del capital. Sin embargo, dada la inacción política en las reformas estructurales y los estímulos fiscales, es posible que Draghi esté pensando en implementar la expansión cuantitativa, puesto que es la única palanca que puede accionar.
Haciendo balance, nuestra posición es positiva en la renta variable frente a la fija en términos relativos; sin embargo, en términos absolutos, ya no quedan acciones baratas y en cierta medida resultan caras. Japón se perfila como un oasis frente al resto de mercados de renta variable, donde las empresas sacaron partido de la depreciación del yen frente al dólar; la revisión al alza de los beneficios continúa produciéndose, y debería seguir reforzando el relativo atractivo de esta clase de activo, aunque el país nipón no se revelará inmune, probablemente, a cualquier síntoma de languidez a corto plazo en la renta variable mundial.
La gran pregunta que se planteará actualmente el inversor será quizá si la economía estadounidense puede salir del atolladero «por su propio pie», cuando buena parte de los países desarrollados se muestran renqueantes en el plano económico. No cabe duda de que la pujanza del dólar ha sido este año uno de los temas principales en los mercados, y deja entrever que el programa de estímulos se reduce gradualmente en EE.UU., justo cuando, en apariencia, Europa prevé abordar un programa de compra de deuda soberana en toda regla. Una cosa está clara: parece que el dólar va a mantener su robustez en el corto plazo, lo que perjudicaría a las clases de activos que, por sus datos históricos, han mostrado una notable correlación negativa con el dólar, como es el caso de los mercados emergentes.
Mark Burgess es director de Inversiones de Threadneedle