El presidente Obama ha anunciado el nombre de Janet Yellen como su candidata para suceder a Ben Bernanke, actual presidente de la Reserva Federal Americana (FED). Cultura económica enciclopédica, liderazgo… las competencias que se requieren del sucesor de Ben Bernanke son numerosas. Pero a la hora de elegir, Barack Obama ha debido tener en cuenta que el futuro presidente de la FED también debe ser lingüista, semiólogo, una especie de griot de la macroeconomía.
Inventar o hacer uso de las palabras inusuales es lo que hizo Alan Greespan en su época con su famoso «conundrum». Más recientemente, el tapering hacía su aparición en el vocabulario de los banqueros centrales. To taper es, según su traducción literal, reducir de manera cónica… Por lo tanto, el banco central americano va a reducir de manera cónica (se entiende, progresivamente) su programa de quantitative easing (QE), otra expresión inventada por los banqueros centrales y muy de moda desde la crisis de 2008.
La referencia a un término técnico industrial es astuta, y deja entender que las intervenciones del banco central se pilotan al milímetro, con un rigor digno de las mejores industrias de punta.
Al aplicar el tapering, el banquero central se convierte en “ingeniero de la macroeconomía”, que ajusta su actuación en función de una multitud de indicadores que van del PIB a las ventas de obra nueva.
Sin embargo, la macroeconomía no es una ciencia exacta, la ingeniería tiene sus fallos, y el banquero central tiene que encontrar sin cesar otras palabras, otras armas. Una recién llegada al vocabulario del banquero central: la forward guidance.
La guidance es una palabra central muy apreciada por los economistas y expertos bursátiles: las guidances de una empresa son las cifras estimadas que los directivos de la empresa comunican al mercado. Así pues, forward guidance suena como un pleonasmo. Como ignorantes, podríamos llegar a pensar que una guidance es, por definición, una forward guidance.
Hasta hace poco, los banqueros centrales se conformaban con dar guidances, es decir, previsiones a corto plazo, anunciando a los mercados cuales serían sus sesgos de orientación sobre los tipos hasta la siguiente reunión. Con la forward guidance, intentan influir en los mercados a más largo plazo. Con ello, reconfortan a los inversores, que pueden ajustar sus anticipaciones de manera moderada y menos brutal que antes.
Más que de un aspecto técnico, al hablar de forward guidance, el banquero central aporta la idea de visión a largo plazo: él es quien prevé más allá, quien va un paso por delante. Chamán o griot, el banquero central es “aquel que sabe”.
¿Y de dónde saca su saber? De la multitud de datos macroeconómicos arriba mencionada, pero también de la observación de los mercados. En un curioso juego de espejos, el banquero central escucha a los mercados que escuchan al banquero central. Si los tipos se tensan demasiado pronto, Ben Bernanke tranquiliza. Si, al contrario, los mercados están peligrosamente eufóricos, él los pone firmes recordándoles que el QE solo es temporal. Para mantener la armonía de este “pas de deux” entre los mercados y los bancos centrales, es indispensable que el banquero central conserve el control del discurso, del habla y de la palabra para seguir marcando el ritmo y susurrando a la oreja de los mercados.