En los momentos de nerviosismo financiero, mantener la calma, por lo menos para pensar. De moda quisiera poner la máxima de “no tomes decisiones cuando estás enojado, ni hagas promesas cuando estás feliz”. Generalmente, las dos cosas, llevan a situaciones erradas; por lo que es mejor respirar profundo y pensar, especialmente, pensar mucho.
Hasta ahora, la inversión productiva de las empresas norteamericanas ha sido nula, luego de la crisis; excepto en sectores como telecomunicaciones (menos trabajo, más gente en casa que necesita televisión e internet). Ya he hablado muchas veces del exceso de efectivo de los balances corporativos norteamericanos y, como a largo plazo, esto debe llevar a una valorización potencial de la renta variable en USA. Si a eso le sumamos los dividendos que deben pagar, completamos la figura casi perfecta: mientras las empresas están reduciendo su WACC (costo de capital) de una forma significativa; los demandantes, como los fondos de pensiones, se vuelcan hacia acciones de alto pago de dividendos.
Ahora bien, ¿qué pasará cuando las empresas empiecen a invertir realmente a gran escala? Me imagino lo siguiente: un nuevo activo lleva consigo una mayor depreciación dentro del balance corporativo, lo cual unido a los mayores intereses que están pagando las empresas (no por otra cosa diferente a que han sido emisores de deuda neta en los últimos dos años), tendrá un impacto positivo sobre varios factores corporativos, entre otros, una relación que gusta mucho a los analistas, como el EBITDA (ganancias antes de depreciaciones, amortizaciones, intereses e impuestos). Esto se dará, porque la ya de por sí alta productividad de las empresas estadounidenses seguirá aumentando, disminuyendo los costos, especialmente los de producción.
Con un mayor EBITDA, tomaremos un camino muy interesante, y es que vamos a ver una mayor utilidad neta, producto del apalancamiento financiero (por la deuda contraída), y por los menores impuestos relativos que se van a pagar en un principio. Como en contabilidad se pueden llevar dos números diferentes, uno el financiero y otro el fiscal, veremos una figura interesantísima, como es que mientras los indicadores de los balances financieros corporativos van a mejorar, los impuestos van a ser menores, con unas ganancias potenciales gigantescas en los próximos años. No es que las empresas no paguen impuestos, sino que fiscalmente es posible depreciar al doble de velocidad en los primeros años, por lo cual los impuestos se difieren en el tiempo. Y si a esto le sumamos que la depreciación es, de hecho, un gasto no monetario, vamos también a ver un flujo de caja operativo mejor. Y pregúntenle a un banquero de inversión, quien les dirá que una de las formas de valoración de empresas es, precisamente, el flujo de caja libre descontado; por lo que deberíamos ver un mayor valor de las empresas en el mediano plazo.
El efecto explicado anteriormente, va a llevar a tener no sólo un mayor EBITDA, sino que con los impuestos pagados menores, la utilidad neta será significativamente mayor en los primeros dos o tres años cuando comience el proceso de ajuste de inversión; con lo que se seguirá acumulando utilidad y, por lo tanto, el potencial de los dividendos por pagar o el monto destinado para recompra de acciones. Ambas cosas tienen un efecto positivo en el valor en bolsa.
El escenario actual para las acciones norteamericanas, parece positivo por donde se le mire. Aunque es un activo volátil, porque no puede ser de otra forma; un inversionista con vocación de generar un alto valor de aquí al final de esta década, debe tener como activo indispensable de inversión, acciones en USA. Y si es en dólares, mejor.