El repunte de la renta variable mundial desde el verano pasado ha sido impulsado principalmente por el aluvión de liquidez resultante de las políticas de los bancos centrales. Pero este aluvión no durará para siempre. La Fed ya ha dado las primeras señales relativas a una estrategia de salida. Tal como ha hecho desde el comienzo de la crisis financiera mundial, el banco central estadounidense marcará el ritmo para sus homólogos cuando decida empezar a retirar los estímulos y restablecer una relación más «convencional» con su economía. Todo indica que el proceso de vuelta a la «normalidad» ya está tímidamente en marcha, lo que no sería malo si el crecimiento sigue mejorando de manera constante. Desde 2010, el crecimiento económico mundial ha sido en cierta medida decepcionante pero, al mismo tiempo, no ha sido tan frágil como para generar un riesgo real de una nueva recesión. Esta especie de «mundo de Ricitos de Oro» en el que hemos habitado ha sido relativamente benigno: los bancos han conseguido mantener alejados a los lobos mientras la avena se calienta en el horno.
Duración, duración, duración…
Durante algún tiempo, venimos evaluando la vulnerabilidad potencial de las carteras de renta fija si las previsiones de tipos de interés cambiaran radicalmente. Si la economía mundial continúa recuperándose —y creemos que lo hará—, la renta fija podría perder el atractivo que tuvo en el pasado. Si el dinero en manos de grandes inversores (weight of money o «peso del dinero») comienza a salir rápidamente de los mercados de bonos, podríamos volver a experimentar problemas de liquidez. Tomar la decisión correcta en lo que respecta a la exposición a la renta fija podría ser más importante en términos de asignación de activos que el posicionamiento sectorial y regional en renta variable en las carteras multiactivo. Por ejemplo, actualmente tenemos una exposición muy limitada a los bonos del Tesoro británico o los del Tesoro estadounidense, pues preferimos los fondos de deuda corporativa con vencimientos cortos y mandatos flexibles.
La intensificación de la búsqueda de rentabilidad ha empujado a los inversores a asumir mayores riesgos en el mercado de bonos corporativos. El argumento de la valoración a favor de los bonos corporativos de alto rendimiento sigue centrándose en su diferencial respecto a los bonos públicos: el mantenimiento de las actuales políticas monetarias de los bancos centrales ha sido instrumental para la contención de los tipos de interés y de los rendimientos de los bonos, así como para el apuntalamiento de los mercados de renta variable y la limitación de los impagos en el segmento de deuda corporativa. Sin embargo, los bonos de alto rendimiento han registrado importantes entradas de capital, y el argumento de que sus cupones ofrecen una compensación suficiente por los riesgos asumidos por el inversor es cada vez más difícil de sostener, especialmente si los tipos empezaran a subir. De igual manera, la deuda emergente es otra área que nos preocupa.
…Ubicación, ubicación, ubicación…
Debido, en parte, a nuestra perspectiva sobre los peligros potenciales del mercado de bonos, hemos trasladado parte de nuestra exposición al mercado inmobiliario. En algunos aspectos, los activos inmobiliarios pueden considerarse como un escalón intermedio para los inversores que quieren salir de la renta fija pero no se sienten aún preparados para entrar en renta variable. Ofrecen rentabilidades similares a las de los bonos de alto rendimiento, pero presentan muchos menos problemas de valoración. En comparación con la gran cantidad de dinero que se ha destinado a la renta fija en los últimos años, el mercado inmobiliario ha atraído muy poca inversión directa. Aunque no esperamos grandes plusvalías a corto plazo, las rentabilidades actuales de los inmuebles terciarios son relativamente atractivas. Prevemos una rentabilidad de en torno al 4,5%-5% a lo largo del año si se aplican estrategias bien gestionadas.
Columna de opinión de Bill McQuaker, co-director de renta variable y director de Multiactivos de Henderson Global Investors.