Chile protagoniza uno de los grandes casos de éxito a largo plazo en Latinoamérica, con su disciplina presupuestaria y su sólida cultura de ahorro, aupado por su industria de fondos de pensiones, a la que se suele atribuir la clave de su éxito. No obstante, en los últimos años, este país del Cono Sur se ha situado a la zaga de la mayoría de los mercados emergentes (incluido Brasil); su moneda ha mostrado vulnerabilidad y el nivel de endeudamiento en el sector privado ha aumentado. Sin embargo, el país está experimentando algunos cambios de gran calado bajo la batuta de su presidenta electa, Michelle Bachelet.
Estos cambios reflejan el deseo cuasi generalizado en Latinoamérica de atajar los problemas a largo plazo relativos a la escasa inversión pública en infraestructuras, un nivel educativo insuficiente y la falta de movilidad social. Aunque hacer frente a estos desafíos podría ayudar a Chile a liberarse de su estancamiento en el nivel medio, parece que pocas empresas están preparadas para asumir los cambios que esto traerá consigo y aún son menos las capaces de adoptar la visión de la presidenta, o las que están dispuestas a hacerlo.
La economía chilena está registrando una ralentización acelerada, puesto que el conjunto de reformas fiscales y reglamentarias que está llevando a cabo el nuevo Gobierno de Bachelet —de tintes más populistas— siembra temores en el sector privado, tanto en las pequeñas como en las grandes empresas. Las compañías chilenas pagan pocos impuestos sobre sus beneficios, dado que invierten prácticamente en cualquier cosa, ya sean adquisiciones extranjeras, coches de empresa, comida para los empleados o nuevas instalaciones… al final todo cuenta como inversión de capital. Esto ha desembocado en un abuso generalizado y en graves distorsiones en la economía, así como en un preocupante déficit de ingresos fiscales para el Gobierno. Las reformas podrían conllevar para Chile un crecimiento de tan sólo un 2,5% en 2014, muy por debajo de su tasa histórica de crecimiento del 5%-6%. Creemos que se trata de una situación muy similar al efecto que las reformas fiscales tuvieron en México, aunque quizás con unas repercusiones sociales más profundas.
La ralentización de la economía debería propiciar una bajada de tipos de interés en Chile: su banco central recortó su tipo de referencia del 4,5% al 4% en el primer trimestre. No obstante, las diferencias entre las políticas de tipos de Chile y Brasil ha contribuido a una devaluación del peso frente al real brasileño del 7% en los últimos doce meses. La moneda chilena podría tornarse vulnerable dado que es probable que se produzcan más recortes de tipos a lo largo de este año.
Muchas empresas están experimentando dificultades en ámbitos tan diversos como la defensa del medio ambiente, la protección de datos, los métodos de venta de seguros y productos financieros, así como las relaciones laborales. Los organismos reguladores chilenos, que tradicionalmente han favorecido al sector privado, se están tornando mucho más progresistas y proactivos a pasos agigantados. Entre los ejecutivos chilenos reina un sentimiento de negación irracional.
Entretanto, los mercados de materias primas no están precisamente ayudando al país. Según Deutsche Bank, los mercados de materias primas aupados por la demanda a los que asistimos entre 2002 y 2008 han dado paso a la actual tendencia marcada por la oferta‑. Sólo en los casos en los que se puedan producir alteraciones del suministro —como en el caso del níquel, el café o el platino— podríamos ver algo de crecimiento. De otra manera, los productores presentan un exceso de capacidad como para responder con agilidad a la oferta. Las exportaciones de las materias primas clave en Chile —el cobre y la pasta de papel— no han seguido una tendencia definida pero cabe destacar que los productores chilenos se encuentran, por lo general, en la parte inferior de la curva de costes.
En resumidas cuentas, el nuevo Gobierno de Bachelet pretende mitigar la desigualdad social del país subiendo los impuestos a las empresas, endureciendo la normativa medioambiental, supervisando la protección de los consumidores e invirtiendo mucho más en educación secundaria y superior. Pocas empresas chilenas se beneficiarán inmediatamente de estas medidas, por lo que será especialmente importante determinar qué compañías se subirán al barco. Por ejemplo, nuestros análisis apuntan a que, en Brasil, firmas como Cielo y Smiles ayudarán a las autoridades fiscales a recabar datos, mientras que Kroton se beneficiará de la abultada inversión en educación.
En nuestros fondos, infraponderamos Chile y recomendamos cautela en sectores con una exposición elevada al riesgo medioambiental, así como en empresas cuyas prácticas fiscales y de inversión, o modelos de precios, podrían ser objeto de inspección.
Artículo de opinión de Chris Palmer, director global de mercados emergentes en Henderson Global Investors