“Me gusta andar
pero no sigo el camino
pues lo seguro ya no tiene misterio,
me gusta ir con el verano muy lejos
para volver donde mi madre en invierno
y ver los perros que jamás me olvidaron
y los abrazos que me dan mis hermanos”
Tras comprar un boleto de avión con destino Madrid, tras más de dos años de ausencia, me ha venido a la cabeza esta letra que forma parte de la canción “No soy de aquí, ni soy de allá” escrita por Facundo Cabral. Recuerdo escucharla de niño -en un disco de vinilo que todavía conservo- en la casa del barrio de Chamberí, donde aún residen mis padres, en la versión del cantautor argentino Alberto Cortez.
La canción representa para mí, como para tantos otros, un himno propio al forastero en que la vida, a veces sin planearlo, nos convierte. Cuentan que una noche, tras una presentación en Uruguay, Facundo Cabral y Jorge Cafrune se fueron de parranda para ahogar en alcohol la tristeza por haber tenido que abandonar su país, Argentina, sin fecha de regreso.
En su primera noche como forasteros, Cafrune le recordó a Cabral su promesa incumplida de componerle un tema. Así nació, a golpe de trago, la mítica “No soy de aquí…”. El calibre de la borrachera estuvo a la altura de la magia de la canción y al día siguiente ambos habían olvidado la letra. La oportuna grabadora de un tercero que compartió la noche con los dos genios nos salvó de la tragedia a los forasteros de haber perdido nuestro himno.
Muchas son las sensaciones que te invaden cuando regresas a tu hogar con la pretensión de recuperar de golpe tu pasado y las emociones que han conformado tu vida pero sólo tienes unos días para lograrlo.
Quizás el sabor de un plato de comida de tu infancia, el abrazo y las confidencias de un amigo, pasar por el portal donde vivía tu primera novia … Los recuerdos y sentimientos te golpean desordenadamente para finalmente darte cuenta de que ya no perteneces a ese lugar. Pudo ser por propia decisión o porque el destino nos tomó la delantera, pero uno comprende que regresar es imposible pues ya no es sólo una cuestión física.
Así que como forastero en mi propia tierra, casi como un turista despistado, me he propuesto redescubrir la ciudad que me vio nacer y en la que crecí. El Madrid del que me informo a través de los diarios digitales es la capital de un país triste y deprimido, asolado por una crisis económica que entre sus muchos y desagradables efectos ha conseguido instalar el pesimismo en el alma de los españoles.
Por eso tengo decidido llenar mi maleta de frascos rebosantes de optimismo envasados en el país de las oportunidades. En el lugar donde ahora vivo -a pesar de sus defectos- se premia el esfuerzo individual y la gente está convencida de que con trabajo y dedicación se pueden alcanzar las metas más ambiciosas. Me siento afortunado de regresar a mi tierra como forastero.
“No soy de aquí, ni soy de allá
no tengo edad, ni porvenir
y ser feliz es mi color de identidad”