Desde mayo, se ha retirado más de un cuarto de la inversión internacional en fondos de mercados emergentes de los últimos cinco meses, según los datos más recientes de Emerging Portfolio Fund Research. Para las economías latinoamericanas, esto probablemente se traduzca en un menor crecimiento, pero en esta ocasión el impacto podría ser más suave.
El “parón súbito” que hemos visto en los flujos de inversión este año está típicamente asociado con casos de depreciación de las divisas, ampliación de los déficit por cuenta corriente y un menor crecimiento del PIB. En términos generales, estos síntomas están ahora presentes en América Latina. Las ventas recientes siguieron al anuncio de que la FED estaba considerando menores compras de bonos más adelante en el año. Sin embargo, la desaceleración en el crecimiento y el incremento en los déficit externos en la región comenzaron antes de eso, principalmente por un debilitamiento en la demanda externa de los bienes exportados y por la caída en los precios de las commodities ante un crecimiento global por debajo de potencial – con una preocupación especial por las perspectivas de demanda de China.
Episodios previos en los que el flujo de capitales se dio la vuelta, por ejemplo en 1994, generaron trastornos significativos en toda América Latina; provocaron una aguda contracción de la actividad económica doméstica y propiciaron la adopción de medidas de ajuste de urgencia y la concesión de créditos multilaterales y bilaterales para ayudar a algunos países a mantenerse al corriente en sus pagos externos. Esto ocurrió porque los países de la región estaban endeudados en divisas, y tras una corrección significativa en los tipos de cambio hizo falta un endurecimiento de la política fiscal para afrontar el servicio de la deuda. Es decir, el shock externo se amplificó a nivel interno.
En nuestra opinión, aunque el parón súbito en la inversión seguirá provocando una ralentización del crecimiento en la región, esta vez el impacto en las economías latinoamericanas será más suave. Es así porque ahora las condiciones macroeconómicas en la región son más sólidas. Vemos cinco diferencias importantes en relación a la situación de los noventa.
Primero, los déficits por cuenta corriente en general son menores. En segundo lugar, la situación fiscal es más fuerte, con algunos países que incluso gozan de superávit. En tercer lugar, las reservas de divisas extranjeras son mayores, tanto en términos absolutos como en relación al PIB, las importaciones o los pagos de deuda. La dos últimas diferencias son las más importantes: los tipos de cambio son ahora flexibles (ver gráfico),y el sector público en la mayoría de los países es acreedor neto del resto del mundo en divisa fuerte.
Así, los movimientos en las divisas van a servir de colchón parcial del shock externo, previniendo así una contracción más severa de la economía doméstica en los países con flexibilidad en el tipo de cambio. En nuestra opinión, esto también significa que la dinámica de los ajustes será diferente, ya que la depreciación no propiciará medidas fiscales indeseables pro-cíclicas. Por tanto, creemos que aunque las salidas de flujos provoquen un comportamiento macro más discreto, la mayor parte de los países de la región tienen fundamentos suficientemente sólidos para aguantar un shock externo.
El ajuste en los bonos probablemente resultará en una mayor diferenciación en función de su calidad crediticia. Así, existe una gran probabilidad de que los países con mejores fundamentales vayan a tener un mejor comportamiento durante los próximos trimestres. Favorecemos los países con menores déficits por cuenta corriente y menores desequilibrios fiscales; bajos pagos de deuda externa; y baja proporción de inversores extranjeros en valores domésticos. Seguimos creyendo que México es candidato a comportarse bien en los próximos meses, al tiempo que seguimos creyendo en la significativa vulnerabilidad de Venezuela.
Fernando J. Losada es economista senior para Latinoamérica de AllianceBernstein