“Fundada en 1975, Microsoft (Nasdaq «MSFT») es el líder mundial en software, servicios y soluciones que ayudan a personas y empresas alcancen su pleno potencial”. Hasta aquí lo que Microsoft dice de sí misma, en la carta a sus accionistas que Steve Ballmer (quien ya ha anunciado que dejará la compañía el año próximo) remitió el año pasado. Ballmer hablaba de “resultados contundentes” con lanzamientos de “fantásticos nuevos productos y servicios” que colocaban a Microsoft “para un futuro increíble”.
No le falta razón: los ingresos aumentaron a un récord de 73,7 billones de dólares, con una fuerte disciplina de costes que ha supuesto un incremento del 17% frente al año anterior del resultado operativo hasta los 31,6 billones de dólares, destinando 10,7 billones de dólares a remunerar al accionista a través de recompra de acciones y dividendos.
Ballmer ve a su compañía como una compañía que crea productos innovadores y servicios, cierto, pero jamás en su ya dilatada historia se enfrenta a retos como los actuales.
Microsoft para muchos analistas ha perdido una década, muchos consideran que desde la marcha de Bill Gates la compañía ha perdido al genio creador y mediático de la compañía, sustituyéndolo por un cerebro gris, buen gestor, pero sin ideas, que ha navegado sin sobresaltos debido a la extraordinaria solidez financiera de la empresa y su cuasi monopolio en productos como su sistema operativo y el paquete office.
Pero la empresa lleva mucho tiempo sin ser una empresa realmente “innovadora”, ese puesto lo han perdido frente a empresas como Google, Samsung y especialmente Apple. Precisamente Apple se encuentra con el mismo problema de Microsoft, está perdiendo ese halo de empresa innovadora frente a otros competidores en paralelo al cambio en la dirección pasando de Steve Jobs a Tim Cook…..
Microsoft se enfrenta a innumerables retos después de dejar pasar el mercado de la telefonía móvil, posteriormente los smartphones, las tablets… La apuesta decidida por el Microsoft Surface y la para muchos, entre los que me incluyo, clave, compra de la división de telefonía móvil de Nokia, puede ser la vuelta de Microsoft a una senda que jamás debió perder.
La compañía es extraordinariamente rentable, pero también lo fue Nokia, y debe adaptarse a un mundo que evoluciona cada vez más rápido y donde la innovación es clave, con un periodo de vida útil de los productos muy corta, lo que requiere de un control de gastos importante, y ahí es donde Microsoft debe entrar no solo porque debe, sino porque no le queda otra.
El comportamiento en bolsa durante este ejercicio es positivo, con una rentabilidad del 25,95% desde el 2 de enero al 19 de septiembre (un 7,79% de septiembre a septiembre), con una rentabilidad por dividendo del 3,33%. Sin embargo, debemos contextualizar este comportamiento en un momento en el que la bolsa americana está en máximos y donde sus principales competidores han tenido comportamientos en bolsa superiores.
Los ingresos por Windows este año se han incrementado en un 23%, la división online un 18%, los ingresos por publicidad un 22% y así todas y cada una de sus líneas de negocio. En resumidas cuentas, empresa sólida como pocas, con productos reconocibles y muy rentables, con una implantación casi monopolística en algunos casos, pero que se enfrenta a un futuro incierto en donde cualquier competidor puede asaltar sus nichos de negocio en un momento dado (y lo harán), por lo que el próximo CEO de Microsoft se enfrenta a un futuro no solo incierto sino apasionante.