Gracias a los avances en atención médica y nutrición, estamos viviendo más años y más sanos, lo que pone a prueba conceptos previamente asumidos acerca de lo que constituye el «ciclo de vida natural».
Aunque esta pauta de crecimiento de la esperanza de vida es alentadora, la combinación de una mejor atención sanitaria y los efectos a largo plazo del baby boom de la posguerra ha contribuido a que un mayor número de personas alcancen edades avanzadas. Asimismo, la tasa de fertilidad está cayendo, lo que se traduce en un incremento de la edad media de la población mundial. A medida que este cambio demográfico se perfila a escala global, se plantean retos únicos —así como oportunidades a largo plazo— para la industria farmacéutica.
Desde 2010, venimos argumentando que el sector farmacéutico en Europa está infravalorado, teniendo en cuenta su perfil de crecimiento y la errónea percepción negativa del denominado «precipicio de las patentes». Aunque puede ser cierto que la era de los «blancos fáciles» en el mercado de desarrollo de medicamentos ha quedado atrás, aún hay mucho margen de mejora en los tratamientos actuales y en terapias más específicas que formarán parte de la próxima generación de atención a los pacientes. Como sucede con casi todo en la vida, el desarrollo de nuevos medicamentos es cíclico, y el número de tratamientos en fase de desarrollo viene creciendo despacio, pero de forma constante, desde 2007. Además, el mercado mundial de los medicamentos está creciendo, ya que enfermedades como la artritis, la diabetes o el cáncer son más habituales en las personas de edad avanzada.
Fuente: Henderson Global Investors, BofA Merrill Lynch Global Research, a 30 de abril de 2013
Según un estudio de la Encuesta de Salud, Envejecimiento y Jubilación en Europa (SHARE), más de dos terceras partes de las personas de más de 50 años en Europa padecen, al menos, una enfermedad crónica. En EE. UU., según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), casi la mitad de los adultos estadounidenses de más de 65 años tienen más de una dolencia crónica, desde problemas cardiovasculares, pasando por diabetes, hasta hipertensión.
Las farmacéuticas europeas están a la cabeza del tratamiento de enfermedades crónicas como la diabetes, una pandemia creciente que afecta a más de 60 millones de personas en la región y a más de 350 millones a nivel mundial. El gasto anual en EE. UU., que asciende a más de 10.000 dólares por paciente con diabetes, nos da una idea de las sumas de dinero dedicadas a tratar esta enfermedad. Medicamentos como Lantus y NovoRapid creados por Sanofi (una farmacéutica francesa) y Novo Nordisk (danesa), respectivamente, son productos médicos líderes en su campo.
Gasto en tratamientos de la diabetes
El gasto sanitario varía de un país a otro, pero el monto total destinado a esta partida —expresada como porcentaje del PIB— está en aumento globalmente y en 2010 alcanzó los 6,5 billones de dólares, según la Organización Mundial de la Salud. Las farmacéuticas europeas están bien posicionadas para ayudar a combatir el avance de las enfermedades en los países en vías de desarrollo, que cada vez son más similares a las de los países avanzados. Países como China, por ejemplo, se enfrentan a su propia bomba de relojería en materia de envejecimiento, una consecuencia de la política del hijo único del Presidente Mao, implantada en 1979. Se espera que una tercera parte de la población china tenga más de 60 años dentro de 40 años.
Fuente: OMS, Global Health Expenditure Atlas, 2012
Por suerte, las empresas farmacéuticas han dado los pasos adecuados para reducir su dependencia de los medicamentos estrella. Aproximadamente un 44% de los ingresos de las farmacéuticas europeas provienen de una gama globalmente diversificada de fuentes, como las marcas de medicamentos para personas y animales, las vacunas, los diagnósticos, los medicamentos genéricos de bajo coste y el mercado de los países emergentes. Se espera que este porcentaje aumente a más del 50% para 2020.
Además, las empresas farmacéuticas están de algún modo inmunizadas frente a los problemas económicos más generales que persisten en Europa y el resto del mundo. Aunque es posible que los consumidores reduzcan su gasto discrecional, recortando en áreas como las vacaciones o las comidas en restaurantes, la mayor parte valora por encima de todo su salud. En 2010, los consumidores estadounidenses de más edad gastaron, de media, 4.843 dólares en productos sanitarios, un incremento del 49% respecto al año 2000. Incluso en el contexto de limitaciones del gasto público, resulta razonable asumir que el apoyo a la partida sanitaria se mantendrá intacto. En el Reino Unido, es poco probable que los partidos políticos aceptaran un recorte en su presupuesto sanitario, teniendo en cuenta que están a tan sólo dos años de las elecciones. El envejecimiento de la población supone que habrá más votantes por encima de los 65 años, ansiosos por que se proteja o se aumente el gasto público sanitario relacionado con problemas de salud derivados de la edad.
Actualmente, creemos que la industria farmacéutica en Europa se encuentra tal vez en el segundo o tercer año de un renacimiento que se estima durará una década, con buenas perspectivas a largo plazo para el crecimiento de los ingresos a partir de fuentes sostenibles. La búsqueda de enfoques terapéuticos no termina nunca y las grandes farmacéuticas tienen un papel importante que desempeñar en el tratamiento de las enfermedades y discapacidades en el futuro.
John Bennett, gestor del Henderson European Selected Opportunities Fund