2013 fue un pésimo año para invertir en los mercados en desarrollo. Tanto los bonos como las acciones sufrieron un desgaste importante, mientras los llamados mercados del primer mundo subían como la espuma. El principal motivo fue la mejora de la situación en los Estados Unidos, que llevó a muchos inversionistas a deshacer posiciones en bonos emergentes para ir comprando bonos americanos y europeos, produciendo una pérdida de valor importante en sus monedas versus el dólar y el euro.
En unos pocos meses vimos cómo el bono del tesoro americano a diez años, referente claro de los instrumentos de renta fija, pasó de rendir un 1,60% a superar el 3% anual, atrayendo así a muchos nuevos inversionistas. Dicho movimiento produjo un efecto bola de nieve en los inversionistas institucionales, que temieron salidas de capitales importantes de países de menor calidad, buscando refugio en el dólar y otras divisas y economías desarrolladas. Los mercados accionarios de Nueva York subieron por encima del 30%, sin embargo en América Latina vimos varias plazas perdiendo un 20% de su valor.
La reducción del plan de estímulo a través de compra de bonos, “tapering”, por parte de la Reserva Federal americana, envió el mensaje a los mercados de que la economía estadunidense estaba bien encaminada por la ruta del crecimiento. Ello implicaba que las medidas de apoyo que habían tenido en los tres años previos podían no ser necesarias en el futuro, y se abrían las puertas a potenciales subidas de tipos de interés en un horizonte ya no tan lejano.
Todo ello es cierto; sin embargo, los factores que nos llevaron a creer en los mercados emergentes en el pasado no han desaparecido. A diferencia de los años anteriores, hay que ser más selectivo y diferenciar aquellos países más vulnerables a las salidas de capitales, por depender de la financiación extranjera para mantener sus economías, de aquellos con balances más sólidos.
Analicemos los factores positivos que siguen existiendo en gran parte de estos países y también veamos los riesgos que puede implicar invertir en los mismos. Las tasas de crecimiento siguen siendo muy superiores a las de los países desarrollados. Adicionalmente, se han creado unas clases medias incipientes, con poder de consumo, que están ayudando a sustituir la demanda externa por demanda interna. Hay que tener también en cuenta que son poblaciones mucho más jóvenes demográficamente, lo que les ayudará en el futuro.
Otros factores positivos son el menor endeudamiento de sus economías respecto al tamaño de sus PIB. También cuentan con un nivel de reservas muy superiores a las anteriores crisis. De hecho, cuando se analizan los criterios que se utilizaron en el Tratado de Maastricht para permitir a los distintos países europeos formar parte del euro, la mayor parte de ellos no los cumplirían hoy en día, a diferencia de la mayoría de países latinoamericanos y del sudeste asiático que los cumplirían de forma holgada.
Los niveles de productividad siguen mejorando. Hemos visto casos de empresas americanas que producían en China en el pasado, que están moviendo sus plantas a México y Centro América por mayor competitividad en precio, mejor calidad y por proximidad al mercado del norte. Es curioso, pero también algunas multinacionales están volviendo a fabricar en EE.UU. al no haber tanta diferencia de precio y sí de calidad. Como última ventaja está la diferencia en la valoración de las acciones y bonos emergentes en comparación con los de países desarrollados: en este momento sus múltiplos son mucho mas bajos que los de EE.UU. y Europa.
Sin embargo, los riesgos siguen presentes. El primero es el de devaluación en algunas monedas que puedan llevar a espirales inflacionistas con las consecuencias que pueden producir en su competitividad. La inestabilidad política se debe seguir teniendo en cuenta. En los próximos 12 meses vamos a ver elecciones en muchos de estos países que pueden llevar al poder a candidatos menos abiertos al libre mercado. Por último, el gran peso de la economía china y su desaceleración de los últimos años puede enviar una señal de inquietud afectando a otros mercados.
En nuestra opinión, existe una oportunidad clara de ganancias en el medio y largo plazo. Pero, a diferencia de otros momentos en el tiempo, no todos los mercados van a evolucionar de la misma forma. Hay países, especialmente los BRIC, que evitaríamos, y en cambio, buscaríamos compañías y sectores, que se beneficien más del aumento en el consumo y de las reformas internas que se están llevando a cabo en algunos de estos países.
Ahora más que nunca hay que buscar aquellos gestores que ayuden a elegir entre las diferentes opciones, estar dispuesto a asumir volatilidad y tener paciencia. De ser así, pensamos que se podrán cosechar buenos beneficios en plazos razonables.
Santiago Ulloa, Managing Partner We Family Offices