Desde que Markowitz desarrolló su teoría moderna de portafolios, por allá en 1952, se conoce que no todo en los portafolios es rentabilidad. También hay un componente muy fuerte de riesgo, que incluso llega a ser mucho más importante que la rentabilidad. La teoría financiera muestra, en términos sencillos, que la rentabilidad de un portafolio es sencillamente el retorno de cada activo que lo compone por el peso relativo de cada uno de ellos dentro del portafolio.
Pero el riesgo es mucho más que la suma ponderada del riesgo individual de cada activo. En el riesgo del portafolio empiezan a influir las correlaciones entre los activos, es decir, la forma en que se mueve uno con relación al otro. Así, con correlaciones positivas, los movimientos del portafolio se magnifican, sea hacia arriba o hacia abajo; por lo cual también, en términos sencillos, se debería tener un portafolio, en la medida de lo posible, con activos bajamente correlacionados.
Esta semana leí una investigación que mostraba que hasta 2006 la correlación de los activos seguía un curso relativamente normal: los bonos mantenían una relativa baja correlación con las acciones; y estos dos, a su vez, tenían correlaciones negativas con los llamados activos no tradicionales. Sin embargo, desde hace unos seis años, las correlaciones empezaron a ser mucho más grandes, lo que quiere decir que ahora los bonos se mueven en el mismo sentido que las acciones, y muchas veces estos dos se mueven en el mismo sentido que los demás activos.
Esto crea muchas complicaciones a los inversionistas, pues un movimiento alcista, potencializa mucho más las ganancias; pero también cuando los mercados no van bien, los decrecimientos en rentabilidad son mucho más grandes que los que muchos inversionistas aún tienen en la cabeza que deberían suceder. Esta situación, lógicamente, ha sido ampliamente impulsada por la liquidez global que han inyectado los bancos centrales; pues la misma ha crecido mucho más rápido que los activos disponibles en el mercado, los cuales, en muchos casos, han disminuido (por la recompra accionaria que ya hemos explicado).
La cosa es muy sencilla: esa liquidez ha llegado a los inversionistas que han salido a ubicarla en activos que generen mucho más que dejarla “debajo del colchón”. Entonces los inversionistas se han lanzado a comprar todo lo que esté por delante, y como por delante han estado acciones, bonos, y los demás activos, los mismos han subido y subido en precio; a la vez que todos se han movido en la misma tendencia, lo cual ha incrementado su correlación.
Hoy en día un inversionista que quiera manejar un portafolio de la manera tradicional, es decir que busque activos poco correlacionados, la tiene muy difícil. Hay que buscar muy minuciosamente entre la larga lista para encontrarlos. Pero al mismo tiempo, crea una oportunidad interesante para aquellos activos que durante mucho tiempo fueron vistos como “el patito feo”, y que hoy son los que podrían disminuir el riesgo implícito de un portafolio de inversión bien diversificado.