Los medios hispanos de Estados Unidos buscan la homogeneidad en busca de su supervivencia. Poniéndose la venda antes que la herida y anticipándose a la eliminación de las selecciones que apoyan los grupos migratorios mayoritarios han hecho una apuesta genérica por los equipos de América en el Mundial de fútbol.
Conscientes de que las pocas posibilidades de México o del llamado equipo de todos (EEUU) de llegar a la final, los locutores de voz engolada nos han insistido desde el inicio del campeonato en que lo que está en juego en Brasil es la hegemonía del deporte rey entre Europa y América. Así que un mexicano, cabreado tras la eliminación a pies de los holandeses, según los cerebros de Univision, tiene que cambiar su camiseta del Tri por la de Costa Rica, Colombia, Brasil o Argentina.
No sé si el invento está funcionando, más allá de que al que le gusta el fútbol va a seguir pegado al televisor hasta el último pitido. Según la teoría de Univision, a mí me tocaría convertirme en alemán, belga u holandés y la verdad es que me da mucha pereza. Así que saltándome la norma y después del aburrimiento que me está produciendo el juego de Brasil y Argentina, he decidido hacerme colombiano.
No soy americano pero tampoco me siento europeo por lo que la velocidad y la alegría con la que James desborda a los rivales me parece el ejemplo a seguir. De paso evito algunas discusiones que incluyen matices políticos, socioeconómicos y nacionalismos en las que nunca me ha gustado participar. Con permiso de los que gritan ¡Goooool! a pleno pulmón prefiero desafiar las leyes de la geografía y convertirme en hincha de Colombia por una razón de mucho peso. Porque me da la gana.
Columna de opinión de Manuel Aguilera, director del Diario Las Américas, especial para Theobjective.com y cedida a Funds Society