La renta variable mundial cosechó una sólida rentabilidad en agosto, impulsada por el índice S&P 500, que por primera vez superó la barrera de los 2.000 puntos. En Estados Unidos, el optimismo se vio alentado por la revisión al alza de los datos del PIB, y el crecimiento económico anualizado del segundo trimestre de 2014 se situó en el 4,2%. Los datos macroeconómicos de Estados Unidos contrastaron con los publicados en Europa, donde los cálculos preliminares colocaron el PIB italiano del segundo trimestre en un -0,2% intertrimestral y las encuestas de confianza también arrojaron cifras decepcionantes. En este contexto y, quizá en contra de lo que cabría pensar, dada la fortaleza de los mercados de renta variable, la deuda pública de los países centrales también se anotó unos resultados de buena factura a medida que se extendía el rumor de que unos datos económicos más débiles podrían llevar al Banco Central Europeo a lanzar su propio programa de compras de bonos. Al final, el BCE rebajó su tipo de interés principal en 10 puntos básicos a principios de septiembre y se comprometió en firme a adquirir valores de titulización de activos (ABS), si bien no llegó a anunciar que fuera a comprar emisiones de deuda pública.
En Estados Unidos, los rendimientos de los bonos a 10 años de referencia retrocedieron del 2,56%, vigente a 31 de julio, al 2,34% a finales de agosto. Los rendimientos de los bonos a 10 años de referencia en el Reino Unido, Francia y Alemania también descendieron durante el mes. La deuda de los mercados emergentes, representada por el JP Morgan EMBI+, también se anotó ganancias. Sin embargo, esta clase de activos no pudo mantener el ritmo del avance de los mercados de deuda de los países centrales debido a la prolongación de la crisis geopolítica en Ucrania, ya que Rusia tomó represalias ante las sanciones impuestas por Occidente y prohibió la importación de diversos productos occidentales. En los mercados de materias primas, el índice Bloomberg Commodity registró una rentabilidad total del -1,1% en dólares estadounidenses en agosto.
De cara al futuro, es probable que los inversores sigan dedicando gran parte de su atención a Europa y sus problemas macroeconómicos. Nosotros creemos, sin lugar a dudas, que los bajos rendimientos de la renta fija observados en mercados como el estadounidense y el británico se deben más al temor a la deflación y a un posible despliegue en toda regla de la expansión cuantitativa en Europa que a los datos económicos internos positivos en general de EE. UU. y el Reino Unido. Si bien consideramos alentador el hecho de que el BCE se haya comprometido a realizar compras de ABS, albergamos ciertas dudas en cuanto a los efectos beneficiosos de los recortes en los tipos de interés. Hace mucho tiempo que los tipos de interés europeos se hallan en niveles bajos sin que ello haya conllevado estímulo alguno para la economía o la inflación. Lo que debe abordarse es si se ha puesto en marcha el mecanismo de transmisión para trasladar la liquidez del BCE a la economía real. Puesto que ya se conocían algunas de las medidas del BCE, creemos que no tendrán un impacto precisamente revolucionario. No obstante, la política monetaria debería dar a los inversores más confianza en la capacidad del BCE para cumplir sus compromisos, y sigue existiendo la posibilidad de que aplique medidas directas de expansión cuantitativa. La consecuencia inmediata de las medidas del BCE ha sido una nueva depreciación del euro, lo que debería favorecer a los exportadores europeos y a muchas de las acciones en las que invertimos.
Por lo que respecta a nuestras carteras multiactivos, en las últimas semanas hemos realizado un pequeño cambio en nuestra asignación de activos: nuestra posición en renta variable estadounidense ha pasado de neutral a sobreponderada. En general, las valoraciones de las acciones estadounidenses son similares a las observadas antes de la crisis financiera mundial. Si dicha crisis se hubiera debido a la sobrevaloración de la renta variable en lugar de a los malos cimientos sobre los que reposaba la arquitectura financiera mundial, estas valoraciones deberían causarnos estupor. A la vista de la situación, la valoración relativa de la renta variable estadounidense en comparación con la de otras regiones no tiene nada de extraordinario. De hecho, la rentabilidad superior de la renta variable de EE. UU. ha estado más o menos en consonancia con los mejores resultados de los beneficios estadounidenses, por lo que la relación de los PER anticipados se ha mantenido relativamente estable durante los últimos años. Además, Estados Unidos sigue ajeno a los temores macroeconómicos que continúan subyugando a Europa, y la revalorización del dólar debería contribuir a contener la inflación, puesto que el gasto de consumo representa el grueso de la economía. El dato de que solo las empresas estadounidenses hayan realizado recompras de acciones por valor de 159.000 millones de dólares en el primer trimestre de 2014 hace que nos mantengamos optimistas en cuanto a las perspectivas para el conjunto de la renta variable.
En renta fija, nos mostramos prudentes respecto a la deuda pública de los países centrales y creemos que el crédito corporativo, incluido el de alto rendimiento, brinda mejores oportunidades. Contra todo pronóstico, los rendimientos de la deuda pública de los países centrales se han mantenido muy bajos este año, por lo que el alto rendimiento sigue destacando, al ofrecer unos niveles de ingresos relativamente atractivos en un universo de tipos de interés que todavía rondan el cero por ciento. Nuestras previsiones para los bienes inmuebles comerciales británicos son halagüeñas, ya que los valores de capital siguen en mejoría, la oferta es limitada en determinadas zonas y la clase de activos continúa ofreciendo un rendimiento real tentador.
Carta mensual de Mark Burgess, director de Inversiones de Threadneedle