En los últimos años, el miedo y la codicia se han convertido en poderosos factores de motivación. Según el momento, los inversores han sucumbido al pánico ante la situación económica mundial o al optimismo al pensar que los bancos centrales ya han tomado medidas suficientes para fomentar el crecimiento. De la preocupación sobre la deuda pública en el mundo occidental al «precipicio presupuestario» estadounidense con el que inauguramos 2013, los inversores han seguido como hipnotizados la dirección del péndulo de la actualidad.
Sin embargo, en los últimos meses hemos asistido a la paulatina aparición de una tendencia distinta. La observamos por primera vez a principios de 2012, cuando el precio de las acciones dependía casi exclusivamente del estado de ánimo del mercado. En ese momento, las noticias económicas tenían mucho más peso que los datos relativos a títulos específicos. Desde entonces, el grado de correlación en las cotizaciones se ha reducido constantemente y las principales temáticas macroeconómicas que han llevado a los inversores a comprar o vender en los últimos años ya no hacen tanta sombra a las características inherentes a cada título.
Fuente: Bloomberg, CBOE S&P500 Implied Correlation Index (que indica la correlación media esperada en los precios de las acciones que componen el Índice S&P500), a 7 de agosto de 2013
Un mercado en el que los precios fluctúan en tándem, como el que imperó en el periodo anterior a 2012, limita las oportunidades de los profesionales de la selección de valores, como nosotros, para generar rentabilidades activas. Cuanto menor es la correlación en las fluctuaciones del precio de las acciones, más oportunidades habrá de encontrar títulos capaces de generar rentabilidades por encima o por debajo de la media del mercado. Esto permite que los rasgos intrínsecos de las acciones cobren más protagonismo, lo que, a su vez, incrementa las oportunidades de obtener beneficios de las ideas de selección de títulos tanto en estrategias cortas como largas.
En cierta medida, puede suponer un reto superar la arraigada preferencia de algunos inversores por los fondos de renta fija, especialmente en el caso de aquellos que perdieron dinero tras la quiebra de Lehman Brothers (casualmente, el 15 de septiembre se cumplen 5 años de la declaración del concurso de acreedores de la firma). No obstante, en los últimos meses los mercados de renta fija han estado sujetos a una presión inusual y constante, como resultado de la incertidumbre en torno al plan diseñado por la Reserva Federal estadounidense para retirar su programa de compra de bonos por valor de 85.000 millones de dólares al mes.
Esto ha llevado a los inversores a buscar otras opciones para su dinero en un contexto de escaso crecimiento y bajos tipos de interés. Los fondos de rentabilidad absoluta —que, por lo general, se sitúan a medio camino entre los fondos de renta fija y los de renta variable en cuanto a su riesgo potencial— son, a nuestro parecer, una atractiva opción intermedia.
En nuestras estrategias de retorno absoluto, las inversiones largas y cortas son igualmente importantes y, como siempre, la clave está en conseguir una combinación adecuada de posiciones. El enfoque altamente proactivo a la hora de ajustar las posiciones en el fondo es una parte intrínseca de nuestro estilo de gestión. Nuestra cartera se compone de las posiciones largas nucleares y de posiciones cortas tácticas, lo que nos permite reaccionar rápidamente ante los acontecimientos del mercado y aprovechar las oportunidades en un universo de inversión heterogéneo. No dudamos en utilizar esta flexibilidad para ajustarla exposición neta y bruta, lo que nos ha permitido generar rentabilidades positivas constantes, además de ayudarnos a preservar el capital y minimizar la volatilidad.
Por primera vez en varios años, en enero de 2013 situamos nuestra exposición bruta por encima del 100%, demostrando nuestra convicción de que había llegado el momento de poner el capital de los inversores «a trabajar». En ese momento, adoptamos algunas posiciones largas importantes en áreas más defensivas del mercado que mostraban un perfil seguro en cuanto al pago de dividendo, como por ejemplo las empresas HSBC y Vodafone. Concretamente, HSBC parecía estar muy bien posicionada, tras un incremento del dividendo que sugería unas buenas perspectivas de beneficios en el futuro.
Hemos sido muy activos en el sector financiero en 2013, con posiciones tanto cortas como largas, teniendo en cuenta la sensibilidad de este segmento a los datos económicos y las política monetarias. Los bancos centrales han adoptado medidas extraordinarias en los dos últimos años, fijando el tipo libre de riesgo con el fin de restablecer la confianza en la economía e incrementar el atractivo de otras clases de activos. Aunque en circunstancias normales no elegiríamos posicionarnos largos en el sector de la minería, parece que existe una serie de empresas de recursos que están siendo penalizadas injustificadamente, teniendo en cuenta los cambios efectuados en sus equipos directivos y el aumento de su inversión en inmovilizado.
Esperemos que esta menor correlación en las cotizaciones marque el final de la larga resaca provocada por la crisis financiera, al menos por el momento. En un mercado perfectamente eficiente, todas las decisiones de inversión se basarían en factores racionales y cuantificables, y la volatilidad en el precio delas acciones dependería principalmente de los fundamentales de cada empresa. Es cierto que los mercados no son perfectos, pero en el actual entorno, creemos que una estrategia larga/corta activamente gestionada y que busque rentabilidades absolutas puede dar sus frutos para los inversores de perfil conservador.
Columna de opinión de Henderson Global Investors